Los objetivos de Desarrollo sostenible que comprenden la famosa agenda 2030, es solo una ilusión mantenida para desarrollar políticas ajenas a los principios prometidos y una manera clara de desviar recursos económicos hacía el beneficio del capitalismo y en detrimento del bienestar social. El famoso pin que muchos políticos llevan en sus solapas, un círculo  dividido en 17 pociones de diversos colores que representan los objetivos prometidos, se enturbian  de color negro y sin ningún sentido. Es el símbolo del fracaso de la humanidad que no somos capaces de unirnos  para afrontar juntos las necesidades de nuestro planeta en su conjunto.

El último informe sobre la Agenda 2030 revela que sin una inversión masiva y el aumento de políticas efectivas, su consecución jamás podrá conseguirse. Y los políticos como estamos viendo, no ejercen esas políticas que podrían cambiar la realidad y el futuro de la humanidad. Hoy, hay más personas que padecen hambre en comparación con 2019 y el número de civiles muertos en conflictos armados se ha disparado, ante la pasividad de los gobernantes. La crisis climática sólo está en boca de ellos para silenciar el malestar ciudadano. Dicen hacer para después no hacer nada.  Según Naciones Unidas, sólo el 17% de los objetivos van por buen camino, los más sencillos, los que no comprometen a nada y son negocio.

El Secretario General de la ONU lo ha dicho bien claro: “Nuestra incapacidad para asegurar la paz, afrontar el cambio climático e impulsar las finanzas internacionales, está socavando el desarrollo”. Es decir. La política aplasta la esperanza de la sociedad y roba el futuro de los ciudadanos y de las generaciones futuras.

En dicho informe presentado ante la ONU nos dan cifras escalofriantes que posiblemente sean superiores: 23 millones de personas más se vieron empujadas a la pobreza extrema y 100 millones más padecieron hambre en 2022 en comparación a 2019. En 2023, el número de muertes civiles en conflictos se disparó y las temperaturas globales se acercan al umbral crítico de 1,5 ° C.

Se necesita un gran esfuerzo y compromiso por parte de todos los gobiernos del mundo. Pero las multinacionales que manejan la geopolítica mundial, además de seguir creciendo y obteniendo grandes beneficios año tras año, no les interesa en absoluto la agenda 2030. El fracaso de nuestra sociedad la encontramos incluso en el acercamiento cada vez más peligroso de la tercera guerra mundial, donde las empresas de armamento se frotan las manos y donde los gobiernos han decidido aumentar sus presupuestos en defensa en detrimento a la calidad de vida del ciudadano. Las políticas europeas se atreven a posicionarse a favor de unos y otros y alientan a la guerra, en lugar de la diplomacia. Este es el grave panorama al que nos enfrentamos en nuestro ya frágil y castigado planeta.

Es cierto que se levantan voces y existen esfuerzos para revertir de alguna forma este camino destructivo al que nos estamos enfrentando. Es cierto que hay entidades, grupos de la sociedad civil y personas comprometidas que trabajan para cambiar esta situación y que la agenda 2030 sea de verdad un camino y un objetivo a conseguir. Pero desde que la era industrial entró en nuestras vidas, las multinacionales se han hecho con el poder absoluto. Son las que gobiernan, dirigen, corrompen, manejan y  deciden los pasos de la humanidad.

Imagen Sara Pozas García. Ya existen muchas plataformas de Laudato Si dentro de las iglesias que actúan con acciones para el cuidado de nuestro planeta.

También la iglesia ha despertado, tarde pero con decisión, sobre lo que le ocurre a nuestro planeta, nuestra casa, la de todos. El papa Francisco, en su mensaje para la jornada mundial de oración por el cuidado de la creación, ha dicho que: “¿Por qué tanta maldad en el mundo? ¿Por qué tanta injusticia, tantas guerras fratricidas que causan la muerte de niños, destruyen ciudades, contaminan el entorno vital del hombre, la madre tierra, violentada y devastada?”. Y continua diciendo: “La liberación del hombre comporta también  la de todas las demás criaturas que, solidarias con la condición humana, han sido sometidas al yugo de la esclavitud” en una clara referencia a los seres sintientes no humanos con los que compartimos nuestra existencia y a los que despreciamos o ignoramos en muchas ocasiones. Este último mensaje de su Santidad también nos advierte que “Que al igual que la humanidad, la creación – sin culpa alguna- está esclavizada y se encuentra incapacitada para realizar aquello para lo que fue concebida, es decir, para tener un sentido y una finalidad duraderos; está sujeta a la disolución y a la muerte, agravadas por el abuso humano de la naturaleza”.

Junto con el Laudato Si y Láudate Deum, este nuevo mensaje de Francisco, nos advierte del camino que debemos tener todos los humanos, independientemente  de la religión que procese. El movimiento que se ha originado en todo el mundo llamado “Laudato Si”, abre la senda del activismo de los católicos. Grupos que se reúnen y forman semillas para actuar junto a las ya establecidas organizaciones civiles  en la defensa de la Tierra. “Hemos hecho impresionantes y asombrosos  progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia”. Nos dice el Papa.

Desde el púlpito, en muchas iglesias, se llama a la acción. Es hora de reaccionar. No es suficiente rezar o pedir que el espíritu santo actúe para salvarnos. Las políticas han fracasado. Las multinacionales han tomado el control y sólo la unión de todos los ciudadanos puede que la balanza se incline hacía la esperanza.

Imagen de Pedro Pozas Terrados en una acción de Greenpeace en el Parque del Retiro de Madrid.

Sin embargo, tristemente, la situación sigue siendo un caos para millones de personas y los pueblos indígenas siguen siendo masacrados y sus líderes asesinados con el consentimiento o el pasotismo de los estados. A Félix Díaz, líder indígena del pueblo Qom en Argentina lo han intentado asesinar camuflándose como accidente de circulación. En Perú, Mariano Isacamo ha sido asesinado, el sexto defensor indígena del pueblo Kabataibo desde el año 2020. La iglesia comprometida con los pueblos indígenas se unen en su lucha y en contra de la extracción de los minerales esenciales para las baterías eléctricas. En Brasil continúan los ataques de campesinos y grupos para militares  a los pueblos indígenas  Ava Guarani, Guarani Kaiowá y Kaingang. Incendian sus casas y les disparan. Así podríamos estar mencionando numerosas violaciones de los derechos humanos contra los pueblos originarios que precisamente son los grandes pilares que sostienen la biodiversidad de nuestro planeta. Y la comunidad internacional calla. Europa da dinero a países como Nigeria y Marruecos para la lucha contra la inmigración a sabiendas que muchos de los arrestados por estos países son abandonados en el desierto a una muerte segura. El mar y el desierto, lugares donde esconder la vergüenza de la agenda 2030.

No quisiera perder la esperanza de un mundo que en su conjunto es maravilloso, donde existen gentes asombrosas y comprometidas, donde tenemos lugares que son verdaderas catedrales de la naturaleza, donde los ecosistemas mundiales son los motores de nuestra existencia, donde el universo de nuestras vidas son la alegría del alba y las estrellas y la luna, las damas brillantes de la noche. Pero tampoco podemos cerrar los ojos de lo que está pasando y quiénes son los culpables. La vida continúa inexorablemente hacia un sistema que nos está llevando a la ruina, en una crisis sin precedentes en la humanidad. Se han juntado muchos factores peligrosos que hacen tambalear la seguridad mundial. La crisis económica, el capitalismo abusivo e incontrolado, las políticas nefastas, la crítica situación medioambiental a nivel mundial, la corrupción de los Estados, la carencia de diplomacia, las guerras consentidas, los intereses geopolíticos, la inutilidad de muchos políticos que sólo les importa sus sillones, las frecuentes declaraciones belicistas de la Unión Europea… todo unido, es un cóctel explosivo que en cualquier momento y ante la incompetencia de muchos gobernantes, explotará sin remedio y las consecuencias serán impredecibles pero seguramente nefastas para la humanidad.

Pero es por todo ello, que mientras exista amor,  comprensión y empatía, aún tengamos la esperanza para evitar el riesgo de nuestro suicidio y que el mundo comprenda que de no cambiar, tarde o temprano, la verdad caerá sobre nuestras vidas. El imperio económico y abusivo que hemos construido contra nosotros mismos, debe ser sin duda el objetivo único para su caída y derrota inmediata, si queremos avanzar en los objetivos reales de la agenda 2030.