Por Edgar Dávila Navarro
Hoy, 26 de junio, a las 15:20 miembros del Ejército boliviano ingresaron violentamente al Palacio de Gobierno, cerrando todos los ingresos. El comandante del Ejército, Juan José Zúñiga, demandó al presidente Luis Arce un cambio en la dirección de la administración política y económica del país, subrayando que un grupo de personas saquea los recursos naturales. Acción que fue calificada por Arce como una insubordinación.
En medio de acusaciones de un Golpe de Estado, Zúñiga anunció la posesión de un nuevo gabinete y afirmó que “por el momento” reconocía a Arce como capitán general de las Fuerzas Armadas, sosteniendo que contaba con el apoyo de las tres fuerzas militares.
Ante esta situación, la Central Obrera Boliviana (COB) declaró una huelga general indefinida y el traslado de afiliados a la ciudad de La Paz, para restituir el orden constitucional y al gobierno legalmente establecido.
Uno hora después, el presidente Luis Arce posesionaba al nuevo Alto Mando Militar, comandado por el general José Wilson Sánchez, quien ordenó inmediatamente el repliegue de las tropas que tomaron el Palacio de Gobierno.
Arce denunció el intento de Golpe de Estado y destacó el rol de los buenos militares, que sí saben respetar la Constitución.
Estos hechos reflejan cuán frágil todavía es la democracia en nuestra región. Una democracia que continúa construyéndose con esperanzas y desazones, con claridades y oscuridades. Este acontecimiento, que marca la historia de Bolivia, nos enseña que la democracia está por encima de todo, que debemos defenderla y respetarla, como una de las más preciadas conquistas de hace 42 años en Bolivia.