Las mismos votantes que llevan tanto tiempo siendo discriminados han elegido a su «discriminador en jefe». La plataforma política de Donald Trump hunde sus raíces en la discriminación cultural: se opone a las naciones emergentes, a los puntos de vista políticos alternativos, al poder de decisión de las mujeres, a la equidad económica e, incluso, al reconocimiento del cambio climático.

Las comunidades más pobres, frustradas por un sistema que las margina, han elegido a un hombre (no a una mujer) que está profundamente arraigado en las estructuras que perpetúan esa discriminación. Irónicamente, cuanto más pobre es la gente, más vota en función de «la economía». En los últimos 60 años, los ciudadanos estadounidenses han perdido el 30% de sus ingresos, mientras que la riqueza se concentra a niveles sin precedentes, y Trump no tiene la menor intención de revertir esta tendencia.

Nuestra economía global está cada día más interconectada. Los países individuales tienen un control mínimo sobre esta realidad; solo un esfuerzo mundial coordinado podría cambiar su dirección. Sin embargo, Trump se centra únicamente en dar prioridad a Estados Unidos, sin mostrar ningún interés en la colaboración global que exige el cambio real.

Con Trump o sin él, Rusia se resistirá a la expansión de la OTAN hacia el este. Con Trump o sin él, China seguirá ampliando su influencia y su capacidad de producción. E independientemente de Trump, India, Brasil y Sudáfrica seguirán desarrollándose. Estados Unidos debe reconocer que no es la única superpotencia mundial y aprender a coexistir y cooperar con las demás, habilidad de la que Trump carece.

Si de verdad te interesa mejorar tu situación -lograr estabilidad económica, un entorno seguro, una vivienda digna y acceso a la educación- deja de esperar que alguien lo haga por ti. Empieza a creer en tu capacidad para alcanzar estos objetivos colaborando con los demás. Si quieres un salario justo, deja de escuchar a figuras como Elon Musk y empieza a organizarte con tus compañeros de trabajo. Hace sólo unas décadas, los salarios eran más altos, cuando el 44% de la mano de obra estaba sindicalizada. Implícate en grupos comunitarios para reforzar la educación pública.

El egoísmo no es una receta para la felicidad.