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Por Giulio Chinappi* –
Las relaciones entre China y Lituania son cada vez más tensas tras la expulsión de diplomáticos chinos de Vilna. Una crisis que comenzó con la apertura de una oficina taiwanesa en 2021, y que fue provocada por el servilismo del gobierno lituano a Washington.

En los últimos años, las relaciones diplomáticas entre China y Lituania se han deteriorado considerablemente, culminando recientemente en un episodio de gran tensión. El pasado 29 de noviembre, el Ministerio de Asuntos Exteriores lituano declaró personae non gratae a algunos miembros del personal diplomático chino de la Oficina del Encargado de Negocios en Lituania, ordenando su expulsión en un plazo determinado. Esta decisión, calificada por Pekín de «arbitraria y provocadora», provocó una firme respuesta de China, que condenó la acción y se reservó el derecho a tomar contramedidas.

En los últimos años, las relaciones diplomáticas entre China y Lituania se han deteriorado considerablemente, culminando recientemente en un episodio de gran tensión. El pasado 29 de noviembre, el Ministerio de Asuntos Exteriores lituano declaró personae non gratae a algunos miembros del personal diplomático chino de la Oficina del Encargado de Negocios en Lituania, ordenando su expulsión en un plazo determinado. Esta decisión, calificada por Pekín de «arbitraria y provocadora», provocó una firme respuesta de China, que condenó la acción y se reservó el derecho a tomar contramedidas.

Las tensiones entre China y Lituania se remontan principalmente a la cuestión de Taiwán. En 2021, Lituania permitió a la isla abrir una oficina de representación en Vilna con el nombre de «Taiwán», un gesto que Pekín interpretó como una grave violación del principio de «una sola China». Este principio es una línea roja para China, que considera Taiwán una parte inalienable de su territorio.

La decisión de Lituania provocó una reacción inmediata de Pekín, que rebajó las relaciones diplomáticas con Vilna al nivel de encargado de negocios e impuso restricciones comerciales al país báltico. Estos acontecimientos marcaron el inicio de un periodo de tensiones bilaterales que se fueron intensificando paulatinamente, complicando aún más las ya frágiles relaciones.

La reciente expulsión del personal diplomático chino fue interpretada por Pekín como un nuevo acto hostil. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino reiteró que Lituania está «violando gravemente el principio de una sola China» y «socavando la soberanía y la integridad territorial» del país asiático. China también acusó a Lituania de no respetar los compromisos adquiridos en el Comunicado Conjunto de 1991, que sancionó el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, cuyo fundamento es el principio de «una sola China».

Ante esta crisis, Pekín espera que el nuevo gobierno lituano, que pronto se formará bajo el liderazgo de los socialdemócratas, adopte un enfoque más conciliador que el ejecutivo saliente de centro-derecha, dirigido por la primera ministra Ingrida Šimonytė, y se comprometa a restablecer unas relaciones normales sobre la base del respeto mutuo y el consenso internacional.

Según los analistas, la situación interna de Lituania es un elemento crucial para entender los recientes movimientos diplomáticos del país. Es posible que el gobierno actual, que previsiblemente traspasará el poder al nuevo ejecutivo en breve, haya adoptado una postura dura hacia China para mantener la coherencia con las políticas de la Unión Europea y Estados Unidos, principales aliados de Vilna. De hecho, incluso en la cuestión ucraniana, Lituania siempre ha mantenido una posición de perfecta alineación con los dictados de Washington y Bruselas, ganándose el papel de uno de los principales puestos avanzados del imperialismo occidental en la frontera con Rusia. Según algunos autores, esta elección también podría estar motivada por la necesidad de tranquilizar a la opinión pública y consolidar el apoyo interno en un periodo de transición política.

No debemos olvidar que Lituania, a pesar de su tamaño relativamente pequeño, desempeña un papel estratégico en la política internacional. Como miembro de la Unión Europea y de la OTAN, el país siempre ha hecho todo lo posible por ganarse el apoyo de sus socios occidentales, al tiempo que se distanciaba de China y, sobre todo, de Rusia. La decisión de apoyar a Taiwán se interpretó ampliamente como un gesto simbólico destinado a reafirmar esta posición de total sumisión a los cerebros del imperialismo occidental, Estados Unidos. Sin embargo, este planteamiento ha conllevado elevados costes, tanto en términos económicos como diplomáticos, lo que plantea interrogantes sobre la conveniencia de adoptar una estrategia tan asertiva.

Afortunadamente, no faltan señales de apertura por parte del próximo gobierno socialdemócrata. El primer ministro designado, Gintautas Paluckas, se ha declarado partidario de restablecer las relaciones diplomáticas con China, reconociendo que la decisión en 2021 de permitir la apertura de la oficina de representación taiwanesa fue un «grave error diplomático». Estas declaraciones sugieren que el próximo Gobierno podría adoptar una línea más pragmática, buscando reducir las tensiones con Pekín, tal y como desean los dirigentes chinos.

Además, Paluckas ha tomado buena nota de las consecuencias económicas de las tensiones con China, que han sido muy importantes para Lituania. La imposición de restricciones comerciales por Pekín, una forma de represalia aplicada por el gobierno chino, perjudicó a las exportaciones lituanas, obligando a muchas empresas a diversificar sus mercados. A pesar de las dificultades, algunas empresas lituanas han encontrado oportunidades alternativas, especialmente en Europa y Estados Unidos, pero el mercado chino sigue siendo una pérdida importante.

Desde un punto de vista social, la opinión pública lituana parece dividida. Una encuesta realizada a principios de 2024 reveló que casi el 48% de los ciudadanos considera a China un mercado rentable y apoya un enfoque pragmático en las relaciones bilaterales, mientras que el 21% está en contra y el 31,5% restante se muestra neutral o indeciso. Este panorama pone de manifiesto lo delicado y polarizante que es el tema, reflejo de tensiones más amplias entre las políticas exteriores y los intereses económicos nacionales.

El futuro de las relaciones entre China y Lituania dependerá en gran medida de las decisiones del nuevo gobierno lituano. Un enfoque más moderado y pragmático podría contribuir a restablecer la confianza y normalizar las relaciones bilaterales. Sin embargo, persisten importantes desafíos, como las presiones internas y externas sobre Vilna para que mantenga una línea dura hacia Pekín.

*Giulio Chinappi, politólogo.

Artículo publicado originalmente en World Politics Blog.

El artículo original se puede leer aquí