El pasado viernes 17 de noviembre, un grupo de 30 activistas climáticos, originarios de 12 pequeños países insulares del Pacífico, llevó a cabo una protesta en el mayor puerto de exportación de carbón del mundo, ubicado en Newcastle, Australia. A bordo de canoas, kayaks y tablas de surf, los manifestantes bloquearon las rutas marítimas de este puerto durante casi nueve horas, impidiendo la salida de ocho de los 12 barcos programados para esa jornada.

El propósito de la protesta fue llamar la atención sobre las consecuencias devastadoras del cambio climático en los países insulares del Pacífico, que están viendo su supervivencia amenazada por el aumento del nivel del mar, la erosión costera y los fenómenos climáticos extremos. Este evento fue organizado con el apoyo del grupo ecologista estadounidense 350.org, una organización internacional que lucha contra la crisis climática.

Los activistas, provenientes de países como Fiji, Tuvalú, Tokelau, Micronesia, Vanuatu, Islas Salomón, Tonga, Samoa, Papúa Nueva Guinea y Niue, se unieron para enviar un mensaje contundente al gobierno australiano y a la comunidad internacional: el cambio climático ya no es un problema lejano, es una amenaza inmediata para su cultura, identidad y supervivencia.

Mikaele Maiava, uno de los activistas de Tokelau, expresó en un discurso cargado de emoción: «Queremos que Australia recuerde que forma parte del Pacífico. Somos una familia, y como tal, no podemos permitirnos que uno de los hermanos mayores destruya todo». En sus palabras, resonó el dolor y la preocupación por el impacto de las políticas ambientales de Australia en las pequeñas naciones insulares, que apenas emiten gases de efecto invernadero pero que sufren desproporcionadamente los efectos del cambio climático.

Australia es el cuarto mayor productor de carbón a nivel mundial, y su industria de combustibles fósiles es una de las principales fuentes de emisión de gases de efecto invernadero. A pesar de las crecientes evidencias científicas sobre el impacto del cambio climático, el gobierno australiano ha continuado con la expansión de esta industria, desmantelando políticas climáticas y retirándose de acuerdos internacionales clave sobre el clima.

El primer ministro australiano, Tony Abbott, quien ha defendido públicamente el carbón como «bueno para la humanidad», fue uno de los principales blancos de la protesta. En respuesta a esta postura, Mikaele Maiava cuestionó: «Si hablamos de la humanidad, ¿la humanidad tiene que ver con que la gente pierda su tierra, su cultura e identidad? ¿Tiene que ver con vivir con miedo de que las futuras generaciones ya no puedan vivir en una isla hermosa?»

El impacto del cambio climático en los países insulares del Pacífico es especialmente alarmante. En Tokelau, donde Mikaele Maiava reside, la erosión costera y la invasión de agua salada están poniendo en riesgo la seguridad alimentaria, con cultivos que ya no crecen debido a la salinidad del suelo. «Hace 15 años, cuando iba a la escuela, podía caminar en línea recta. Ahora tengo que caminar por una línea torcida porque la playa se erosionó», relató Maiava, reflejando las dramáticas alteraciones que ya están afectando su hogar.

Tokelau, que se convirtió en el primer país del mundo en utilizar el 100% de energía renovable en 2012, es un ejemplo de cómo estos países están luchando por adaptarse, a pesar de ser responsables de una mínima parte de las emisiones globales de carbono.

La protesta en Newcastle no solo fue una manifestación de los países insulares del Pacífico, sino que también reflejó la solidaridad global frente al cambio climático. Activistas de Australia, como los Guerreros Climáticos del Pacífico, se unieron en la acción, entendiendo que la lucha por la supervivencia de las islas del Pacífico también es una lucha por el futuro del planeta.

El Foro de las Islas del Pacífico ha calificado al cambio climático como la mayor amenaza para la seguridad y el bienestar de las poblaciones de la región, destacando que estos países son los más vulnerables pero también los menos equipados para adaptarse a los impactos del cambio climático.

En este contexto, las autoridades de los países insulares han redoblado sus llamados a la acción, desafiando a Australia a cambiar su postura frente al cambio climático y a tomar medidas más decisivas para reducir sus emisiones y proteger a las naciones más afectadas.

El cambio climático es una amenaza global que requiere una respuesta colectiva. Los activistas del Pacífico, a través de su valentía y determinación, han dejado claro que no se trata solo de proteger su tierra, sino de la supervivencia de todos los seres humanos frente a una crisis climática cada vez más inminente. Mientras Australia sigue apostando por el carbón, los pueblos del Pacífico hacen un llamado a la solidaridad, a la justicia y a la acción climática urgente.

Con esta protesta, los activistas no solo buscan cambiar la política de un gobierno, sino también inspirar a ciudadanos de todo el mundo a unirse en la lucha contra la crisis climática y a entender que los efectos del cambio climático no conocen fronteras: «Somos seres humanos, esta lucha es por la supervivencia», concluyó Mikaele Maiava.