Por Pedro García Hernández
A cien años justos del Acuerdo Sykes- Picot para desmembrar la región del Medio Oriente, Reino Unido y Francia siguen ahora las pautas de un tercer protagonista: Estados Unidos, y buscan actualizarlo de la manera más brutal.
En nombre de sus respectivos gobiernos, Mark Sykes y Francois George Picot, más que diplomáticos militares de cierto rango, dieron nombres a un pacto secreto que vio la luz el 16 de mayo de 1916.
Para los británicos fue el control de una región que comprendía desde la costa mediterránea hasta el río Jordán, el sur del actual Irak y los hoy puertos israelíes de Haifa y Acre.
Francia guardó para sí todo el sureste de Turquía, el norte iraquí y los territorios que conforman Siria y El Líbano. El entonces Imperio ruso de los zares recibiría Estambul, los Estrechos Turcos y Armenia, algo frustrado por el triunfo de la revolución rusa en 1917. El objetivo público fue destrozar al imperio otomano y el secreto, mantener y ampliar las zonas de influencia y propiciar desde La Meca, Arabia Saudita, una entidad afín a los intereses coloniales y en contra del nacionalismo árabe en todo el Medio Oriente.
Promesas incumplidas y maniobras políticas que desvirtuaban el secretismo del Acuerdo fueron expuestas un año después tras la Revolución Bolchevique en Rusia por el entonces comisario de Asuntos Exteriores, León Trotski, quien lo expuso como evidencia de la deslealtad y de las ambiciones imperialistas de Londres y París.
Por intereses creados, algunos que hacen la historia a su manera, consolidaron la idea de supremacía y de intrusión occidental en el mundo islámico sobre la base de sobredimensionar las diferencias étnicas, tribales y religiosas.
No fue nada nuevo bajo el sol, los principios del colonialismo francés y británico recogidos en el Sykes-Picot, de divide y vencerás en beneficio propio, tienen actualmente una dramática evidencia y a Estados Unidos como un actor decisivo.
Como comparsas de Washington, las antiguas potencias coloniales explotan en esta época las alianzas con las monarquías del Golfo -leáse Arabia Saudita y Qatar- y propician solamente como sueños, las ínfulas del imperio otomano desde Ankara.
Los conceptos básicos del hoy centenario Acuerdo, se esparcen como la arena del desierto en medio de una tormenta, contribuyeron a arrasar Irak y Libia, desarticular la resistencia palestina e intentan destruir al Estado sirio desde el 2011.
Esta vez, utilizan al terrorismo como forma de acción compensatoria al tiempo que maniobran políticamente para mantener la división del mundo árabe, alentar al sionismo israelí en sus planes de segregación y aniqulación de los palestinos.
La memoria histórica permite analizar las modificadas vigencias en líneas generales de un pacto que ante los hechos actuales adquiere en Siria una dramática realidad y en un escenario donde los propiciadores del terrorismo demuestran sus siempre malas intenciones.