El aumento de las más de 200 medidas contra la isla que comenzaron con Donald Trump y se mantuvieron con su sucesor Joe Biden, es, sin dudas, una de las causas más importantes de la actual crisis económica en Cuba, y del desabastecimiento, la inflación, el racionamiento energético y la fuerte migración en los últimos cuatro años.
Esta semana, una veintena de especialistas de ambos países se reunieron en Washington para evaluar los 10 años transcurridos desde que en diciembre de 2014 los presidentes Barack Obama y Raúl Castro hicieran un explosivo (y alentador) anuncio de acercamiento entre ambos países tras seis décadas de enfrentamientos.
Ese 17 de diciembre de 2014, Obama afirmó durante su visita a La Habana que “Estados Unidos elegía soltar las cadenas del pasado para alcanzar un mejor futuro: para el pueblo cubano, el pueblo estadounidense, para todo nuestro hemisferio y para el mundo”.
La aproximación bilateral entre los presidentes Barack Obama y Raúl Castro de 2014 contempló la apertura de embajadas, el intercambio de prisioneros acusados de espionaje de lado y lado, la firma de 22 acuerdos en temas tan variados como medio ambiente o salud; y la autorización para que miles de estadounidenses viajaran a la isla, fomentando un florecimiento de la iniciativa privada en Cuba.
Hace diez años, hasta el retiro por cuentagotas de las múltiples medidas de bloqueo contra Cuba impuesto desde octubre de 1960, fueron recibidas con júbilo en la isla, donde hubo un auténtico despegue económico gracias a la afluencia de turistas y la posibilidad de comerciar en el exterior, lo que causó también un gran alivio para centenares de miles de cubano-estadounidenses que pudieron reunirse con sus familias.
Pero la primera llegada de Trump y sus asesores ultraconservadores a la Casa Blanca revirtió por completo este acercamiento. Es más, endureció las sanciones con el objetivo de lograr un cambio radical de modelo político en la isla, asfixiando su economía. Obviamente fracasó, aunque hizo todo lo posible por debilitar la economía de la isla.
Durante la pandemia de Covid-19, Trump impidió a las autoridades cubanas la compra de insumos esenciales para afrontar la emergencia sanitaria. Durante su campaña electoral en 2020, Joe Biden prometió restaurar buena parte de la política de normalización de Obama, pero se desentendió casi por completo de ese compromiso. O simplemente se olvidó.
Ahora, el nombramiento del senador cubanoestadounidense, Marco Rubio, como secretario de Estado en el próximo gobierno de Donald Trump es una de las señales de lo que sería la política de Trump hacia Cuba, recordando que las sanciones contra la isla fueron dramáticamente reforzadas en el primer gobierno del republicano (2017-2021).
Los expertos señalan la expectativa de que el embargo sea recrudecido, aunque es posible que la isla no sea una prioridad en la administración Trump, aunque sí lo será la migración. Como consecuencia de las sanciones Cuba tuvo perjuicios por más de 5.000 millones de dólares entre marzo de 2023 y febrero de 2024, con un escenario de desabastecimiento, inflación y migración.
Las autoridades fronterizas de EEUU informaron que entre octubre de 2022 y septiembre de 2024 habían tenido encuentros con unos 641.000 cubanos y otros miles fueron a América Latina y Europa en especial a España.
Cuba atraviesa una de las peores crisis económicas de su historia derivada de la paralización durante la pandemia del covid-19, una reforma financiera interna que falló y el mencionado recrudecimiento de las sanciones de Estados Unidos.
Rubio acusó al gobierno isleño de ser una dictadura y abogó por restringir remesas, cancelar viajes, cerrar cualquier tipo de negocio o acercamiento binacional. Pero, para expertos de ambos países, la política de fuerte presión contra Cuba, prevista por el anunciado gabinete de Trump, podría ser desastrosa para ambos países, golpeando aún más la economía cubana y generando mayor inmigración.
“Desestabilizar a Cuba ciertamente no es de interés (en relación con la seguridad nacional) para Estados Unidos”, dijo Peter Kornbluh, director de documentación sobre Cuba en el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington, quien previó “una ola masiva de personas que intentan abandonar la isla, violencia en Cuba, inestabilidad en el Caribe, conmoción en toda América Latina”.
“Va a ser un dolor de cabeza para Estados Unidos, va a crear una crisis regional y hemisférica. Por lo tanto, no es de interés nacional e internacional de Estados Unidos desestabilizar a Cuba”, sino que debe “ofrecer una coexistencia pacífica y normalizar la política (que) como Obama creyó, tendría su propio impacto en la capacidad del pueblo cubano para promover el cambio por sí mismo”, agregó Kornbluh.
Joe Biden, pese a las promesas de campaña, casi no modificó las sanciones e incluso dejó a Cuba en su lista de patrocinadores del terrorismo, lo que prácticamente le impide el comercio exterior.
José Ramón Cabañas, embajador de Cuba en Estados Unidos (hasta 2020), coincidió con los 18 meses de conversaciones secretas entre ambos países que culminaron con el relanzamiento de las relaciones en 2014. “En los 65 años, los momentos en que EEUU más presionó del punto de vista económico para tener consecuencias al interior de Cuba, coinciden con las llamadas crisis migratorias”, reveló.
Hoy en día, la crueldad contra Cuba –un largo lagarto verde, según Nicolás Guillén- , como castigo por no gobernarse como Estados Unidos desea, sólo se explica por un anticomunismo trasnochado y por la influencia del lobby cubano-miamero, que tendrá a uno de sus miembros más virulentos en la Casa Blanca cuando Marco Rubio encabece el Departamento de Estado (la cancillería).
A diez años del encuentro Obama-Castro, que devino en uno de los anuncios más sorprendentes y esperanzadores en las relaciones de Washington con América Latina, es necesaria la normalización de las relaciones diplomáticas rotas en 1961 y el levantamiento de una porción importante de las inhumanas sanciones impuestas por sucesivos mandatarios estadounidenses, demócratas y republicanos, a lo largo de décadas de hostilidades.
Pero la esperanza que despertó el encuentro en La Habana fue efímera: llegó Trump y todo volvió a ser como antes. Y en el imaginario colectivo vuelven escenas del triunfo cubano en Playa Girón contra una invasión mercenaria desde Estados Unidos, la crisis de los misiles de 1962 con la excusa de armas nucleares soviéticas en Cuba, los intentos de asesinato contra Fidel Castro, el bloqueo que comenzó hace ya más de 64 años…