¿Se imaginan poder tomar unas pastillas que aumenten su inteligencia hasta el punto de poder aprender italiano en un día o escribir una brillante novela en tan solo cuatro?
Por Joaquín Llaudes
De momento, esta posibilidad queda reservada para las novelas de ciencia ficción o películas como Sin Límite (2011), protagonizada por Bradley Cooper y Robert de Niro.
Las que sí están ya disponibles son las llamadas «píldoras inteligentes», unas pastillas que ayudan en el corto plazo a incrementar la capacidad de concentración, la memoria y a mantenerse despierto y atento durante muchas horas seguidas.
Los exámenes parciales están a la vuelta de la esquina y con ellos llega la tensión, los nervios y las jornadas maratonianas de estudio en las que dormir muchas veces no está en la agenda. Y ahí es donde entran en escena estos fármacos, cuyo consumo se está extendiendo como la pólvora entre los jóvenes, que los escogen como inseparables compañeros de estudio en sustitución del tradicional café.
«Lo que he notado es que tengo mejor capacidad para recordar las cosas que ya he estudiado y poder estudiar mucho más tiempo sin cansarme», explica María Fernanda Flores, estudiante de medicina en la Universidad Nacional Andrés Bello de Chile, que toma regularmente las pastillas desde hace cuatro años.
Pero estos potenciadores cognitivos tienen también sus peligros, ya que no fueron diseñados para mejorar el aprendizaje sino para tratar enfermedades como la narcolepsia, el trastorno de déficit de atención y otras dolencias de origen psicológico o psiquiátrico.
Posibles riesgos
«Cualquier medicamento tomado sin prescripción médica puede ser peligroso, también las píldoras inteligentes. Yo no recomiendo su uso «, explica el psiquiatra y especialista en adicciones, Mario Torruco.
Así, aunque todavía no se han llevado a cabo estudios definitivos sobre las implicaciones del consumo a largo plazo de estos esteroides intelectuales, las investigaciones realizadas con animales «han concluido que tienen un alto componente adictivo», explica Torruco.
Además, aclara que no está totalmente probado que compuestos como el modafinilo o el metalfinedato, los más utilizados por los jóvenes como “píldoras inteligentes”, ayuden a mejorar el rendimiento académico.
«Lo que se han hecho son algunos estudios en actividades militares en las cuales se necesita estar despierto durante mucho tiempo. Y sí, este medicamento permite a las personas no cansarse, estar alerta o tener la misma capacidad para realizar las actividades que pudieran realizar si hubieran dormido lo adecuado», afirma Torruco.
Lo que sí se ha quedado demostrado son los efectos secundarios que está pastillas pueden provocar en las personas sanas que las toman, como ansiedad o taquicardia, entre otros. «He tenido insomnio y también falta de apetito, mucha falta de apetito», asevera María Fernanda.
Sin embargo, la estudiante no duda en seguir tomándolas: «siento que lo que aprendo lo aprendo de verdad y si puedo aprender más, estar más tiempo concentrada y que me vaya mejor en la universidad, encuentro que está bien».
¿Dopaje intelectual?
El uso de las píldoras inteligentes se está generalizando tanto entre los estudiantes que algunas universidades se plantean incluso hacer una especie de control antidoping a los alumnos antes de los exámenes.
Una posibilidad que abre un debate neuroético, ya que según Torruco la instauración de estos tests “sería un poco agresiva y represiva hacia los jóvenes». En su lugar, el psiquiatra recomienda medidas preventivas que incentiven a los estudiantes a incrementar su capacidad intelectual por otros cauces. “Si lo que queremos es aumentar nuestra inteligencia pueden emplearse muchísimas otras estrategias para aprender más, aprender mejor o en menos tiempo sin tener que utilizar estos medicamentos”, concluye.