Este lunes 25 de abril, la asociación de Amigos de los Museos de Aix-en-Provence tuvo la espléndida idea de invitar a Nathalie Douay, licenciada en Historia del Arte y conferencista nacional, para guiarnos en el rastro dejado por los “artistas callejeros”. La calle es un museo, y nada menos que desde la antigüedad. Las esculturas fueron las primeras obras de arte instaladas en el espacio público.
Nathalie Douay nos invitó a dar un paseo: un viaje de París a Kabul, pasando por Marsella y Argel, yendo del Cairo a Beirut, a Nueva York, a Alemania, desviándonos por Fort-de-France con sus colores, o por la mágica Valparaíso, por las favelas de Río de Janeiro y hasta por Corea del Sur. Nuestros sentidos, nuestras costumbres y nuestra mirada evolucionaron hacia un mundo de colores, de formas, de emociones, con artistas que nos sorprendieron con humor pero que también nos perturbaron, nos maravillaron y nos cuestionaron. En un muro o en el pavimento, en los postes o en las escaleras, en la grieta de una pared o utilizando un paso peatonal, con la materia que ofrece la calle el artista nos habla, se nos acerca… ¡tal vez sea esa persona que acabo de cruzar caminando!
Desde siempre, el arte acompañó los cambios profundos de nuestra sociedad. Indisociable de lo humano, el arte es la expresión de su humanidad. La calle es un museo y es una gloria. Vive, sueña, respira… ya no es anónima. El espacio público vuelve a ser común a todos, es NUESTRO. El muro descascarado y sucio se torna bello, nos hace soñar o nos entrega un mensaje. En el espacio público el arte es portador de sentido. Caen las barreras, se abre un espacio de libertad y de mutuo descubrimiento. Estas obras, en su mayoría efímeras, son testimonio de la generosidad de estos artistas. A menudo anónimos, que trabajan colectivamente, los artistas dan y comparten.
Para esta conferencia, Nathalie Douay hizo una selección de obras verdaderamente coherentes con el espacio público, sin olvidarse de los grandes representantes del street art.