Hace unos meses, una singular “subasta humanitaria” tuvo lugar en los despachos de la Comisión Europea en Bruselas, tras ver la imagen del cadáver de un niño sirio de tres años que el mar arrojó a las costas turcas. La “subasta” debía decidir el número de refugiados sirios a adjudicar por cada país de la Unión Europea (UE). Alemania ganó el mayor lote.
Pero antes de tomar una decisión final, algunos de los países europeos menos ricos se apresuraron a mostrar reticencias. “Estamos tratando de salir de la crisis; tenemos un porcentaje muy alto de desempleados; un enorme déficit público … “, tratarían de explicar las autoridades españolas, por ejemplo, con fórmulas diplomáticas.
La decisión de la UE también desató una ola de controversias políticas. Algunos líderes conservadores, como el primer ministro húngaro Viktor Orban, alertarían contra ese “tsunami” de musulmanes amenazando con atacar “nuestra civilización cristiana”.
Otros, como el multimillonario estadounidense y precandidato presidencial republicano, Donald Trump, se apresuraron a reclamar la total prohibición de entrada a su país de todos los musulmanes.
El factor mano de obra
Mientras, los expertos en mercados laborales argumentarían que el llamado proceso de “selección natural” resolvería el problema, es decir, que los mercados de trabajo contratarían a aquellos refugiados cualificados como mano de obra no costosa, mientras que los no cualificados terminarían siendo inmigrantes ilegales indocumentados y, por lo tanto, fáciles de repatriar.
Pero este argumento no ha sido suficiente para calmar el pánico que varios políticos y muchos medios de información indujeron entre ciudadanos europeos.
Otro argumento esgrimido por esos expertos es el hecho de que la población europea sigue envejeciendo sin el reemplazo demográfico necesario, lo que se traduce en más receptores de pensiones y menos contribuyentes para reponer el presupuesto de jubilaciones.
Todo esto, por supuesto, al margen de las convicciones humanitarias.
Fue cuando la UE, encabezada por Alemania, decidió ofrecer ayuda económica a los países “de acogida” menos ricos (6.000 euros por refugiado) que los más reacios aceptaron el trato. Así España, que convino en acoger entre 14.000 y 16.000 refugiados, ha jaleado hace unas semanas la llegada de los primeros 14.
El nuevo infierno
Mientras, los medios de información difundían decenas de imágenes dramáticas y relatos trágicos sobre las kilométricas barreras de alambre de púas y concertinas construidas por algunos estados de Europa del Este; la llamada “jungla de Calais” en Francia; los cientos de refugiados atrapados en las fronteras; la llegada del frío invierno, o la muerte diaria de decenas de seres humanos en las costas griegas.
Luego vino la matanza brutal, inhumana, execrable de civiles franceses el 13 de noviembre a manos de terroristas yihadistas; los ataques inmediatamente anteriores contra la población desarmada en Líbano, así como los precedentes en Túnez y, más tarde, los de la víspera de Año Nuevo en la ciudad alemana de Colonia, por no hablar del diario asesinato de inocentes en Egipto, Iraq, Siria y Turquía, entre otros.
Todo esto creó problemas internos a varios gobernantes europeos, como la canciller alemana, Angela Merkel, además de alimentar aún más el pánico inducido entre los ciudadanos europeos.
Así, las convicciones humanitarias europeas se fueron poco a poco resquebrajando.
Un almacén de refugiados en Turquía
De repente, se encontró una “solución”: la UE pidió a Turquía mantener a los refugiados sirios en su territorio o en sus fronteras, impidiéndoles pasar a Europa, a cambio del pago de 3.000 millones de euros y la promesa de descongelar el bloqueado proceso de negociaciones con Ankara para su posible integración en el club europeo.
En otras palabras: transformar Turquía en un “almacén” de refugiados sirios, hasta que…
Hechos son hechos
Algunos hechos, entretanto:
– El número actual de refugiados sirios supera los 4,5 millones – según la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Esta cifra no incluye a los cerca de 7,5 millones de desplazados internos, es decir, de refugiados en su propio país. El total representaría más de 50 por ciento de la población siria de 23 millones de habitantes;
– La cifra de refugiados sirios “subastados” en Europa representaría apenas una quinta parte de esos 4,5 millones errantes en suelo europeo;
– El número de refugiados sirios que efectivamente podrían al fin permanecer en Europa se estima que baje a menos de 15 por ciento de esos 4,5 millones;
– Los restantes, es decir, 85 por ciento de los 4,5 millones de refugiados sirios se distribuyen actualmente en Medio Oriente, en países árabes pobres e/o inestables, como Líbano (con más de un millón de refugiados o una quinta parte de su población total); el turbulento Iraq, y Jordania, donde el campamento Za’atri representa la cuarta “ciudad” más poblada del país;
– La mayor parte de ayuda y asistencia humanitarias proceden de los deficitarios recursos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o de organizaciones de la sociedad civil;
– Los propios europeos también fueron refugiados durante y después de la Segunda Guerra Mundial, con cifras que superan las de los refugiados sirios;
– La labor humanitaria del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) comenzó en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial y, a mediados de los años 50, millones de niños europeos recibían ayuda humanitaria.
¿Y ahora qué?
¿Qué hacer ahora con estos 4,5 millones de refugiados sirios?
Tras casi cinco años de guerra que ya costó la vida de más de 300.000 personas; de intensos bombardeos a cargo de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia; de la experimentación de últimos modelos de “drones” (aviones no tripulados) sobre el terreno, y tragedias humanas para más de la mitad de la población del país, el Consejo de Seguridad de la ONU de repente reaccionó.
Así, las cinco mayores potencias militares del mundo (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Rusia y China), adoptaron el 18 de diciembre la Resolución del Consejo de Seguridad 2254 (2015) estableciendo una “hoja de ruta” para el proceso de paz en Siria, y un calendario de conversaciones facilitadas por la ONU entre el régimen de Bashar al Assad y los grupos de la “oposición”.
Todo se movió muy rápidamente, tanto que el enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, ya ha fijado el 25 de enero como fecha límite para iniciar en Ginebra las conversaciones entre las partes.
La “hoja de ruta” habla de muchas cosas, incluso de elecciones “libres” en el plazo de 18 meses.
No hace mención explícita, sin embargo, al destino de los 12 millones de refugiados en su propio país o en las tierras y mares del mundo, ninguno de los cuales sabe ya qué hacer o adónde ir.
Artículo original de Inter Press Service