Aziz Faye, portavoz del Sindicato Popular de Manteros, ha estado varias veces encerrado en centros de internamientos de extranjeros (CIE) y denuncia una «legislación racista».
«Lo único que tenemos como arma es contar nuestra vida, que todo el mundo sepa todo lo que hemos estado sufriendo»
Por João França
Aziz Faye es de Senegal y desde 2007 vive en Barcelona, donde se dedica a la venta ambulante. Desde hace algunos meses es portavoz del Sindicato Popular de Manteros, que está negociando una solución con el ayuntamiento para las personas que venden en la calle de forma irregular y se encuentran constantes problemas con la policía. Esta semana, Faye ha participado también del llamamiento a la manifestación de este sábado por el cierre definitivo del CIE de la Zona Franca, una realidad que conoce bien porque estuvo dentro.
¿Cuándo llegó a Barcelona?
Yo llegué a Barcelona en junio de 2007 y me fui a vivir con unos amigos, que yo no conocía, pero un compañero de viaje me dio su contacto y fui a vivir con ellos.
¿Cómo vino?
Vine en cayuco desde Mauritania. Desde 2006 estaba intentando venir y siempre me deportaban, y después del tercer viaje logré entrar. Cuando llegué a Barcelona fui a vivir con ellos, que eran de Gambia. Estuve con ellos unos ocho meses y durante todo este tiempo estuve buscando trabajo, porque yo nunca quise estar en la calle vendiendo, porque tenía riesgo y te puede complicar la situación cuando quieres arreglar tus papeles.
Yo les decía que no quería seguir dependiendo de ellos, porque en todo ese tiempo no había podido participar en pagar la casa ni nada, y decidí salir de ahí y buscarme la vida. Me fui con otros compañeros que vendían en la calle, a ver como podía empezar a vender con ellos para ganarme la vida yo sólo. Los que venden, que son senegaleses, me ayudaron a comprar bufandas, y entonces empecé a vender bufandas. Y así un día te pillan, otro día vendes algo y así me fui adaptando poco a poco y hasta hoy.
Ha pasado varias veces por el CIE.
En los tres viajes anteriores me metieron en el CIE en Tenerife, pero cuando logré entrar a Madrid, fue la policía quien nos trajo aquí y después nos soltó, y aquí como seguimos siendo ilegales, en cualquier momento te pueden pillar otra vez y llevarte al CIE. Las dos últimas veces fueron cuando a partir de 2011 me cogieron otra vez y me deportaron. Cuando volví, en el mismo año 2011, me llevaron otra vez al CIE pero esa vez no me deportaron, me dejaron en libertad.
¿Cómo fue pasar por el CIE?
Fue una experiencia muy muy dura. Durante estos 40 días te sientes solo, te sientes una persona vulnerable, débil, te aburres mucho, y no tienes opción, no tienes nada que hacer. Aunque te dan un abogado para que te defienda te acabarán expulsando. No tienes mucho derecho a defenderte ahí. A mi lo que me gustaría es mostrar todo lo que estamos viviendo dentro de los CIE, de la falta de higiene, de salud y de comida. Pasamos mucha hambre, pasamos frío, y nos sentimos tirados. Nosotros queremos luchar para cambiar todo esto, porque es una ley que nos perjudica a los inmigrantes. Esto no es nada fácil y lo único que tenemos como arma es contar nuestra vida, que todo el mundo sepa todo lo que hemos estado sufriendo, porque hay gente que quiere apoyarnos y cambiar el sistema y con ellos tendremos bastante fuerza para seguir luchando.
Ahora trabaja con movimientos sociales de la ciudad. ¿Tienen conciencia de esta situación?
Los que nos están apoyando lo saben. Cuando yo estuve en el CIE muchos amigos míos que son de aquí vinieron a verme, y vieron que estaba sufriendo allí. En 2011 yo ya llevaba tiempo aquí, y conocía a gente, y venían y me veían raro, me veían muy diferente. Durante los primeros 30 días perdí muchísimos quilos, y eso es parte de un sufrimiento que hay que cambiar.
¿Cómo es la alimentación en el CIE?
Aunque te den una cantidad, te dan una comida que no te gusta, que no sabes qué comida es. Si para ellos es una comida sana, para nosotros no lo es, porque perdemos quilos y yo por ejemplo casi cada día vomitaba todo lo que comía. Te estoy hablando de arroz con agua. No digo que nos dieran comida en malas condiciones, pero que no gusta, y si quieres darle comida a alguien no puedes forzarlo. Yo creo que ellos mismos no comen lo que nos dan. Por la mañana nos daban un tipo de donut, que no pesa casi nada, y un café. Y después tienes que esperar hasta la una para poder comer esta comida que no te gusta. Si comes cada día una comida que no te gusta, estás mal.
¿Había problemas de salud?
Nos juntan a todos, gente que está sana con gente que está enferma, que a lo mejor tiene algo contagioso. Yo veía gente que se veía que estaba mal. También hay gente que tiene problemas psicológicos y no tiene la ayuda de un psicólogo. A toda esa gente con problemas psicológicos, un día la llevan y la deportan.
Dice que vomitaba casi cada día. ¿No tenía una atención?
Si tienes dolor te dan un ibuprofeno y basta. Hay lo que llaman una asistencia médica, pero que no sirve de nada. A veces si hay una urgencia llaman a una ambulancia, y si no lo ven tan urgente te dicen que no pasa nada.
Y al cabo del tiempo salió otra vez a la calle.
La última vez me dejaron en libertad. Te encierran ahí cuarenta días, y después te dejan en la calle. Si te dejan salir a la calle tienes tres meses que no te pueden encerrar otra vez, pero si se acaban los tres meses en cualquier momento te pueden volver a encerrar.
¿Qué pasaría si las personas nacidas aquí pudieran verse en esta situación?
Es que esto solo existe para los inmigrantes, es una ley racista. En mi país no hay una ley que determina que alguien que acaba de llegar va estar encerrado cuarenta días, y luego lo envían con un avión a su país. Es una persona que no ha hecho nada malo, y encima le tratan peor que en la cárcel. Eso es lo que nos duele, lo que no podemos entender.
¿Cómo afecta su día a día esa legislación racista de la que habla?
Nosotros no tenemos más remedio, otra forma buscarnos la vida, porque somos ilegales y por lo tanto no podemos trabajar, pero luego lo han preparado todo para que para cualquier cosa que estamos haciendo, nuestras actividades, haya una ley que nos espera para perjudicarnos, porque todos los antecedentes policiales que vas teniendo te impiden conseguir regularizar tu situación.
¿Cuál es la situación actual de los vendedores ambulantes?
Se ha reformado la ley para considerar la venta ambulante como un delito. Han cambiado el sistema de perseguirnos y pegarnos, pero ahora hay mucha más policía que antes. Antes podíamos vender y nos trataba mal la policía. Ahora podemos decir que no hay represión policial pero sí que hay mucha más policía.
¿Ahora es más difícil vender?
Sí, es peor que antes. Estamos más tranquilos porque podemos decir que no hay represión, que no nos pegan, pero la policía nos sigue quitando la mercancía. Están más tranquilos pero están en todas partes.
¿Y os ofrecen alguna alternativa a la venta ambulante?
Es lo que estamos intentando conseguir con el Ayuntamiento. Nosotros nos hemos organizado para poder negociar. Se ve que hay interés, pero todavía no vemos nada. Empezamos en octubre, cuando decidimos organizar nuestro sindicato y desde entonces hemos logrado hacer una mesa, y esa primera mesa fue como un reconocimiento, presentación, pero esperamos que salga algo positivo para nosotros.
¿Qué espera de la manifestación de este sábado por el cierre definitivo del CIE?
La gente nos ha apoyado muchísimo. Si nosotros llegamos aquí es porque tenemos muchos colectivos detrás. Espero que esto siga así y todo siga cambiando. Esta manifestación del sábado es muy importante, sobretodo para nosotros que lo hemos vivido, e invitamos a todo el mundo para que nos venga a apoyar.