Por Cora Gamarnik
Profesora Titular de la Facultad de Ciencias Sociales – Universidad de Buenos Aires.

Dimos clases en las calles, en estaciones de subte, de tren, en Aeroparque, en parques y plazas. Dimos clases de historia, filosofía, economía, matemática, bioquímica, arte, diseño… Realizamos paros, jornadas de debate, asambleas, clases abiertas, radios públicas… El mundo académico de todas las universidades públicas del país (docentes, estudiantes, no docentes, autoridades universitarias, graduados, investigadores…) salió a la calle.

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Logramos una convocatoria de unidad entre todos los gremios docentes. Se firmó un documento conjunto en el que exigimos la recomposición salarial para recuperar lo perdido por la devaluación, la inflación y los aumentos de tarifas. El aumento de presupuesto universitario, el cumplimiento de los convenios colectivos de trabajo, el boleto educativo universal y gratuito, la ampliación de las becas estudiantiles, la derogación de la Ley de Educación Superior –vigente desde el menemismo– y su reemplazo por una nueva que garantice la enseñanza, investigación y extensión universitaria, el ingreso irrestricto y la gratuidad de la educación, el cese de los despidos, la inmediata reincorporación de los cesanteados y la no criminalización de la protesta social.

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¿Qué provocó todo esto? ¿Fueron los “datos falsos” en los que nos basamos como declaró el Ministro de Educación Esteban Bullrich? No. Definitivamente no. Fue la gran preocupación que nos provoca escuchar al actual presidente de la Nación decir “¿Qué es esto de hacer universidades por todos lados?” Fue conocer el Decreto 333/2016 firmado por Macri por el cual se dieron de baja todos los programas y convenios entre las universidades y el Estado Nacional. Fue recordar que el primer funcionario nombrado en Políticas Universitarias era alguien sin idoneidad para el cargo que tuvo que renunciar antes de asumir por el rechazo que generó. Fue saber que los fondos que se destinan para el funcionamiento de las universidades fueron aprobados el año pasado y con la devaluación y la inflación no alcanza a cubrir los costos en la actualidad.
Tenemos un sistema universitario público que a pesar de sus déficits es inclusivo y de calidad. Son las universidades públicas argentinas las que tienen el mayor prestigio nacional e internacional muy por encima del sistema universitario privado. Y lo tienen por la calidad de sus docentes, de sus investigadores, por lo que se investiga, se enseña y se produce. Por el esfuerzo que hacemos todos los que formamos parte de ella.

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En los últimos años se crearon además universidades nuevas. En ellas el 70 % de sus alumnos son la primera generación universitaria. Esto significa que antes que ellos nadie de sus familias había podido acceder. Eso es mayor igualdad de oportunidades, democratización social.

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Sabemos -como ya lo demostró la lucha universitaria en otras épocas- que solo la movilización logra frenar cualquier intento de retroceso o destrucción de uno de los mejores logros que tiene este país. La masiva manifestación de ayer demuestra que somos muchos los que pensamos así y que tenemos memoria y reflejos.

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