En la España de hoy, que junto al resto o a los restos de Europa —el continente colonizador del mundo— se convirtió por un acto de magia neoliberal en colonia de las grandes corporaciones con su gerencia central en la Casa Blanca, en esa España se habla hoy de un pasado lejano: el de la conquista y el dominio de América. Y, cada vez más con más descaro, este pasado se evoca como un gran aporte de la Corona Española al desarrollo del continente americano y de lo malagradecida que es la humanidad.

En los carteles que aparecieron en España en vísperas de este 12 de octubre, con el mensaje «Ni genocidas ni esclavistas, fueron héroes y santos», que promovía el link a un video de algunos fanáticos católicos, que algunos llamarán, seguramente, locura de un puñado de ignorantes, pero no es así. En la encrucijada histórica de nuestros días, cuando al mundo le sobran la ignorancia, la desesperación, la violencia y le hace tanta falta las ideas, los populismos fascistoides como este, por su evidente y tentador simplismo, nos muestra el abismo por donde todo fácilmente se desliza hacia la prehistoria.

No se trata solo de la masacre de los indios por los españoles, el genocidio más impune de la historia, hablamos de la actual reproducción del mismo modelo de máxima deshumanización, esta vez proyectado contra todos a nivel global, incluidos el mismo pueblo español, independientemente de lo que piense de la conquista de América.

Para mejor comprensión, comencemos por partes.

Primero. El tsunami neoliberal de las últimas décadas socavó o destruyó las bases del progreso real de la sociedad moderna, que es la educación pública. El conocimiento crítico fue reemplazado por la información y la desinformación caóticas, sin ninguna base ni orden, que son exitosamente manejadas por los medios de control del poder, reforzados por una seudocultura masiva, que reemplazó al arte.

Nuestros ancestros tenían poca información acerca del mundo, pero estaban ligados a la tierra. Nosotros tenemos mucha desinformación y estamos ligados al celular, además con la prepotencia de que sabemos. Están de moda las teorías que simplifican el mundo y sirven de excusa para lo que nadie quiere hacer: estudiar o pensar.

Construir un cuento nuevo en español sobre los nobles conquistadores que se sacrificaron en masa para civilizar a esos salvajes también entrará bien a las sociedades latinoamericanas, adictas a la comida chatarra y a la coca cola.

«1492. Ni genocidas, ni esclavistas: fueron héroes y santos»: el eslogan repartido por 200 marquesinas del país con motivo del Día de la Hispanidad. Foto de Asociación Católica de Propagandistas

Segundo. Lo grave que generó la conquista española no fue solo la bestial reducción de la población humana de las Américas preeuropeas (un hecho confirmado por todos los testimonios de época, previendo las exigencias de los censos exactos, ya que extrañamente los institutos nacionales de estadísticas todavía no existían), sino que también a las culturas y a los pueblos indígenas se les arrebató la oportunidad para su propio desarrollo, que en lo espiritual y en varias áreas científicas superaban a la civilización europea. ¿No será por eso precisamente, que se insiste tanto en hablar de los sacrificios humanos en las culturas americanas, que nunca tuvieron su Hollywood para mostrar las partes oscuras del mundo que vino a destruirlos para apropiarse de su oro, sus tierras y sus manos de obra?

La conquista hizo con las grandes civilizaciones americanas exactamente lo mismo que ahora pretende hacer la civilización capitalista neoliberal con un país euroasiático, con sus territorios, riquezas naturales, memorias históricas y espiritualidades humanas, lo que no deja dormir tranquilos a esos nuevos conquistadores que ya se vistieron de dueños del mundo.

Tercero. En este momento, cuando el acostumbrado poderío de Inglaterra y EE.UU., que dominó la mayor parte del mundo en los últimos dos siglos, está tambaleándose y está por caer, a la locura transhumanista anglosajona, representada por el partido demócrata estadounidense, se le desafía la competencia de varios representantes prehistóricos: los proyectos imperiales como el de Turquía o a diferentes nazismos cavernícolas locales que levantan su cabeza en Europa. Por eso la élite española, desesperada por no perder su oportunidad en esa nueva repartija del mundo, se apresura a retomar a su gran colonia americana, su principal fuente de riqueza, desarrollo y grandeza, la que perdió hace más de dos siglos.

Ahora dirán todo lo que se quiere escuchar. Obviamente, dirán que son «hermanos de sangre» de los latinoamericanos, que para ellos son «hispanoamericanos» o «iberoamericanos». Harán de todo para reemplazar con sus empresas y su dominio a los norteamericanos en el continente, cuyos habitantes, según ellos, son seguramente unos ‘cretinoamericanos’ que no tienen memoria ni vergüenza.

«Que no nos vuelva a pasar, hermanos latinoamericanos. Hoy vienen no en barcos sino en Corporaciones y su religión son sus ideologías de género, de ‘tolerancia’, de energías ‘limpias’, de ‘libertades’ disfrazando la tiranía y la visión única del mundo. Se creen nuestros salvadores, porque somos nosotros tan inválidos que no podemos autodeterminarnos, pero solo miran a nuestro continente para salvarse de la decadencia y de su autodestrucción. Nos menosprecian hoy como ayer y así nos arrancarán lo que nos queda, la memoria, la historia, la raíz, el espíritu y la rebeldía», escribió el colectivo del canal latinoamericano de Telegram ‘En Plena Luz’. Podríamos agregar que, con sus sueños imperiales, menosprecian también las leyes de la historia y al ser humano como tal.

Al igual que hace 500 o 200 años, el mayor riesgo, más que el propio atraso tecnológico o militar de nuestros pueblos saqueados, es su ignorancia y su división, que hicieron posible ese saqueo.

Lamentablemente, esta manipulación histórica se repite también en el caso de todas las variadas ofertas populistas del momento, que, por conveniencia política, critican al colonialismo anglosajón para reemplazarlo por el propio, que desprecia a los pueblos de la misma forma o incluso más. Por eso es tan urgente y necesaria la construcción de un pensamiento crítico y transformador, basado en el aprendizaje de todos nuestros fracasos.