La interna del MAS jaquea el desarrollo logrado en un marco regional y global desafiante. 

Por Ariel Basteiro (*)

La situación política, económica e institucional en el Estado Plurinacional de Bolivia entró en una etapa de definición y complejidad que tiene un final impredecible.

El panorama económico tiene aristas que generan un clima de inestabilidad al que no está acostumbrada la sociedad boliviana en estos 18 años de gobierno del Movimiento al Socialismo con ínfima inflación, crecimiento económico y dólar inamovible en su cotización con libre disponibilidad para acceso a divisas. Hoy existe un cepo impuesto de hecho (no existen normativas de autoridades financieras), hay una brecha de 50% entre la cotización del dólar oficial con el ilegal (7 versus 11 bolivianos), inflación creciente en precios de la canasta básica de alimentos y un parate de la economía muy marcado, más allá de las medidas de promoción a diferentes actividades que son incentivadas desde el gobierno y que se ven frenadas en el Parlamento, debido a la división de la bancada oficial.

La disputa entre “luchistas”, seguidores del presidente Luis Arce, y “evistas”, encolumnados detrás de la figura del exmandatario Evo Morales hace que la mayoría de las medidas que deben ser aprobadas por el Congreso, por ejemplo el presupuesto nacional, se encuentre trabado en el Senado, presidido por un referente de Evo como es Andrónico Rodríguez.

En lo político institucional, la situación interna es de confrontación creciente, que gira alrededor de la posible candidatura de Evo Morales y su impugnación en la Justicia por no permitir un tercer mandato de acuerdo a la normativa constitucional. Sumado a ello, hoy el debate entre el evismo y el luchismo se encuentra cruzado por denuncias por estupro contra Evo Morales y las amenazas permanentes de grupos opositores al presidente Arce con bloqueos y promover caos social en todas las ciudades del país si no se accede a permitir la candidatura de Evo Morales para las elecciones de octubre del 2025. Incluso, desde el parecer de muchos analistas, Evo no descarta buscar la salida de Arce con el objetivo de allanar la posibilidad de ser candidato, sabiendo que si Luis Arce Catacora se sostiene en el gobierno hasta las elecciones, el expresidente tendrá serias dificultades para acceder a la posibilidad de ser candidato.

A ello se suman los efectos que generó el intento de golpe de Estado por parte del general Zúñiga en junio de este año, y la posición adoptada por un sector del MAS que responde a Evo Morales, que acusó al gobierno de autogolpe. Adicionalmente, hay que considerar el anuncio del presidente Arce en los primeros días de agosto llamando a un referéndum para definir, entre otros temas, si se permite la reelección para Evo Morales.

El desgaste creciente del MAS en el gobierno y el descontento por parte de varios sectores de la sociedad boliviana hacen que algunos interpreten la coyuntura como el final del proceso de gobierno del MAS, perdiéndose como sello electoral y una nueva discusión para ver cómo se remplaza o modifica a producto de un enfrentamiento irreconciliable dentro del oficialismo.

A este contexto, se añadió en los primeros días de octubre una marcha organizada por Evo Morales que, después de llegar a La Paz y haber caminado casi 200 kilómetros, terminó con enfrentamientos entre diferentes sectores del partido gobernante, como suele pasar en Bolivia después de llegarse a un pico de tensión extrema. Durante los días posteriores se hizo un impasse en el que se intentó abrir canales de diálogos, que fueron contestados por parte del sector de Evo Morales con bloqueos en todo el país y por el lado del Gobierno con una activación de causas judiciales por abuso y estupro contra Evo Morales.

Bolivia y el Movimiento al Socialismo tienen todo para poder ordenarse, mejorar la gobernabilidad con medidas económicas que el Parlamento podría aprobar, buscar métodos de diálogo y acuerdos, mucho más cuando la oposición de derecha sigue perdida en sus divisiones y falta de referentes atractivos desde el punto de vista electoral.

El problema principal es que el MAS dividido pone en riesgo el éxito electoral y le da perfil competitivo a la derecha boliviana que con una base de entre 25 y 30% de performance electoral en las últimas cuatro elecciones, se monta a un escenario de tres tercios con posibilidades de entrar en balotaje para cualquiera de los candidatos. Mucho más en estos días, cuando hay encuestas marcando índices de desaprobación de 60% del oficialismo, que no tienen como preferido a elegir a ningún candidato de derecha tradicional, pero tampoco al MAS.

Contexto regional

Un tema a considerar es que Bolivia, en un contexto regional, sigue sorteando sin mayores inconvenientes el avance de la derecha que se desarrolló en los últimos tiempos de manera continua dentro de la región por la vía democrática. La caída del gobierno constitucional en noviembre del 2019, presidido por Evo, logrado a través de un golpe cívico militar policial eclesiástico, fue restituido por un triunfo contundente del MAS con Luis Arce Catacora como presidente una vez que se superaron esos meses de dictadura. A diferencia de Argentina, el de Bolsonaro en Brasil, el de la extrema derecha en Chile con Kast, la tumultuosa salida parlamentaria de Castillo en Perú para el regreso de la derecha o el Ecuador de Noboa, no se ve en Bolivia un reflejo de vuelco hacia candidatos tradicionales ya conocidos, pues los referentes con perfil ideológico semejante a los de la derecha más rancia del continente no logran mover la aguja del amperímetro en apoyos sociales o capacidad de influir a través de elecciones.

No obstante, a pesar de los múltiples análisis que se podrán hacer al respecto, hay una pregunta que es de vital importancia para entender la coyuntura: ¿Cómo influye Evo en el futuro?

De diferentes maneras, ello cuestiona el presente, primero en la gobernabilidad, segundo en la posibilidad de armar una propuesta unificada y por último en mantener a Bolivia dentro del sector de los gobiernos progresistas de izquierda de Latinoamérica.

La disputa entre los sectores del MAS desorienta a los líderes y partidos políticos amigos de Bolivia. Nadie quiere ser determinante en los apoyos de uno y otro, y todos tratan de mediar para conseguir acuerdos. Hubo varios intentos para acercar a las partes en conflicto y todos ellos fracasaron. Presidentes o grupos políticos regionales se involucraron directamente en esa tarea, los líderes del ALBA, Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América —una plataforma de integración regional que pone énfasis en la solidaridad e integración, en la actualidad está integrada por Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Dominica, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda. Es así que a principio del 2024, en Cuba, se llevaron reuniones entre varios líderes de estos países junto a Luis Arce y Evo Morales, pero nada se pudo avanzar con ello. Luego intervino el Grupo de Puebla, con expresidentes como el español Rodríguez Zapatero, el colombiano Samper, la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez y el argentino Alberto Fernández como exmandatario y tampoco avanzó en sus tratativas, fracasando en el intento de buscar acuerdos entre ambos líderes bolivianos. También trató de intervenir en el mismo objetivo conciliador el Foro de Sao Paulo. Ninguno pudo acercar a los sectores del partido gobernante en Bolivia para intentar terminar con el enfrentamiento.

Después del tiempo transcurrido, se percibe la imposibilidad de encontrar consensos, según coinciden la mayoría. El problema se suscita por el reclamo de Evo a ser candidato y utilizar la sigla del MAS, y sectores alineados con Arce que rechazan ambas posturas.

El proceso de cambio vivido en Bolivia tienes signos de agotamiento, primero porque la situación económica del Estado Plurinacional se debilitó por la caída de ingresos en divisas que se daban por los dólares obtenidos por las exportaciones de gas, al terminarse parte de las reservas de este recurso. Hoy no se ve un plan de generar otros ingresos en el corto plazo, ni con el litio, otros minerales o las llamadas “tierras raras”, que suplan al gas de manera inmediata.

Sumado a esto, el partido está dividido en todas sus estructuras. Después de 20 años existen dos Bartolinas Sissa (organización de mujeres campesina), una que responde a Arce y otra a Morales, lo mismo se da en organizaciones de campesinos e interculturales, y hasta el mismo MAS como partido tuvo dos congresos y dos resoluciones diferentes: una la que acompaña a Evo y otro que hace lo mismo con Lucho Arce. Si alguno de los dos grupos se consolida como triunfadores en ese proceso, no será aceptado fácilmente por el perdedor y ello llevaría a continuidad de conflictos y reclamos.

Esta situación dificulta que Bolivia haya logrado este año, luego de mucho tiempo, haber ingresado en forma plena al Mercosur, lo que podría aprovecharse en acuerdos principalmente con Brasil. Debe considerarse que las relaciones diplomáticas con la Argentina de Milei son pésimas, malas con Perú y distantes con Chile, y un poco menos con Paraguay, y que con Uruguay la relación, más allá de quién gobierne, no hay gran intercambio comercial ni proyectos de interés compartidos. Comparando con la década ganada, Bolivia hoy solo tiene en Lula y Maduro alguna posibilidad de proyectos superadores, y la potencialidad a desarrollar con Colombia y México. En ese escenario, para Bolivia es fundamental hoy por la cuestión económica mantener relaciones activas con todos los países de la región, su intento de entrada a los BRICS con el presidente Arce en Kazán (Nota: finalmente se concretó que Bolivia fuera uno de los nuevos adherentes al bloque) muestra sus intenciones de comercializar con bloques amigos.

Por otro lado, Bolivia es uno de los países latinoamericanos con relación más estrecha con Palestina y enfrentado a Israel, lo que lo llevó a firmar y presentar declaraciones en todos los organismos internacionales a su alcance, incluso solidaridad activa, enviando cargamento de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, lo cual complementa que no mantenga tampoco relaciones diplomáticas con Estados Unidos. No se movió un ápice de la política exterior que viene llevando Bolivia adelante desde el año 2006, a excepción del año del gobierno de Añez.

En los últimos años, ya sea con Evo como presidente o Lucho Arce, se fortificaron y privilegiaron las relaciones diplomáticas, comerciales y de cooperación con China, Rusia, India, Irán, todos miembros de los BRICS, por cierto.

China es el principal socio en proyectos de desarrollo con el litio, Rusia también desarrolla proyectos de litio y trabaja en el desarrollo del plan nuclear boliviano. India es el socio comercial más importante por ser comprador de oro boliviano. Irán fue visitada por el ministro de Defensa boliviano, invitado a conocer el programa industrial armamentístico. Eso hace que las relaciones bilaterales de Bolivia se intensifican con países que se encuentran en conflictos con lo que muchos definen como “Occidente”.

Bolivia, asimismo, tiene hoy con sus vecinos situaciones complicadas, especialmente con Argentina. Por empezar, declaraciones de alta agresividad dichas por Milei y su ministra Bullrich que generaron el reclamo boliviano para que se rectificaran. Eso nunca llegó y sí, en cambio, llevó a que se demorara la aceptación de cartas credenciales del nuevo embajador argentino, Marcelo Massoni, actitud que terminó flexibilizándose por parte de Bolivia para evitar una escalada de enfrentamiento y poner un poco de sentido común en la relación bilateral y cuidar los intereses bolivianos.

Hoy la preocupación de Bolivia es lo que se vive con el contrabando en frontera, en el que la mercadería sale hacia Argentina y genera pérdidas económicas al país altiplánico, con una actitud del gobierno Milei de desentenderse y promover esta irregularidad.

Con Perú, Chile y Paraguay la situación no es muy diferente; las fronteras porosas siempre generaron el conflicto de contrabando con estos países y hoy no es la excepción.

Apuesta a la multipolaridad emergente

Bolivia refleja la búsqueda de adaptarse a una geopolítica de multipolaridad relativa y de crecientes tensiones regionales y mundiales.

La muestra de esta búsqueda de posicionamiento de Bolivia en la geopolítica mundial quedó clara en el discurso que el presidente Arce dio en su informe del tercer año de gestión en lo que respeta a la política internacional de Bolivia, cuando buscó orientarla a la construcción de un orden mundial basado en el multilateralismo y en la búsqueda de la paz de manera integral.

“Nuestra participación en diversos foros multilaterales y encuentros bilaterales —dijo— ha estado orientada a una presencia internacional que apunte a la construcción de un mundo transmoderno y postcapitalista que sea capaz de entender nuevos modelos de integración de países por bloques o regiones que permitan superar problemas tan grandes como las consecuencias de  pandemias como la de Covid-19, enfrentar el hambre y la pobreza superar la vulnerabilidad de las economías, garantizar los derechos colectivos de ciudadanos y ciudadanas”.

En el mismo informe Arce Catacora se preocupó de proponer mecanismos que garanticen la paz mundial. Para ello propuso “constituirnos en territorio de paz deteniendo la carrera armamentista, generando un desarrollo científico que no afecte la salud de nuestra madre tierra, además de condenar cualquier forma de genocidio, como el que sufre el pueblo palestino o inhumanos e inmorales bloqueos y sanciones como las que afectan a Cuba y Venezuela”, afirmó.

El presidente Arce explicó que en las reuniones de los diversos organismos multilaterales en los que Bolivia participó durante esta gestión, se planteó la integración emancipadora de los pueblos, que no esté subordinada a los Estados y poblaciones. En el último año Bolivia participó en eventos de Naciones Unidas, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el Mercado Común del Sur (Mercosur), el encuentro CELAC-UE (Unión Europea), la Cumbre Amazónica, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratados de Comercio de los Pueblos (ALBA TCP), entre otros.

Aclaró Arce, con respecto a la insistencia de Bolivia para trabajar por la paz, que “en los periodos de secciones 77 y 78 de la Asamblea General de las Naciones Unidas lanzamos el desafío, sobre la base de una resolución de CELAC en 2014, de declarar al mundo como territorio de paz. Hicimos un llamado a la solidaridad de las naciones para poder recuperar la estabilidad económica y abonar la protección social de los trabajadores en todos los ámbitos a priorizar la erradicación de la pobreza extrema, con lo cual propusimos avanzar en acuerdos con organismos financieros multilaterales para negociar las deudas externas a nivel global”.

También propuso la eliminación de gastos de fabricación de armas de destrucción masivas a las potencias mundiales y rediscutir un nuevo orden económico mundial para superar al capitalismo y buscar integrar a los pueblos del mundo sin condicionamiento e imposiciones.

De la misma manera, hizo público el interés de Bolivia en sumarse a los BRICS: “Ratificamos que la incorporación de Bolivia a los BRICS sería mutuamente beneficioso por la concurrencia en áreas estratégicas como la energía y recursos naturales, reivindicando la calidad de los BRICS para las economías emergentes en el mundo y señalando que Bolivia sea parte de estos cambios”.

La moneda está en el aire. La suerte que pueda correr el proceso político que conduce Bolivia desde hace 18 años depende de los dos referentes políticos bolivianos. Difícil encontrar medida y razones para que no se encuentre acuerdo, y para que ninguna tenga la suficiente fuerza o poder como para poder conducir al otro. De no suceder eso, seguramente alguien lo resolverá sin preguntarles ni esperar a que esta conducción bicéfala lo pueda resolver, en un país donde la movilización y participación popular se expresan permanentemente y fue la protagonista de prácticamente todos los grandes procesos políticos sociales. Seguramente todo se pueda ir acomodando como para volver a repetir historias y hechos que el pueblo supo protagonizar.

(*) El autor fue embajador argentino en Bolivia en dos períodos (2012-2015 y 2021-2023). De origen sindical, es dirigente del partido Frente Grande y de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA). Es también miembro del Instituto Patria y, entre otros cargos, ha sido diputado nacional.

El artículo original se puede leer aquí