En 1962, Rachel Carson, bióloga marina, escribió un libro “Primavera silenciosa” que tuvo una enorme repercusión. No solo despertó la conciencia pública sobre los problemas ambientales, sino que también llevó a un cambio en las políticas de regulación de pesticidas en Estados Unidos y en otros países. Su trabajo es a menudo citado como un catalizador para el movimiento ecologista moderno y ayudó a inspirar la creación de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) en 1970. Rachel dejó un legado duradero que sigue influyendo en la forma en que pensamos sobre la naturaleza y la conservación. Además de ello fue considerada un hito en el movimiento ambientalista. Carson denunció el uso indiscriminado de pesticidas, especialmente el DDT, y sus efectos devastadores en el medio ambiente, la fauna y la salud humana.

Joandomènec Ros, en el prólogo de la edición de de Primavera Silenciosa de 2010, afirmaba que no es sólo un alegato en defensa de la naturaleza por parte de una naturalista , sino una llamada de atención a los peligros que para la salud humana supone envenenar el ambiente, efectuada por una mujer  que padeció una mastectomía radical mientras escribía el libro, que fue tratada con radioterapia y que murió de las complicaciones del tratamiento de cáncer de mama, una enfermedad que, muchos cánceres, parece originarse por la exposición a sustancias químicas tóxicas.

Carson argumenta y científicamente está probado, que estos productos químicos permanecen durante largo tiempo en el suelo, penetran en los organismos vivos y pasan de uno a otro en una cadena de envenenamiento y de muerte. O bien se infiltran misteriosamente por los ríos subterráneos hasta que emergen y, mediante la alquimia del aire y la luz del sol, se combinan en nuevas formas que matan la vegetación, enferman al ganado y operan daños desconocidos.

En su libro denuncia también que hemos puesto indiscriminadamente sustancias químicas ponzoñosas y biológicamente potentes en manos de personas totalmente o en gran parte ignorantes de su potencial de causar daño y hemos sometido a un enorme número de personas al contacto con tales venenos, sin su consentimiento y con frecuencia, sin su conocimiento. Es una obra esencial para ser tenida en cuenta por un Ministerio de Consumo que olvida está para protegernos y tener un consumo alimentario ecológico y libre de toxicidades que alteran nuestro organismo.

Sin embargo a día de hoy, a pesar de todas las advertencias que Carson nos anunciaba y por las que durante un periodo de tiempo se intentó regularizar para evitar la extinción de las abejas y evitar que afectara al ser humano, parece haber quedado en el olvido más siniestro de una humanidad que no comprende o no quiere comprender que existen otros caminos más saludables que la el empleo masivo de plaguicidas  que cada vez más influye en nuestro organismo de una forma mortal. Sin embargo, parece ser que son cuestiones donde impera la economía, en lugar de la salud de las personas.

Continuamente se realizan campañas contra el cáncer y otras enfermedades, para buscar remedios para sus curaciones. Sin embargo se olvida por completo el buscar el origen de esas enfermedades en las que no cabe duda, que  los productos químicos empleados en nuestro entorno, son los responsables de muchos cánceres que podrían evitarse si se tomaran medidas restrictivas. Es igual que las masivas avalanchas de inmigrantes que dejándolo todo, se lanzan en la búsqueda de un bienestar que se les ha negado. Los gobiernos realizan esfuerzos muchas veces violando los derechos humanos, para evitar la entrada de los “sin papeles” a nuestros países. Pero ninguno, ni la comunidad internacional, trabaja en el origen del porqué se producen estas masivas huidas en sus respectivos países sin poner soluciones para revertir la situación.

Los plaguicidas siguen matando la vida y siguen haciéndonos enfermar, ya que no se utilizan insecticidas naturales en la agricultura o no invasivos, y los que son ecológicos, los precios son desmesurados sin recibir ningún apoyo del gobierno para rebajar los precios. La economía impera en la agricultura y ganadería, pese a quien le pese. Las consecuencias del exceso o utilización de productos prohibidos o el abuso de antibióticos en la ganadería, hace que merme nuestra salud, sin que se ponga remedio a tales hechos. El Ministerio de Consumo y las Consejerías de Agricultura y Ganadería de las Comunidades Autónomas, son las responsables directas al no tomar medidas de control exhaustiva y buscar la manera de que las producciones no sean dañinas a las personas.

El Informe “Directo a tus hormonas. Residuos de plaguicidas en los alimentos españoles” que han lanzado Ecologistas en Acción, es demoledor y una prueba real que cada vez nos envenenan más con un costo oculto de incalculables consecuencias para nuestra salud.

El informe señala que los alimentos vendidos en 2022, tanto importados como de producción estatal, tenían residuos de 106 plaguicidas, lo que supone que el 36% de las muestras presentaba residuos de uno o más plaguicidas. Este  porcentaje aumenta hasta el 43% para vegetales y frutas.

En concreto, se detectaron según el comunicado de Ecologistas en Acción:

59 plaguicidas disruptores endocrinos, incluido el DDT.

32 plaguicidas NO autorizados en la Unión Europea.

17 plaguicidas candidatos a ser sustituidos por sus efectos cancerígenos, tóxicos para la reproducción, de disrupción endocrina o que cumplen dos de las tres siguientes características: persistencia, bioacumulación y  toxicidad.

Continúa el comunicado de Ecologistas en Acción, que la población nos exponemos a todos estos plaguicidas que están presentes en los alimentos, aunque sea en pequeñas cantidades ya que en el 99% de los casos no incumplían los límites legales, que deben ser  revisados porque no tienen en cuenta que los plaguicidas disruptores hormonales actúan a muy bajas dosis. Tampoco tienen en cuenta los límites legales el efecto combinado de multitud de sustancias, un efecto que  pone en riesgo la seguridad alimentaria y que no puede ser analizado en ningún estudio de toxicidad, algo sobre lo que alerta la comunidad científica. El cóctel de plaguicidas se produce, en el 22 % de las ocasiones,  en un mismo alimento, con múltiples muestras contaminadas con varios plaguicidas (el caso extremo es el de una muestra de pera que contenía residuos de 9 plaguicidas distintos). Pero también se pone en riesgo la salud de las personas que trabajan en el campo, en demasiadas ocasiones, sin las medidas de seguridad adecuadas y, por supuesto, suponen la devastación del entorno natural que  rodea los campos en los que se aplican los plaguicidas, afectando gravemente a la biodiversidad.

Los plaguicidas presentes son más de los analizados ya que AESAN no busca en sus análisis la presencia de las sustancias que realmente emplea la agricultura, como el glifosato, el segundo pesticida más  vendido en España en 2022 pero cuya presencia no se buscó en ninguna muestra.

La Primavera Silenciosa sigue vigente, como silencioso es el peligro que corremos todos los ciudadanos al no existir una intervención contundente y drástica por parte de los responsables políticos para parar todo este proceso que envenena nuestros campos, nuestras venas y nuestro aliento.

Tanto este informe como muchos otros existentes que demuestran el peligro de los plaguicidas, es olvidado, arrinconado y no tenido en cuenta. Mientras los ciudadanos no nos demos cuenta de esta barbaridad y exijamos de forma inmediata un giro radical en la protección de los alimentos; la economía y el poder económico imperaran  siempre en estas cuestiones en complicidad con los gobiernos y el costo oculto de los productos químicos sobre nuestra salud, será silenciado gravemente, violando los derechos humanos y siendo cómplices del imperio químico que amenaza la biodiversidad de nuestro planeta.