Operado sin anestesia y en mitad del genocidio israelí en Gaza, el brazo de Adam estaba a punto de ser amputado. Ahora tiene una oportunidad en Líbano, un país con amplia experiencia en cirugías de guerra.

Por Marta Maroto/Ctxt

Adam Afana no había cumplido aún los cinco años cuando un ataque israelí le quitó a su padre, a su hermana de un año, a su abuela, a su tía, a varios de sus primos… y casi la mitad de su brazo izquierdo. Terminaba octubre, nadie preveía que la guerra sería tan larga, y la familia había dejado su vivienda en el campamento de refugiados de Yabalia para cobijarse en la casa de los abuelos de Adam, donde pensaron que estarían más seguros. Superviviente de un genocidio en el que además se han destruido 26 de los 35 hospitales que existían en la Franja de Gaza, el pequeño fue operado de emergencia en el enclave palestino sin anestesia y bajo el sonido de las bombas.

En diciembre, su tío Eid Afana, que vivía en el extranjero, logró acceder a la zona de guerra a través del paso de Rafah y tramitar la evacuación de Adam y la familia que quedaba viva: su madre y su hermano, ambos con un estado de salud muy frágil. El brazo del niño estaba en una situación tan crítica que los médicos consideraban amputarlo.

Una vez en Egipto, con un sistema de salud saturado, la única manera de salvar la extremidad del pequeño era buscar atención especializada en el extranjero. Los últimos días de mayo Adam llegó a Beirut, al hospital de la Universidad Americana, donde recibe tratamiento con el apoyo del Fondo para la Infancia Ghassan Abu Sittah, renombrado cirujano palestino-británico.

De vez en cuando, hay historias de esperanza y resistencia en esta guerra contra la infancia.

Adam es uno de los 12.000 niños que resultaron heridos desde que se inició el conflicto en octubre de 2023, según Naciones Unidas. Además, 15.000 han sido asesinados. Sonriente y obediente, sin embargo, el pequeño no deja que nadie toque su brazo herido pese a que apenas tiene sensibilidad. La falta de atención sanitaria le ha provocado una infección que ha llegado al hueso y hace peligrar la salud de todo su cuerpo. Cuando los antibióticos hagan efecto, Adam comenzará una serie de operaciones que los médicos esperan que le devuelvan parte de la movilidad perdida.

Sueña con ser policía para “mantener a las personas seguras”. Es un niño al que “todo el mundo adora”, explica a CTXT Dania Dandachly, portavoz del Fondo Ghassan Abu Sittah. Sin embargo, lo pasa muy mal cuando las enfermeras le someten a pruebas: la sangre y el dolor le hacen recordar el tiempo que pasó bajo los escombros o le devuelve imágenes de su padre en la ambulancia, cuando le vio por última vez.

“Trato de distraerle cuando se le llenan los ojos de lágrimas, de ayudarle a asimilar y protegerlo del dolor”, explica emocionado Eid en la primera rueda de prensa ofrecida a los medios para conocer los detalles del estado de salud del pequeño y tratamiento en Beirut. Fue él quien se puso en contacto con la organización para pedir ayuda con la operación, la primera de estas características en el Líbano en casi nueve meses de conflicto pese a la cercanía geográfica del país con Palestina.

La política libanesa hace equilibrios dentro de un balance sectario en el que parte del Gobierno en funciones ignora la guerra que en el sur del país enfrenta a Hezbolá contra Israel. El sistema actual es en parte heredero de 15 años de guerra civil de la que facciones libanesas culpan a la guerrilla palestina. Los más de 24.000 refugiados palestinos en el Líbano, pese a que generaciones enteras hayan nacido en el país, no tienen acceso a servicios de salud más que a través de las clínicas de las agencias de las Naciones Unidas.

Adam entró al país con una visa y después volverá con su familia a Egipto, por lo que la organización, creada a principios de 2024 como respuesta al genocidio, espera que sirva para abrir las puertas a nuevos pacientes. Tienen el objetivo de llegar a media docena antes de que termine el año. El coste dependerá de cómo vayan saliendo las cirugías, y a pesar de los descuentos del centro médico y de manos voluntarias, Dandachly estima que el tratamiento no bajará de los 30.000 dólares (27.500 euros). A medida que el pequeño vaya creciendo necesitará nuevas operaciones, de las que el centro también quiere hacerse cargo.

Con más de 17.000 niños en Gaza solos sin nadie que los proteja, según Unicef, los que no pueden ser identificados son registrados como ‘desconocido’ o con las siglas WCNSF, que corresponden en inglés a ‘Niño herido, sin familia superviviente’. En algunos casos las bombas israelíes han desfigurado la cara de los pequeños hasta el punto de que es imposible distinguir quiénes son.

“Uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos es identificar a las personas rescatadas de entre los escombros. Estamos trabajando en coordinación con las autoridades egipcias para conseguir los papeles necesarios y facilitar su traslado a Beirut”, explica el cirujano Abu Sittah.

Abu Sittah fue testigo de la guerra de Gaza en 2008, y en 2023 trabajó con Médicos Sin Fronteras durante las primeras semanas del genocidio. Sus testimonios de las masacres horrorizaron al mundo, y su figura se convirtió en símbolo de la vergüenza de Europa cuando Alemania y Francia le vetaron la entrada para participar en conferencias. Su experiencia se suma a la de cirujanos y centros médicos libaneses, con una amplia historia de tratar heridas y traumas de guerra forjada en décadas de conflictos internos y contra Israel.

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