Por Ana Lucía Calderón
Muchos recordarán la famosa carta que Napoleón Bonaparte escribiera a su amada Josefina, anunciando su pronto encuentro y solicitándole que no se bañara, pues es bien conocido que desde aquellos tiempos, el ahorro de agua en el aseo corporal no se trataba simplemente de una preocupación ecológica sino de preferencias y gusto por los olores fuertes en el cuerpo. Imagino que ante la ausencia de inodoros y alcantarillados, las tumbas a ras de tierra y todo tipo de mezclas olfativas, debía haberse generado una especie de insensibilidad o barrera en las narices y por eso, para las citas amorosas debía aumentarse el hedor.
En efecto, no estoy aquí para hablar de las tradiciones francesas sino para analizar lo sucedido con el chapuzón que se dio la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, en el río Sena. Aplaudiendo que cumplió lo prometido porque por el contrario, el presidente Macrón que también lo prometió, no lo hizo y dijo que lo hará, pero “no será forzosamente” antes de las competiciones olímpicas. Reconozco haber sido escéptica y considerar que la valentía de Hidalgo no le daría para meterse en ese nido de bacterias y residuos de estiércol parisino. Pero después de analizarlo mejor, recordé a Napoleón y entonces como que todo se complementó en mi mente india, amante del baño, los buenos olores y el gusto por la limpieza. No puedo tener tanto prejuicio, habrá gente que pueda bañarse en una alcantarilla y eso no la hace desmerecedora. Un gran ¡bravo para la señora alcaldesa! Pero después uno se pregunta, y si fueras a quedar en evidencia ante todo tu pueblo, cuando has invertido 1.500 billones de dólares en un proyecto sin lograr el objetivo de semejante inversión colosal, mientras que los invitados a bañarse en el Sena sólo reciben alzas y viven una situación económica cada vez más catastrófica, te asustaría ser descubierto. Supongo que como gobernante de París, dará más terror, la posibilidad de una explosión social en la antesala de un evento de talla mundial como son los Juegos Olímpicos, cuando se ha desfalcado el erario francés, que la anunciada protesta #JeChieDansLaSeineLe23Juin, es decir “me cago en el Sena”, promovida para afectar a la alcaldesa bañista el día 23 de junio, día en que había sido anunciado el acto. Pues al final esperaron unas semanas más, especialmente intensificaron el aseo de las aguas y sin tanto anuncio, ella se puso su traje y se lanzó a demostrar lo límpidas que quedaron las aguas, incluso acompañada por el presidente del comité organizador de los Juegos Olímpicos. Anne gustosa exclamó que las aguas estaban “frescas y muy agradables”.
Por una parte, les deseamos buena salud a los participantes de este sainete, porque en los próximos tiempos podrían verse las consecuencias. Aunque todo depende de lo fuertes de sus sistemas inmunes. Seguramente para la gente que come si acaso una vez al día, o sólo puede recurrir a los comedores sociales, no les recomendaremos la práctica de la natación en el río Sena.
Por otro lado, una pequeña acotación respecto a la protesta simbólica promovida: cada pueblo elige sus símbolos. Este nivel de elaboración del símbolo, expresa la ausencia real de movimientos sociales y de organización para poder llevar a cabo una rebelión de orden pensante, que atine a impactar en los problemas verdaderos, en la corrupción, que desenmascare la farsa de las políticas que se imponen, absolutamente impopulares y antidemocráticas. Pero sabemos que eso no es aún posible, porque en Europa han sido usurpados prácticamente todos los movimientos populares, desmantelados, desalentados. La ira y la indignación no lo puede todo, sin ninguna organización que la encamine a un propósito inteligente y perdurable.
Es así como van pasando las noticias sin ningún asombro, como es el caso del anuncio de Ucrania de que ninguno de sus participantes en los Juegos Olímpicos, dará la mano a los deportistas bielorrusos o rusos, incluso jugando ellos sin nacionalidad, sin bandera alguna.
Recordemos que los deportistas olímpicos rusos y bielorrusos están sancionados por el comité olímpico mundial, por las “terribles acciones de sus Estados”. Quiero enfatizar que un deportista cuando obtiene un boleto a las competiciones olímpicas, ha pasado por un sinnúmero de pruebas, o sea, ha demostrado tener un nivel olímpico en su especialidad deportiva. ¿Cuántos son merecedores de algo así? La virtud que existe en una persona que desde la infancia o la adolescencia se está preparando para llegar a esa altura, es inimaginable para nosotros los flojos que si acaso alguna vez fuimos al gimnasio, o para los que el mayor ejercicio que hacen es el del ojo mirando el celular o para los que protestan haciendo lo que cada ser humano puede hacer de forma natural.
El deporte es una de las expresiones y de los valores humanos más elevados que una persona pueda adquirir, porque no solo tiene que ver con su esfuerzo físico, sino con una cantidad de energía dirigida hacia el bien, hacia un fin mayor, supremo, la superación no sólo de sí mismo, sino de los obstáculos del propio ser humano. La entrega, el sacrificio, la disciplina, el amor inmenso y la pasión por la actividad deportiva es algo excepcional y no puede ser manchada por discusiones políticas, religiosas, ideológicas ni de otro tipo. Un deportista demuestra que es grande, que es el mejor, ahí en la competencia y con su propio cuerpo. Por supuesto, si es justa la competición. Es injusta cuando se ha comprado con dinero, con los intereses políticos, por las preferencias de género, cuando no damos las mismas condiciones a todos esos admirables seres humanos que son los deportistas olímpicos.
La historia de la censura y el veto a los deportistas rusos comenzó mucho antes de la guerra en Ucrania. En un principio se aludieron motivos de ética deportiva pero después descaradamente formaron parte de los paquetes de sanciones impuestos a Rusia y a Bielorrusia. Por supuesto, no se censuran países donde su ejército bombardea a la población civil día y noche durante meses, ni mucho menos a otros regímenes donde gobierna una sola familia sin ser elegida por nadie, etc. Finalmente nada de eso debería importar. Tampoco estoy de acuerdo con sancionar a los deportistas israelíes. Si su estado es genocida, es otro tema, ellos no son políticos, son deportistas.
Pero aceptar la conducta no deportiva y no amistosa de no dar la mano o el saludo a su contrincante, es algo que va completamente en contra de la ética deportiva. Diciendo esto, lo comparo con el hecho de haber acusado de dopaje a todos los deportistas rusos, desde el 2019 y por cuatro años, debido a las denuncias de un señor que robó de Moscú unas pruebas antidoping y las llevó a EEUU, es decir, en un claro acto delictivo, de traición e incluso de espionaje. El señor Rodchenkov es el testimonio irrefutable, a quien se le dio absoluta credibilidad y sobre todo, por su palabra quedó frustrado el futuro de toda una generación de deportistas rusos que no podrán soñar con subir al podio olímpico con la bandera del país en que nacieron. Solamente recordemos el escándalo cuando acusaron de dopaje a la niña de 16 años, Camila Valieiva, que lideraba el primer puesto en los juegos de invierno de Beijing, despojándola de su medalla de oro y expulsándola de éstos y de futuras competencias. Los que algo sabemos de patinaje sobre el hielo entendemos que ella sigue siendo la campeona y que fue una excusa para dejar a la participante de EEUU en su puesto. Las virtudes hablan por sí mismas.
Cuando por fin se acababa el tiempo de la sanción al Comité Olímpico Ruso, oh sorpresa, debido a la inclusión de los deportistas de las nuevas regiones rusas, Rusia volvió a ser sancionada y excluida, esta vez de toda invitación a los Juegos Olímpicos. El Comité Olímpico Ruso fue suspendido de forma indefinida. Por dicha razón los deportistas rusos pueden participar sólo de forma individual, con la figura AIN, “Atletas Individuales Neutrales”. Lo que deja excluida de tal posibilidad de participación neutral a los deportes por equipos.
El gobierno ruso ha comprendido que es injusto impedirle a sus jóvenes deportistas participar en las justas olímpicas. Por el contrario, la única forma en la que se puede luchar contra la injusta injerencia de la política en el deporte hoy, es que estos chicos puedan demostrar que la patria y el trabajo se llevan dentro, que nadie nos roba lo que hemos construido con esfuerzo y convicción.
Cuando veo el anuncio de la “gran artista” Aya Nakamura, que se encargará de la apertura de los Juegos Olímpicos 2024, que promete interpretar a la inigualable y eterna Edith Piaf, pienso que queda claro el nivel que esperamos. No es porque sea de un color u otro, que sea de aquí o de allá, ni de este u otro género, que son los argumentos que los racistas y supremacistas dan para su rechazo, pero proponer a esta cantante es exponernos totalmente el grado de degradación musical, lírica y artística que padece el planeta.
Ríos de estiércol para la natación, repudio por el arte y lo estético en la ceremonia inaugural y todas las actitudes anti éticas y no deportivas en estos Juegos Olímpicos París 2024. Principio y Fin de una época.