Mozambique enfrenta importantes desafíos estructurales que el próximo presidente y su gobierno deberán abordar tras las elecciones del 9 de octubre. Estos desafíos incluyen la lucha contra el desempleo juvenil, el terrorismo y la protección de los intereses energéticos del país, vitales para su desarrollo económico y relaciones internacionales.

Con 17 millones de votantes registrados, los mozambiqueños decidirán quién sucederá al actual presidente Filipe Nyusi, quien no puede postularse nuevamente tras cumplir dos mandatos. El candidato del partido gobernante, Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo), es Daniel Chapó, un político relativamente joven y poco vinculado a la antigua rebelión, lo que ha generado sorpresa en el escenario político.

Chapó competirá contra tres figuras: Ossufo Momade, líder de la Resistencia Nacional de Mozambique (Renamo), quien busca expandir su presencia en el parlamento y en los municipios; Lutero Simango, del Movimiento Democrático de Mozambique (MDM), que ha prometido crear empleos y fomentar el uso local de los recursos naturales; y Venancio Mondlane, un independiente que ha propuesto reformar el sistema político y administrativo del país.

En el norte de Mozambique, la situación de inseguridad en la provincia de Cabo Delgado, afectada por el terrorismo yihadista, sigue siendo crítica. Los candidatos han abordado esta problemática, aunque ninguno ha hecho campaña en la zona. La resolución del conflicto también está ligada a los intereses energéticos, pues la violencia ha paralizado proyectos de gas natural de grandes empresas internacionales como TotalEnergies y ExxonMobil.

El resultado de las elecciones podría marcar un punto de inflexión en la política y economía del país, influenciando no solo el desarrollo interno, sino también las relaciones estratégicas con actores globales interesados en los recursos energéticos de Mozambique.