Dando continuidad a la serie iniciada en Mayo, se realizó el 7 de Julio el segundo conversatorio del Foro Humanista Mundial, bajo el título “¿Es el colonialismo algo del pasado?”.

Con la participación de personas y colectivos de distintos continentes, se trató de explorar las modalidades de dominación que aún en la actualidad permiten continuar la explotación de las ex-colonias y no modifican el esquema de supremacismo cultural instalado.

Por otra parte, el análisis previo señalaba las diferentes formas de segregación y desigualdad provenientes de los ciclos anteriores de violencia colonial, mientras que se subrayó como en las sociedades opulentas, esto continúa reflejándose en las condiciones de vida de las minorías migrantes y sus descendientes, hoy ya nativos.

Desde Mozambique, el activista humanista Remigio Van Eys  Chilaule introdujo la sesión puntualizando que la intención de la actividad es no solo profundizar en el diagnóstico de situación, sino también de dilucidar qué puede hacer el ciudadano común para superarla.

Por su parte, Javier Tolcachier, uno de los editores latinoamericanos de agencia de noticias Pressenza, lanzó algunas preguntas a modo de posible marco para el debate y apuntó la coincidencia de celebrar la actividad en el día instituido por la UNESCO cono el día mundial de la lengua Kiswahili, uno de los diez idiomas más hablados del mundo.

El también integrante del Movimiento Humanista recordó además la intervención de Silo en el Foro “Humanismo y Nuevo Mundo”, que se celebrara en Ciudad de México en este mismo día 33 años atrás.

Descolonización mental y cultural

A continuación tomó la palabra la abogada y periodista Florbela Malaquías, diputada humanista en el parlamento de Angola, quien afirmó categóricamente que el colonialismo no es cosa del pasado, sino que se ha reconfigurado para continuar controlando a las antiguas colonias sin necesidad de una ocupación territorial directa.

Las potencias coloniales mantienen la dependencia y subordinación de las antiguas colonias mediante diversas estrategias económicas, políticas, culturales, militares y ahora incluso informacionales, mientras continúan explotando los recursos naturales y los mercados de las antiguas colonias, afirmó.

Malaquías precisó cómo la economía de las naciones anteriormente colonizadas  sigue dependiendo de estructuras de la época colonial, limitadas a la exportación de materias primas y la importación de productos manufacturados en una relación de subordinación económica que crea subdesarrollo. Las multinacionales de los países desarrollados han establecido operaciones en las antiguas colonias, controlando sectores clave de la economía como la minería, el petróleo y la agricultura, todo ello en detrimento de las economías locales. A su vez, la diputada explicó como el neocolonialismo se manifiesta en la dependencia financiera con la aplicación de programas de ajuste estructural por parte del FMI y el Banco Mundial que obligan a recortes en el gasto social e impulsan privatizaciones y liberalización económica beneficiando con estas exigencias a inversores y acreedores extranjeros.

Otro aspecto en el que se refleja el neocolonialismo es la llamada “ayuda para el desarrollo” condicionada a políticas económicas y sociales alineadas con los intereses de los donantes. Asimismo, los acuerdos de libre comercio son otro instrumento que favorece a las economías más fuertes, permitiendo el acceso preferencial de sus productos a las excolonias, mientras que imponen barreras proteccionistas a los países más pobres.

La interferencia neocolonial también es política, siendo que las antiguas potencias frecuentemente apoyan a gobiernos autocráticos que privilegian los intereses de las antiguas potencias, perpetuando un sistema de gobernanza en detrimento de los intereses nacionales. Los gobiernos locales que quieren romper con este orden económico establecido son a menudo objeto de intervenciones directas o de golpes de Estado para mantener el orden neocolonial.

La presidenta del Partido Humanista de Angola señaló también cómo la hegemonía del imperialismo cultural afecta las propias raíces, creando una visión del mundo que prioriza su modelo de desarrollo y sus valores, a través de la educación, los medios de comunicación e instituciones culturales que promueven la superioridad de los valores de los viejos poderes occidentales y marginan las tradiciones, costumbres, lenguas y conocimientos locales, lo que se refleja en la pérdida de identidad cultural. Este es el perverso legado que deja la dominación colonial que aún persiste, subrayó.

Otra huella difícil de remover es la dominación social que mantienen las jerarquías establecidas por los colonizadores así como la distribución desigual de los recursos y la exclusividad de poder en manos de élites minoritarias formadas durante la colonización. Estas conservan sus privilegios e impiden la redistribución de la riqueza, socavan la cohesión social y, en la mayoría de los casos, reproducen las políticas de explotación y opresión promovidas por las instituciones financieras internacionales.

En cuanto a las posibles caminos a emprender para la superación de estas situaciones, Florbela Malaquías expresó que se requiere una gran solidaridad, organización y compromiso colectivo, actuando sobre las distintas manifestaciones de la colonización.

Para superar esta herencia colonial y promover cierto desarrollo, la primera y más importante medida sería la descolonización mental y cultural, que implica valorar y vitalizar las culturas locales y promover la identidad cultural de las generaciones más jóvenes mediante una educación que produzca y transmita conocimientos desde perspectivas endógenas, teniendo en cuenta la historia, las lenguas y expresiones nacionales, junto a las expresiones artísticas y culturales locales.

En el ámbito económico es preciso visualizar reformas estructurales para crear sistemas más justos centrados en el desarrollo interno. Las materias primas deben transformarse en productos de fabricación local con mayor valor añadido. La autosuficiencia y la diversificación económica también son esenciales, aplicando políticas en favor de la seguridad alimentaria y la soberanía agrícola, sin excluir prácticas agrícolas tradicionales.

En el ámbito social abogamos por el respeto y la protección de las personas. Necesitamos también elevar la calidad de las instituciones democráticas para garantizar un uso equitativo y eficaz de los recursos públicos, que son imprescindibles para la realización de la justicia social, indicó.

Defendemos también una mayor participación de la comunidad en los procesos de toma de decisiones, una descentralización política y económica del poder y mecanismos independientes de supervisión y rendición de cuentas para llevar a los líderes políticos a actuar a favor del interés púbico.

Para erradicar las huellas de la colonización, las organizaciones humanistas deben liderar este proceso y denunciar los programas de supuesta ayuda al desarrollo que sirven a las prioridades de los donantes en lugar de estar al servicio de los intereses de los beneficiarios, exigir la anulación de las deudas externas injustas e insoportables de las antiguas colonias y fortalecer lazos con otras organizaciones de derechos humanos para trabajar juntos por la justicia y la paz mundial, concluyó la parlamentaria angoleña.

Las injustificables justificaciones de la violencia colonial

Por su parte, la investigadora afrodescendiente Maali Kentake, inició su intervención tipificando la cuestión como un virus, que se ha expandido y hoy cubre el planeta entero.

Abordando el tema de una manera sencilla, la creadora del proyecto educacional «Ubunto-El Retorno» propuso para vivenciar la tragedia del colonialismo la siguiente imagen: “Tú estás en su casa y de pronto un extraño, que nunca has visto antes, entra a la fuerza y se apodera, no solo de tu hogar, sino también de ti y tu familia. Toman control de todo lo que haces, desde la comida hasta la hora de dormir, qué tipo de trabajo vas a hacer y quién eres.”

Solo los nombres han cambiado, pero el sistema se ha perpetuado, un sistema que no se ha desmantelado sino que solo ha pasado a otra fase de su desarrollo.

Otro componente y dinámica central del colonialismo, continuó la académica nacida en República Dominicana, es el concepto de Civilización, que justificó moralmente la acción colonizadora, afirmando los invasores que era preciso “venir y civilizarme en mi casa porque soy un salvaje.” La religión, y en particular el cristianismo, han sido claves para sostener el despojo.

Kentake puntualizó asimismo la falsa lógica que sostiene que el pueblo colonizado es inferior, lo que actúa como piedra fundacional del sistema supremacista blanco, incluso tomando la delantera en todo este nuevo esquema del colonialismo.

Otra cuestión crucial que es necesario mirar es la justificación de que esto es el producto de la lucha natural por sobrevivir, de la falsa opción de matar o ser matado. De este modo, el colonialismo y el neocolonialismo son presentados como el resultado justificado de una natural lucha por la supervivencia. Esto es algo que hay que abordar en profundidad, ya que si no, continuará ocurriendo, significó Maali.

Como lo estamos presenciando ahora en Oriente Medio, lo que está pasando en Sudán, lo que está pasando en África y en muchos otros lugares. Los descendientes de los colonos siguen siendo dominantes en el gobierno, mientras que los indígenas o las clases sometidas son los que que más están sufriendo y tienen que emigrar. Por otro lado, cada vez más gente expresa audazmente su supuesta supremacía blanca, dirigida especialmente contra los africanos y afrodescendientes. ¡Esto es algo que no podemos pasar por alto!

La pretendida supremacía blanca es la misma donde quiera que vayas. Es la misma en la India, en Australia o en América Latina. Con esto se intenta sostener el colonialismo.

Luego de señalar varios ejemplos sobre la persistencia de la discriminación, la estudiosa y activista mencionó también cómo ante esta situación el Secretario General de la ONU Antonio Guterres instó a los Estados a tomar medidas concretas con la plena participación de los afrodescendientes y sus comunidades para hacer frente a las viejas y nuevas formas de discriminación racial y desmantelar el arraigado y estructural racismo institucional.

A continuación de las intervenciones, Chilaule, en su calidad de anfitrión en representación del Foro Humanista Mundial, propuso una reflexión colectiva, invitando a los asistentes a relacionar el tema con sus propias vidas y explorar en su interior cuáles podrían ser las actitudes y las acciones que podrían contribuir a superar esta situación heredada y no elegida.

Finalmente, los participantes se dividieron en grupos para intercambiar experiencias y opiniones sobre cómo abordar a futuro tan importante asunto. Surgió así la iniciativa de formar una mesa de trabajo permanente, a la que se pretende invitar a todas las organizaciones y personas que quieran aportar para poder dejar atrás la violencia del colonialismo, cuestión que la Humanidad debe reparar y resolver para pasar a otro momento de su evolución.