Este 27 de noviembre en Courbevoie (Hauts-de-Seine), Francia, la cantante estadounidense Dee Dee Bridgewater debió suspender su actuación tras los reclamos insistentes de una espectadora por la presencia de una kufiya sobre el escenario.
El pañuelo palestino kufiya o kefia se ha convertido en un emblema político y las autoridades francesas ya prohibieron su uso, por ejemplo para el partido de fútbol que la selección gala jugó contra el combinado de Israel.
La contrabajista italiana que acompaña en la gira a Bridgewater, Rosa Brunello, expresó que durante los 16 conciertos anteriores nadie había manifestado ni aprobación, ni rechazo con el pañuelo que ella tenía atado al pie de su micrófono.
Sin embargo, en este espectáculo, una señora de 74 años se indignó y pese a las explicaciones de la cantante de jazz de que las canciones de su repertorio eran claramente políticas y denunciaban las injusticias y los asesinatos por motivos raciales en Estados Unidos, ya transcurridos. 45 minutos del concierto (según informaba Le Parisien), intentó subirse al escenario para sacar el pañuelo por ella misma.
Pese a la insistencia del público que el espectáculo continuara, la policía intervino y terminó desalojando la sala, además del escenario. Si bien, los músicos estaban listos para continuar con el show, la policía indicó que no estaban dadas las condiciones para garantizar la seguridad de todos.
La hija de Bridgewater, la también cantante de soul China Moses, estaba presente en la sala y opinó al respecto “si bien la dama tenía derecho a manifestar su reprobación, ella superó los límites cuando tomó a toda la sala de rehén”, declaró a Telerama. Ni siquiera el marido de Bridgewater pudo hacer recapacitar a la indignada, quien quedó sola en la sala vacía por más de una hora.
La anécdota se ha convertido en un escándalo en el país europeo, que muestra los límites a los que se ha llegado intentando evitar la discusión política. Los alcaldes quedan atrapados ahora en esta disyuntiva en la que no pueden arriesgarse a permitir espectáculos en sus distritos en los que se puedan generar este tipo de controversias.
Algo similar ocurrió en París, donde el Café de la Danse decidió no agendar ningún artista ni palestino, ni israelí, cercenando la participación de todos y limitando el derecho a la libre expresión.
Hace pocos días la UNESCO reconoció el pañuelo kufiya como Patrimonio Cultural Inmaterial que debe ser resguardado por la humanidad. Una decisión que va en sintonía con la orden de captura internacional dictada por la Corte Penal Internacional contra el Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu y su ex ministro de Defensa Yohav Gallant, además del líder de Hamas, Mohammed Deif por la presunta comisión de crímenes de guerra. y contra la humanidad.
El presidente francés, Emmanuel Macron, aseguró que esa orden no se aplicará en su territorio, por lo que Netanyahu puede viajar a Francia sin ser perseguido. El aval francés al genocidio palestino genera irritación en una población que tiene muy marcadas las influencias semíticas, ya sean judías como palestina.
La doble vara tiene atrapados a los franceses de la tolerancia y el respeto de los derechos humanos. ¿Acaso hay humanos con más derecho a sus derechos que otros? Si bien la Constitución francesa asegura que “Los hombres (y mujeres) nacen y permanecen libres e iguales en derechos”. Parece que la segunda parte de este primer artículo “Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común”, abre el juego a la libre interpretación.
¿La utilidad común es el apoyo incondicional al genocida Netanyahu? ¿Una persona molesta por la defensa de los derechos de los palestinos tiene más derechos que los que los no se sientan molestados? Incluso podríamos invertir la situación y les aseguro que si una persona del público hubiera cuestionado la simbología israelí en un escenario habría sido desalojada e, incluso detenida.
De hecho, en Francia desde octubre del año pasado son cientos los casos de personas detenidas por enarbolar banderas palestinas o gritar cánticos críticos del gobierno israelí. Un caso que ha tomado algo de relevancia fue el músico y periodista iraní Bashir Biazar quien estuvo un mes detenido en París por expresar su solidaridad con el pueblo palestino. Incluso dos altos cargos del principal sindicato francés, la CGT, fueron detenidos por firmar una carta de apoyo a Palestina.
Para el gobierno de Macron y los medios masivos de comunicación franceses, así como para el Poder Judicial galo solo se combate el antisemitismo judío, mientras se ejerce a toda hora el antisemitismo palestino.