No podemos hacer cambiar de lugar algo que en ese otro lado no existe

Pedir que la vergüenza cambie de bando es mucho pedir. Porque el problema es que en el otro bando no la conocen. O lo que es peor, creen, por educación, tradición, religión o lo que sea, que no tenerla (es decir, aceptar cosas que deberían ser inaceptables ética y socialmente) es lo que está bien, sea con la diferencia que sea: género, raza, opción sexual, ideología o religión.

Hace algo más de un mes que se cumplió otro 25N y volveremos a conmemorar la efeméride en 2025. En ese lapso las cifras de mujeres violentadas habrán aumentado y políticos e instituciones volverán a rasgarse las vestiduras, pero el problema de fondo seguirá estando ahí: el irrespeto hacía la mujer por el hecho de serlo, la violencia contra lo diferente y el temor a la equidad.

A esa fecha se une días después la del aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) cuyo lema de este año ha sido “Nuestros derechos, nuestro futuro ¡Ya!”. ¿Qué derechos?, ¿qué futuro?, ¿para quién? La resolución original de esa manifestación mundial se adoptó en la 183a. sesión plenaria de las Naciones Unidas de 10 de diciembre de 1948 y aparece bajo el título de “DECLARACION UNIVERSAL DE DERECHOS DEL HOMBRE” afirmando en su Artículo 3 que “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” y remachando en el 5º que “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”.

Pero la realidad, en estos setenta y seis años de existencia de la DUDH, es que nos seguimos matando e ignorando la mayoría de los derechos de nuestros, y sobre todo nuestras, semejantes. Según Naciones Unidas, en el mundo cada 10 minutos es asesinada una mujer por su pareja o un familiar. A pesar de que el alto comisionado de la ONU para los Derechos Humanos haya afirmado en su discurso de este año que “Acabar con la violencia de género es un requisito para conseguir un mundo más pacífico y justo”.

El número de feminicidios y asesinatos de mujeres en 2024 en Colombia y en España, por poner los dos países que más me ´tocan`, son dispares -la cuenta a 21 de diciembre de 2024 es de 746 mujeres asesinadas en el primero y de 91 en el segundo- pero alarmantes en ambos casos. Porque la trascendencia no está en el número, sino en el hecho. Pueden consultar el panorama global sobre violencia contra las mujeres aquí. ¿Cómo es posible que sigan sucediendo estos crímenes?

Tener vergüenza no es fácil, porque para eso se requiere haber recibido una educación ética en la que el compromiso, la solidaridad y la comprensión de la otra y de lo distinto estén presentes en el pensamiento y en el día a día. Ser consecuente es difícil y ser un sinvergüenza parece que, incluso, tiene su premio. Que la vergüenza cambie de bando requiere primero tenerla. Esa es la labor educativa pendiente.