Por Gerardo Alcántara Salazar *
La actual disputa peruano chilena por la delimitación fronteriza del mar de las 200 millas, pone en evidencia cómo la intelectualidad chilena a través de sus operadores diplomáticos venía manipulando a sus pares peruanos. Se ha evidenciado que el tema implica mucho más que la grandeza intelectual de un diplomático, la de Miguel Bákula, circunscrito al entorno peruano.
Si bien es cierto, no existe un tratado específico que resuelva el problema materia del actual conflicto en La Haya, la diplomacia chilena avanzaba en diferentes tratados a convertir de facto tratados de otra naturaleza, como el de pesca suscrita entre Chile, Perú y Ecuador en Tratado de Límite Marítimo. Si bien, la diplomacia chilena no logró en 1952 un acuerdo que delimitara la frontera actualmente en disputa, consiguió, cuando menos, manipular a los estrategas peruanos y, mediante ese convenio sacar ventaja y lucrar, por más de sesenta años, con la riqueza ictiológica, que debería corresponderle al Perú. Y si el derecho internacional no exigiera que en este tema, el tratado deba ser expreso, con el transcurso del tiempo habría conseguido sus propósitos. ¿Cuánto tiempo más habría demorado en resolverse este problema, si es que el entonces joven canciller peruano Alan Wagner a mediados de 1980 no reparara en el problema secundado o quizá también aguijoneado por Miguel Bákula?
Antes de que esto sucediera, a los chilenos les caía perfectamente bien estas expresiones que Wikipedia atribuye al embajador Juan Miguel Bákula Patiño: «Lo esencial es la formación del espacio nacional, o sea, la manera como se expresa el esfuerzo del país por ocupar su territorio. Otra cuestión distinta es la delimitación territorial con hitos, que no es otra cosa sino una operación mecánica, objetiva». «Las fronteras no existen porque se coloque un hito. Las fronteras existen porque hasta allí llegaron los hombres de uno y otro lado con su esfuerzo, su voluntad y su trabajo».
Desde este punto de vista, los chilenos estaban decidiendo de modo fáctico una frontera, legitimado (no es lo mismo que legalizando) por nuestra mayor autoridad en la materia, esperando el momento en que facticidad, legitimidad y legalidad se consubstanciaran.
El actual problema que Perú debate con Chile en la Corte internacional de la Haya debería dar lugar a que en Perú se considere un tema que nadie quiere tocar: El estándar de nuestras instituciones educativas, el estándar de la educación, superando ─eso sí─ la consulta a los burócratas del ministerio de educación, como que tampoco a los jerarcas de las universidades, sino a quienes tienen logros realmente representativos, aunque claro está nos quedaríamos con unos cuatro elegidos. ¿Cuántos ministros competentes tenemos para opinar sobre el tema? ¿Habría que seguir consultando a los “expertos” del ministerio de educación o a quienes ocuparon cargos de viceministros de gestión educativa? En Perú existe la idea implícita de existe simetría –y perfecta- entre competencia académica y los logros burocráticos, cuando en realidad la competencia académica se demuestra exclusivamente por la producción científica, que vaya más allá de grados académicos y publicaciones que no trasciendan de la divulgación a la innovación de conocimientos.
Tal vez el cuerpo de investigadores de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, la mejor rankeada del Perú, pese a contar prácticamente con una sola Facultad, la de Medicina, y algún ex rector como Manuel Burga de la Universidad Nacional mayor de San Marcos, e indudablemente Pablo Macera, también de San Marcos, así como Juan Ossio y Gonzalo Portocarrero, conjuntamente con Aníbal Torres(San Marcos) y José Antonio Silva Vallejo (San Marcos) podrían liderar el equipo de expertos que opinen sobre investigación universitaria, siempre que no se confunda aglutinar amigos o autores que no hacen más que resumir o parafrasear autores extranjeros (error frecuente en CONCYTEC).
Esto sería solamente el punto de partida, esperando que a través de esta base se expanda el número de los mejores catedráticos peruanos consultados, deseando que prime entre ellos la generosidad y espíritu empático, porque menciono solamente a muy pocos de los que obviamente deberían ser tomados en cuenta.
Perú tiene el privilegio de contar con eminencias como Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, quien supo superar incluso las trabas de su propio padre. Tenemos a Javier Pérez de Cuellar, por dos periodos Secretario General de las Naciones Unidas. Nos honramos con la gloria de Gastón Acuario, genio innovador, cuya frondosidad intelectual y humana no solamente mejora nuestra autoestima, sino que genera efectos multiplicadores en la economía que nos beneficia ya y beneficiará mucho más a todos los peruanos. Sin demagogias políticas, Gastón Acurio practica la inclusión social. Tenemos también a Juan Diego Flores, una gloria de la lírica mundial. Y habría que agregar a Hernando de Soto, que ojalá, alguna vez nos sorprende con el Nobel en Economía.
Pero en la antípoda tenemos a un “gran filósofo” de la prehistórica oligarquía extirpada por Velasco, de nombre Alejandro Deustua, ex rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, censurable no solamente por su mentalidad nazi, sino detestable por su mediocridad intelectual, al pretender que un país podría existir sin industria, ni siquiera como la argentina de entonces.
El APRA y la izquierda tradicional, por décadas enemigos frenéticos y ahora socios en la administración de instituciones como la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, han hecho los mayores méritos para que las universidades peruanas estén entre las peor calificadas no solamente del mundo, sino incluso de Latinoamérica, las de menor estándar, debe quedar muy claro de las universidades de los países que van desde la frontera sur de Norteamérica hasta el Cabo de Hornos. San Marcos, la Decana de América, ocupa el puesto 138 en el ranking de las universidades latinoamericanas. Existen setenta y dos universidades brasileñas por encima de San Marcos, además de argentinas, mejicanas, colombianas.
Pero en Perú nos hemos vuelto fundamentalistas. Somos musulmanes. Y no faltan parlamentarios charlatanes, que caminan por las universidades públicas agitando a favor del voto universal, procurando que los estudiantes, la totalidad de ellos vivan en un permanente festival electorero.
El déficit de nuestra diplomacia hay que ubicarlo en el entorno cultural y, por tanto académico, peruano. No hay investigación. No hay ciencia. No hay teoría. El noventa y nueve de los catedráticos viven soñando o peleando activamente hasta por el puesto más miserable.
¿Y quién podrá resolver esto? ¿La retahíla de genios y sabios del congreso que quiso enviar una delegación para pasearse en Holanda?
Perú vive de vender minerales que otros exploran y desentierran, le aplican la lixiviación, transportan y transforman, utilizando tecnología de última generación. Perú sin agregar valor alguno cobra porque esos minerales están en nuestro territorio.
Despierten peruanos, los que están en el ejecutivo, en el parlamento, en los gobiernos regionales, en las universidades, colegios, sindicatos, estamos en la Era de la Globalización, donde la mercancía más importantes que las materias primas es el conocimiento .
La participación de Alain Pellet y su equipo de expertos extranjeros voceros de Perú en Haya debe hacernos tomar conciencia de cómo las mejores universidades del mundo forman a sus profesionales.
*Doctor de la Universidad de Buenos Aires, Área Ciencias Sociales – Catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos