Trump se está echando encima a la opinión pública mundial. Parece que esto no le importa porque se sigue creyendo un Napoleón de opereta. Paro la verdad es que ningún gobernante, por poderoso que sea, puede dar muestras de desprecio por el mundo entero y por los derechos humanos aceptados por toda la comunidad internacional civilizada, y salir incólume.
Brasil es un país enorme, de gran capacidad económica y humana y con cerca de 220 millones de habitantes, Y a ese país Trump lo ha ofendido, mandándole a un avión lleno de migrantes brasileños encadenados cual esclavos del pasado.
El gobierno de México encabezado por su presidenta Claudia Sheinbaum, está dispuesto a defender su soberanía y su dignidad a pesar de su vecindad y su dependencia económica de Estados Unidos y para ello cuenta con el apoyo de todo su pueblo.
Colombia, el país de García Márquez, de las mariposas amarillas y del coronel Aureliano Buendía, no piensa someterse a ningún imperio extranjero. Así lo ha dicho su presidente Gustavo Petro, un hombre valiente, que ha sido guerrillero, que ha sufrido y superado la tortura y es un poeta cargado con la dignidad de Bolívar, de Gaitán, de San Martín, de Martí y de tantos otros.
Todos ellos son perfectamente capaces de hacerle frente a un millonario ignorante y desequilibrado, que ni sospecha lo que son los derechos humanos porque en su país se sigue asesinando a los negros como algo muy natural, y en el cual, para eliminar la esclavitud en 1863, hubo que hacer una guerra.
En la mayoría de los países de América Latina la esclavitud se eliminó en la primera mitad del siglo XIX como consecuencia de la independencia, sin guerra ninguna. Por cierto, el primer país que lo hizo fue Haití, en 1794
No se sabe si los migrantes de diferentes nacionalidades estaban presos por cometer algún delito grave. Pero eso no importa, porque para Trump todos los migrantes son delincuentes. Y sin embargo, en materia de trato a reclusos, las Naciones Unidas han aprobado unas “Reglas mínimas sobre el tratamiento de los reclusos” que han sido ratificadas por toda la comunidad internacional civilizada. Dichas reglas disponen, en primer lugar, la obligación de:
“Tratar a todas las personas privadas de libertad con el respeto debido a su dignidad y valor inherentes al ser humano”. “Prohibir y proteger a las personas privadas de libertad de toda forma de tortura y malos tratos.”
“Velar en todo momento por la seguridad de las personas privadas de libertad, el personal, los proveedores de servicios y los visitantes.”
Quizás en los Estados Unidos sea costumbre ponerles cadenas a los reclusos. Pero resulta que los migrantes no son reclusos y, aunque lo fueran, las cadenas son propias de una sociedad que vive con miedo al otro y con el abuso constante de policías y autoridades.
Entonces, que no se le ocurra a este señor venir a enfrentar a nuestros pueblos, que tienen una tradición milenaria de cultura y de dignidad, que construyeron pirámides y ciudades como Machu Pichu, mientras que en Estados Unidos los indígenas eran mucho más atrasados.
Nadie por acá le tiene miedo a un hombre que se cree elegido por Dios para someter a un mundo que lo desprecia. Ya verá este señor como le va a ir porque ni los europeos lo van a apoyar en lo de Groenlandia y porque sus propios compatriotas que lo eligieron lo van a abandonar. Esto ya se está viendo en sus primeros días.