Una vez más somos testigos de actos de terrorismo en Europa. Estos eventos en ciudades occidentales, en los que se mata a ciudadanos europeos, son horribles a los ojos de los medios de comunicación occidentales. Deben ser condenados y todos los seres humanos amantes de la paz los condenan. Nosotros en Pressenza los condenamos por completo.
Pero ya no es lo suficiente que los políticos de Europa y la población civil condenen los actos de terrorismo en Europa sin buscar las raíces del problema y la solución.
Del mismo modo en que la crisis de los refugiados no se puede resolver mediante el cierre de las fronteras y poniendo buques de guerra en el Mediterráneo, el terrorismo tampoco se puede resolver mediante el aumento de las medidas de seguridad y vigilancia de la población europea, demonizando a las personas con una fe musulmana y culpando a los inmigrantes.
Ambos problemas se originan a partir de la participación de Europa en las guerras en el Medio Oriente.
Esta es una verdad incómoda que los políticos de casi todas las partes del espectro político son incapaces de aceptar o, en caso de que la acepten, no son capaces de decirlo públicamente, porque los grandes medios de comunicación anti-humanistas los perseguirán en un intento de destruir sus carreras y silenciarlos.
Durante décadas, Europa se ha involucrado en puntos geográficos estratégicos del planeta, promoviendo guerras y disturbios civiles. Todos conocemos los nombres de estos lugares: Libia, Siria, Afganistán e Irak, entre otros. Y la supuesta justificación de estas guerras ha sido la falta de derechos humanos y la democracia.
Sin embargo, sabemos que hay docenas de países que también tienen terribles registros en cuanto a los derechos humanos y la democracia. Sin duda, Arabia Saudita encabeza la lista; sin embargo, países como Zimbabue, Egipto y China están en esa lista también.
Y mientras que, en los primeros, la OTAN desata el infierno en la Tierra, a los últimos se les permite hacer lo que les plazca.
Mirando más de cerca, los primeros países tienen cantidades importantes de petróleo o son geográficamente importantes para instalar oleoductos, y los segundos son, o bien países sin materias primas estratégicas, o bien con vínculos comerciales demasiado importantes como para ponerlos en peligro.
Los ciudadanos de Europa deben despertar de su ensimismamiento. La política exterior de la Unión Europea es un desastre. Las guerras no generan paz; generan refugiados y terroristas. Y nuestros políticos y aquellos que controlan nuestro sistema bancario, los grandes medios de comunicación y los militares, lo saben.
Me acuerdo de las palabras por el autor argentino y activista no violento, Silo, quien escribió allá por los años 80:
Así que, no nos sorprendamos cuando alguien responda con la violencia física si lo hemos sometido a presiones psicológicas inhumanas o de explotación, la discriminación o la intolerancia. Y si esta respuesta nos sorprendiera, es porque somos, o bien una parte interesada de la injusticia (en cuyo caso nuestra «sorpresa» es también una mentira), o porque solo vemos los efectos sin darnos cuenta de las causas que determinan esta explosión.
Europa se encamina hacia un abismo. La paz que Europa ha experimentado principalmente desde 1945, está en gran peligro. Los beneficios sociales y la seguridad que fueron logrados por nuestros ciudadanos, están siendo atacados por una enferma colaboración entre las corporaciones, los medios de comunicación, el sistema bancario y la industria militar.
Ahora es el momento para que la sociedad civil actúe. Es responsabilidad de todos nosotros involucrarnos en las organizaciones humanistas que se basan en los principios de la no violencia, en el que el valor del ser humano es lo central, como Mundo sin Guerras y sin Violencia, el Partido Humanista Internacional, Convergencia de las Culturas y otros; y estas organizaciones deben apoyar de la mejor manera posible las campañas más amplias para el cambio social, como DiEM25, ICAN, No a la OTAN, y muchas otras. Corresponde a los ciudadanos de Europa rechazar la información falsa y las justificaciones que provienen de los medios anti-humanistas, y buscar fuentes alternativas, como Pressenza.
Es hora de que la solidaridad se exprese, no solo entre aquellos con creencias y apariencias similares, sino entre todos los seres humanos. Esta sería la respuesta coherente.