En la conmemoración de un nuevo 8 de marzo, El Desconcierto recuerda el ejemplo de Laura Rodríguez, María Rozas y Cecilia Magni -la Comandante Tamara-. Algunas de las mujeres que, pese a no ser ampliamente conocidas, representan un ejemplo desde sus distintos ámbitos de lucha.
Por Equipo eldesconcierto.cl@eldesconcierto
El 8 de marzo de 1857, un grupo de trabajadoras textiles salieron a las calles de Nueva York para protestar contra las míseras condiciones en que trabajaban. Años después se institucionalizaría como día internacional de la mujer, en honor a las movilizaciones de mujeres trabajadores que reivindicaban sus derechos. Pero este día se conmemora también en honor de las más de 120 mujeres que murieron en un incendio en una fábrica de camisas en marzo de 1911.
Las mujeres calcinadas trabajaban en jornadas de nueve horas diarias, más siete horas los fin de semanas. La alta cifra se debe a que los dueños de la fábrica cerraron las puertas con llave.
En un contexto en el que a solo tres meses de iniciado el año se han ejecutado 5 femicidios, en el que se cometen en promedio en 17 violaciones por día y 34 abusos sexuales, en el que las mujeres reciben un sueldo en promedio 17% menor que los hombres y que siguen siendo discriminadas en planes de salud solo por el hecho de ser mujeres, hoy se conmemora un nuevo día de la mujer, con movilizaciones convocadas en todo el país.
Sin embargo, la historia del país conoce el caso de mujeres luchadoras que sobrepasaron los prejuicios y estereotipos de una sociedad machista para hacer valer sus derechos. En la conmemoración de un nuevo 8 de marzo, en El Desconcierto quisimos recordar el ejemplo de Laura Rodríguez, María Rozas y Cecilia Magni -la Comandante Tamara- como mujeres que, pese a no ser ampliamente conocidas, representan un ejemplo desde sus distintos ámbitos de lucha.
Laura Rodríguez: de cara a la gente y de espaldas al Parlamento
El 5 de noviembre de 1991, familiares de detenidos desaparecidos fueron desalojados de la Cámara de Diputados por Carabineros para que los parlamentarios pudieran continuar con la sesión. Indignada, la diputada del Partido Humanista Verde Laura Rodríguez se levantó de su escaño y salió.
– Aquí han habido malos tratos y aquí ha habido violencia. Es cierto que en nuestro país, en democracia hay presos políticos. Encuentro indignante que los parlamentarios y el gobierno estén en la sala y ninguna haya sido capaz de subir hasta arriba y defender de cómo estaba siendo tratada por los Carabineros- dijo Laura frente a la prensa y comenzó a retirarse. Segundos después, se da vuelta y grita frente a las cámaras: “¡A mi me dan ganas de renunciar y salir de este Parlamento que no representa a nadie!”
Laura Rodríguez fue la primera -y única- diputada del Partido Humanista, la primera mujer en ser candidata a la Presidencia y una mujer avanzada para su época. “Ella construía la sociedad del futuro”, dice Rosita Ergas, directora ejecutiva de la Fundación Laura Rodríguez y cuñada de la ex diputada. En plena transición, Rodríguez presentaba un programa sobre los derechos reproductivos de la mujer, denunciaba 150 mil casos de abortos clandestinos en Chile, presentaba iniciativas a favor de la preservación del medio ambiente y por la protección de las comunidades indígenas. Muchas de ellas, iniciativas que hoy aún siguen siendo tema pendiente. El proyecto de ley sobre divorcio vincular fue presentado por Rodríguez en mayo del 91. Fue aprobado recién en marzo del 2004.
Tuvo que enfrentarse a diferentes escollos durante su vida. En medio de un ambiente hostil para las mujeres y para quienes se escapaban de las pautas tradicionales de la transición, sus pares la acusaron de no tener “dignidad parlamentaria”. Incluso le hicieron una “ley del hielo”, según cuenta Rosita, además de discriminarla por cómo se vestía. “La dignidad se gana en la medida que se represente a la gente“, respondió.
Mientras hoy la crisis política por casos de corrupción afecta transversalmente a todos los sectores políticos, hace 25 años Laura Rodríguez denunciaba “el virus de altura”: “He podido comprobar una y otra vez cómo las personas frente al poder se transforman. Quien ya no tiene problemas de estacionamiento, ni tiene necesidad de ir al supermercado, quien recibe trato especial en todo momento, no es la misma persona que cuando no contaba con todos estos privilegios. Los cambios externos producen modificaciones internas. Este cambio de la personalidad que se produce con el poder es el llamado “virus de altura”.
“Se da cuando la gente cree que ha llegado a un cargo por sus propias cualidades. Se creen la muerte y olvidan el trabajo detrás que los llevó hasta ahí. Cuando se da en los políticos, se olvidan de la gente, toman decisiones en contra de la gente y es lamentable”, dijo en una entrevista. “Era un vaticinio”, cuenta Rosita Ergas.
Pese a que nunca la conoció, el diputado Gabriel Boric reconoce que el ejemplo de Laura Rodríguez ha sido muy importante para él. Asegura que el concepto de virus de altura lo ha ayudado a mantener sobre tierra. “Su rebeldía frente a las injusticias, frente a los privilegios es algo que tenemos que mantener vivo, sobre todo en espacios institucionales y muchas veces tan acomodados como el Parlamento”, afirma.
Cada cierto tiempo, Rodríguez organizaba asambleas en Peñalolén y La Reina, los distritos que representaba. Escuchaba a la gente y sacaba ideas para proyectos de ley. Así nacieron sus propuestas -fallidas- de iniciativa legislativa popular, para que la ciudadanía presente directamente sus proyectos de ley, y de mandatos revocatorios para los políticos que no cumplían sus compromisos. Todos para hacer valer su ya histórica frase de ser “parlamentario de cara a la gente y de espaldas al Parlamento”.
Rodríguez superó un cáncer de mamas que la acosó en 1985. Pero solo un par de años, otro cáncer al cerebro terminaría definitivamente con su vida en julio de 1992. Tenía tan solo 35 años y no pudo completar su mandato.
María Rozas, la DC que lideró el movimiento sindical
“El 8 de marzo no es para celebrar, es para conmemorar a esas 120 mujeres que murieron calcinadas por luchar por sus derechos laborales. Hoy, a 100 años de esa gesta, el mundo las recuerda y las conmemora”.
El mundo sindical ha sido tradicionalmente un espacio propenso al machismo y a los liderazgos masculinos. En ese ambiente fue que María Rozas hizo valer su voz como líder de los y las trabajadores. Una de las principales impulsoras en la fundación de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), llegó a ser diputada, vicepresidenta de la multisindical y vicepresidenta de la Democracia Cristiana.
“Su partida física generó una situación de orfandad de una voz relevante en el movimiento sindical chileno. Mujer de mil batallas, de un compromiso hacia los trabajadores. Me reconozco en María Rozas, en su convicción de llevar adelante el rol de la mujer trabajadora en el movimiento sindical. Pocas veces reconocidas, muchas veces discriminada y maltratada, ella dejó una huella indeleble que se le extraña”, afirma Cristián Cuevas.
Jorge Arrate, ex candidato presidencial, compartió en más de una ocasión con María Rozas como ministro del Trabajo de Eduardo Frei, mientras la dirigenta participaba activamente en la CUT. “No era fácil en una atmósfera de trasfondo tradicional, de mayor tendencia al machismo, ser dirigente mujer como lo fue María Rozas. Pero ella logró desenvolverse ahí, dio la lucha de frente, con valor, se enfrentó a los hombres, siempre con mucha corrección”, asegura.
En dictadura, Rozas no solo lideraba la coordinadora nacional sindical y la agrupación “Mujeres por la Vida”. En las marchas, se ponía frente a frente a los guanacos. “Era por lejos la más valiente”, recuerda la ex diputada María Antonieta Saa. “En las calles se gana la lucha”, solía decirle María a sus compañeros trabajadores.
El día de su funeral, en mayo del 2011, el entonces presidente de funcionarios del Banco Estado recordó a María Rozas: “Ella defendía con gran pasión la igualdad de género buscando para la mujer, el mismo trato a igual trabajo. Y lo hacía como todas las cosas que emprendía, con pasión, con fuerza, poniendo siempre su sello inconfundible, labor que ella realizaba desde la secretaría de la mujer en la CUT”.
En pleno debate de la Reforma Laboral, para muchos hace falta un liderazgo como el de María Rozas. “Ella hubiese estado en el lugar de los trabajadores. Era bien institucional, hubiese dado una gran batalla al interior de la DC y de la Nueva Mayoría. No era una persona fácil de someter, con mucha inteligencia para negociar, una mujer de unidad y mucha fortaleza. Hubiese estado por avanzar hacia una verdadera re
forma laboral”, afirma Cristián Cuevas.
Para el actual vicepresidente de la CUT y también democráta cristiano, el lugar de Rozas en el debate actual no está en duda: “Si estuviera viva, estaría oponiéndose a las indicaciones, dando una dura batalla al gobierno y a los hermanos Walker al interior de la DC”.
La historia de la Comandante Tamara: “Me vieron con granadas, con revolver. Y ésa fue la única vez que me han dicho “qué linda estás”.”
Como relata el libro “Operación Siglo XX” de Patricia Verdugo y Carmen Hertz, en cuanto a Cecilia Magni la nombraron como la comandante “Tamara” al ingresar al Frente Patriótico Manuel Rodríguez en 1983, ella ni siquiera preguntó la razón. Con su motivación por entrar, recién después se enteró de que era por Tamara Bunke, “Tania”, guerrillera que había luchado junto al Che Guevara en Bolivia.
Los padres de Magni eran pinochetistas y ella estudió en el privilegiado colegio Grange. “Ella está inserta en un medio en el cual era bastante difícil percibir el reducto de horror que era Chile en ese momento. Es particularmente valiosa la aproximación que hace de darse cuenta de este horror y arriesgar la vida por la libertad de todos nosotros”, dice Carmen Hertz.
Al ver las injusticias que existían en un periodo negro de Chile, Tamara decidió entrar al Partido Comunista. Dentro de la organización, conoció a Rafael Walker, de quien quedó embarazada. La casa de ambos se había transformado en una especie de imprenta. En una pequeña sala de servicio, habían montado un mimeógrafo electrónico.
“Yo escribía El Siglo y ella lo imprimía, además de miles de textos de la Jota. Estaba embarazada pero incansablemente día a día se levantaba y prácticamente tenía que saltar el mimeógrafo para imprimir”, recuerda Walker con alegría.
Una vez les tocó sacar justo a ellos dos los fosforitos sin cabeza que determinaban que eran los encargados de ejecutar la próxima “operación audaz”. “Era algo tremendo, además que era más fácil porque ella estaba embarazada y salíamos juntos de la mano al auto que nos pasaba a buscar”.
Un tiempo después la relación terminó, y ella además ingresó al Frente, donde llegaría a ser la única mujer en alcanzar el grado de comandante. Tanta era la confianza que inspiraba entre sus pares, que fue una de las encargadas de la misión más compleja y peligrosa que tuvo la organización: la Operación Siglo XX, para terminar con la vida del general Augusto Pinochet.
Entre las labores que tuvo Magni en el operativo, fue la de ser la encargada de logística y conseguir junto a César Ariztía todo lo que se necesitaba: arriendo de propiedades, autos. Según el libro “Operación Siglo XX”, a veces se hacía llamar “Adriana Acuña” y lucía un collar de perlas, según ella, para la buena suerte. Su aspecto físico de “gente bien” hacía un perfecto disfraz para la labor.
Se burlaba de lo que aparentaba, por ejemplo, cerrando la puerta del auto que ocupaban de una patada: “Así actúa un pije, como si su auto le importara un huevo”, decía.
Tras su participación en el fallido atentado a Augusto Pinochet, Cecilia Magni se decidió a participar de la estrategia del Frente Autónomo de una guerra patriótica nacional, iniciada con asaltos a distintos retenes de Carabineros a lo largo del país.
La decisión de participar preocupaba en demasía a Rafael Walker, quien sostuvo una conversación de mediodía a medianoche con ella en un auto. Ocasionalmente salieron a comprar algo para comer, otros ratos lloraron. Pero Tamara estaba decidida.
Junto a Raúl Pellegrin, Comandante José Miguel, se reunieron un 21 de octubre en los Queñes para encabezar una toma del poblado de Los Queñes y un asalto a su retén de Carabineros. Ese día quedaron escritas consignas del FPMR en las murallas, y sentían que habían liberado el territorio. Ambos huyeron rumbo a La Rufina, pero se vieron obligados a acercarse al río Tinguiririca.
Fue ahí donde, con muestras claras de tortura, fueron hallados muertos. La tesis de la dictadura fue que se habían ahogado. Se especuló que por acción de otro frentista, Bigote –posteriormente ejecutado por el mismo Frente-, los guerrilleros habían sido identificados por Carabineros.
La lucha por encontrar a los culpables fue larga. Recién en 2014, el fallo de la Corte Suprema finalmente admitió que hubo torturas que ocasionaron la muerte de ambos guerrilleros, pero aún así absolvió a los principales acusados. “A pesar del hecho acreditado de la muerte por acción de terceros, no existe la misma contundencia probatoria para sostener que alguno de los acusados provocara la muerte de las víctimas, ya sea autónomamente o por orden superior”, fue la sentencia.
“Dejaron a los asesinos libres. El juicio se fue por el lado de la autopsia y no por el de todo el operativo que hubo detrás. Le quitaron el peso político”, dice Carla Pellegrin, hermana de Raúl, que actualmente es vocera del movimiento Todos por Ramiro, que pide la liberación de Mauricio Hernández Norambuena, que cumple una condena de 30 años en Brasil.
Al igual que el fallo de la Corte Suprema, la sociedad poco a poco ha ido olvidando la lucha de los guerrilleros de ese tiempo. “La sociedad reacciona según los estímulos que le llegan. Acá ha habido una confabulación de políticos y medios de comunicación por estigmatizar a personas como Cecilia Magni, pero en forma más general, al movimiento popular”, dice Carmen Hertz.
Según admiten algunos protagonistas de la historia, con la aparición de libros como Los Fusileros de Juan Cristóbal Peña, la serie Amar y morir en Chile o finalmente la serie “Guerrilleros” de Chilevisión, la sociedad se ha ido enterando de la vida de los guerrilleros y sus motivaciones.
En entrevista con Revista Hoy, la comandante Tamara diría: “Yo soy jefe y se me subordinan hombres. He estado a cargo de tropas, masculinas por supuesto. Nunca he tenido problemas. Te aseguro que mis subordinados difícilmente ven en mí a una mujer. Una vez me vieron con las armas encima. Me vieron con granadas, con revolver. Y ésa fue la única vez que me han dicho “qué linda estás” “.