Por Ana Maria Mahserdjian Der Krikorian.-
En homenaje a mis padres, sobrevivientes del genocidio armenio de 1915
Cuando era pequeña, marchaba en Buenos Aires cada 24 de Abril. Mis padres no me hablaron hasta casi adolescente de sus circunstancias personales, durante este crimen de Lesa Humanidad que sigue esperando reconocimiento.
Ya en la entrada a la adolescencia, mi padre me cuenta que el nacido en Aintab (hoy Gazianteb) de niño, tan solo quería jugar al fútbol en la calle con sus vecinos… y no podía… porque sus vecinos niños turcos como él le exigían demostrara que era turco, frente a este hecho tenía que escapar corriendo… Luego… años más tarde, tuvo que escapar junto a su madre y hermanos escondidos en un carro de un árabe solidario, lleno de heno, metidos, escondidos, desafiando la muerte en pleno invierno.
Escaparon a Alepo, Siria, donde luego de un tiempo se enteraron que su padre, mi abuelo, había sido asesinado, decapitado. Mi abuelo, se había quedado a proteger sus bienes, la casa y el taller donde producía aceite de sésamo. Mi apellido, eso significa, sacar aceite de sésamo, el oficio de la familia de mi padre.
Como hermano varón mayor, tuvo que hacerse cargo de la familia y en 1927 se trasladó con tres amigos a Argentina, para ir trabajando y trayendo de a poco a su madre y sus hermanos.
Diferente fue el camino a seguir de la familia de mi madre, provenientes de Sepastia (hoy Sivas), dueños de una situación más acomodada. Mi abuelo materno era representante de las máquinas Singer en toda la región, merecedor de la confianza de esa empresa por ser un hombre honesto. Él debió cambiarse el apellido (ignorar su identidad hacia afuera) para poder escapar vía Estambul. Se cambiaron los apellidos y vestía con el conocido “fes”, sombrero turco. Mi madre me narraba cómo había quedado grabado en su memoria que su padre, todos los días, cada día, entraba a la casa, se sacaba el fes, lo miraba fijamente, lo insultaba y lo colgaba en el perchero. Cada día, todos los días, la escena se repetía…
Ellos se mudaron a Estambul, donde mi abuelo falleció. Según mi madre, no soportó ver y vivir lo que estaba pasando con los armenios. Allí, mi abuela dice “debemos irnos a un país de paz” y realizan los trámites para que vía Marsella puedan viajar a Buenos Aires, donde había escapado y vivía un hermano de su esposo.
Jamás en los relatos de mis padres había odio ni venganza, me fueron contando todo esto como si fuera un cuento, para mi terrible. Marchábamos cada 24 de abril desde Plaza de Mayo a Plaza San Martín en conjuntos multitudinarios, en silencio, pidiendo reconocimiento por parte del estado ejecutor Turquía.
Han pasado 101 años del hecho, mis padres no están en este tiempo y este espacio. Las cosas no han cambiado mucho, o sí… mientras el estado turco ha salido de su anterior silencio para emprender una dura, costosa y mentirosa carrera negacionista y tratar de mostrar un falso rostro republicano y pacífico, envía a mercenarios del Isis a “ayudar” a Azerbaiyán en su lucha por volver a arrebatar los territorios donde viven mayoritariamente armenios y que esperan poder cumplir el derecho de autodeterminación de los pueblos. Negar sí, lo evidente, lo comprobado y probado. Los archivos del Vaticano abiertos en diciembre del 2014 por orden del Papa Francisco así lo comprueban y se suman, junto a todos los archivos de embajadores, representantes diplomáticos de otros países, por lo cual, tratar de imponer una revisión histórica de los hechos es simplemente una falta de respeto, una burda estrategia de dilación.
No puedo hablar de este tema sin hacer algunas puntualizaciones, referentes a hechos que suceden en la actualidad.
Armenia nunca tuvo un criterio expansionista, sino vean los mapas de lo que era a lo que es ahora. Armenia no tuvo nunca mentalidad armamentista… de hecho el 95% de su armamento actual es de defensa y no de ataque. El presupuesto de defensa de Azerbaiyán es igual al presupuesto total de Armenia. Los armenios jamás hemos sido ni seremos invasores, tan sólo queremos vivir en el territorio donde vivimos ancestralmente desde hace mas de 6000 años!
No les alcanzó con las masacres hamidianas de 1896, tampoco con la aniquilación de la población armenia de Adana en 1909, querían panturquismo (Turquía para los turcos) y lo siguen haciendo hasta ahora, aduciendo supuestas potestades sobre supuestos territorios que nunca fueron de ellos.
Los armenios, siguen luchando, defendiéndose, contestando algunas veces las violaciones al cese al fuego acordado hace 10 días, violaciones que son entre 40 y 80 diariamente y que sigue provocando más muertes.
Armenia sigue esperando… sigue esperando una reacción mundial, un ¡basta a tanta violencia ejercida por siglos! Pero eso no significa que va a callar, ha estado en pie defendiéndose y lo seguirá estando, luchando por sus derechos inalienables!
Los de ayer, los de hoy y los de mañana.
Los que siguen vigentes.
Porque además, se solidariza con los reclamos de otros pueblos que siguen sufriendo violencia de todo tipo.
Y porque los armenios, no queremos que nadie más pase lo que pasaron mis padres y todos los demás y que siguen pasando nuestros hermanos en Armenia y Artsaj (Gharapagh).
Seguimos pidiendo ¡Memoria y justicia!
¡No más negociados de armamentos!
¡No más genocidios! ¡Dejen vivir en paz!
Armenia en su máxima superficie. Armenia y Artsaj (Karabagh) hoy