Del silencio a la puesta en escena: colocar sobre las tablas el genocidio que a la Argentina aún le cuesta poner en palabras.
El 4 de octubre de 2022, en un megaoperativo con 200 agentes, las fuerzas de seguridad de la nación y la provincia de Río Negro ingresaron por la fuerza y con violencia en la comunidad mapuche Lafken Winkvl Mapu, ubicada en Villa Mascardi, Bariloche, acusando a todas las mujeres presentes (incluida la machi Betiana Colhuan Nahuel) de usurpación, resistencia a la autoridad y agresión. El resultado del operativo: cuatro mujeres mapuche encerradas en prisión domiciliaria durante ocho meses (pueden leer “Puñelchefe: el derecho a nacer con dignidad”).
Celeste Huenumil estuvo en cautiverio junto a su hija recién nacida. Las aislaron a ambas como si se tratara de animales peligrosos. Perimetraron sus cuerpos y vigilaron sus movimientos como si se tratara de asesinas peligrosas. “Nos filmaban todo el tiempo. Cuando íbamos al baño iban con metralletas: había dos tipos con metralletas”. A Celeste, como al resto de sus hermanas mapuche, las filmaron hasta cuando estaban dentro del baño. Las filmaban por morbosidad, por hostigamiento, como una forma miserable de burla y denigración, para intentar, con armas y cámaras en mano, controlar hasta el espacio más vulnerable de vida que les quedaba en ese lugar.
“Los tratos claramente fueron inhumanos. Del momento que entraron a la lof, entraron a los tiros. Yo me quedo con la imagen de ver a mi hija y a los otros pichis corriendo y la policía disparando en la dirección en la que ellos corrían. Y después desde el momento que nos dejaron en la ruta y nos llevaron a la PSA (Policía de Seguridad Aeroportuaria), fueron momentos horrendos, de mierda, nos sacaban las cosas, la ropa, la platería. No les importaba nada que nosotros estemos con nuestros hijos. No le importaba nada si había una persona mayor. Nos llevaban agarradas. Las lanmgen fueron esposadas. Nosotras no, algunas no. Después nos metieron en un lugar, todas juntas, en un cuarto, como diciendo ‘las tenemos a todas juntas’. Recuerdo también que todo el tiempo quisieron manipular el parto de la lanmgen Romina, como adelantándole su proceso, su parto, el nacimiento de su hija, queriéndole hacer una cesárea”.
Celeste hoy está libre, pero no sabe hasta cuándo. Celeste pertenece al borde de Río Negro. “Mi tvgvn mapu es el inaltu curu leufu: Carmen de Patagones y Viedma. Nosotros somos lelfuche calafkenche. Somos gente del río y del mar”. Celeste es estudiante del profesorado de teatro. Lleva adelante una obra, denominada “Tukulpan”, en donde expresa su sensibilidad y compromiso con la recuperación (o restitución) identitaria de su pueblo, que significa, en el mejor de los casos, la vuelta al territorio.
“Particularmente cuando empezamos a hacer la obra de «Tukulpan (en mapudungun significa tener memoria)» fue como trabajar en la práctica escénica, traer estás situaciones dolorosas que traemos como pueblo: del genocidio, del campo de concentración, llevarlo a lo poético, a la poesía, dentro de la escena. Entonces empecé a hacer este trabajo en la escuela de arte donde yo estudio, me formo, en el profesorado de teatro. En el 2018 hice una performance en memoria de Rafael Nahuel Iem (en esa fecha, en la escuela, se cumplía un año del asesinato). Y a mí como a muchas personas, nos pegó tanto lo de Rafa, porque vimos también a nuestros primos, a nuestra gente cercana. Se armó esa performance en nombre de todos nuestros weichafe caídos, a todos nuestros kuyfikecheiem, a toda nuestra gente. Ahí empezó un poco la creación de la obra Tukulpan. Siempre tuve ganas de escribir ese guión. Se dieron las cosas y en el 2020 empezamos a crear la obra de Tukulpan y hablar un poco de esto: el despojo territorial”.
¿Cómo se explica la contradicción existente entre los valores que intenta estimular y desplegar Celeste y la persecución que ejercen el Ministerio de Seguridad de la Nación de Argentina y el Comando Patagónico Unificando, organismos obsesionados en acusarla de terrorista? ¿Qué es lo que convive en el medio de estos dos extremos descriptivos? La respuesta es sencilla y compleja a la vez: tierras valiosas, codiciadas como oro, el botín pretendido por empresas forestales (pueden leer: ¿Quiénes son Osvaldo y Rolando Rocco?) y el Estado Nacional argentino en nombre de sus ambiciones económicas.
¿Cuántos árboles y cuántas mapuche deberán ser cortadas de raíz para cumplir con los objetivos financieros de un país empecinado en negar las identidades preexistentes al Estado?
En escena una mujer. Tiene dos plumas en la cabeza, un kvpal mapuche y una faja la visten. Una luz azul tenue le cubre el cuerpo. Dentro del cuadro también se pueden ver los elementos que la acompañan. Son pocos y específicos: un cordel, una pava, un mate y una radio portátil apoyada sobre una mesa. En un tercer punto, formando un triángulo visual, un pequeño fuego encendido (con una vela). La mujer se mantiene parada, quieta y en silencio por varios minutos. Finalmente pronuncia las primeras palabras; las pronuncia en un español ahogado, casi inaudible.
Celeste es una equilibrista. Juega con un pie en el aire sosteniendo con su cuerpo el pasado que emana de su color de piel, de sus palabras en mapudungun, de sus considerables gestos de ternura, la flexibilidad de su cuerpo intentando liberarse del terror que la persigue. Tensa la cuerda sobre un sistema asesino que intenta callarla, desaparecerlos a ella y a todos los suyos, un sistema que busca reducirla hasta llevar a su cuerpo a la mínima expresión. El encierro forzado y la elocuencia física en un sólo punto, tensando una cuerda de poder.
En este contexto, el cuerpo de Celeste resiste, se multiplica. Es abuela, madre y niña. Guerrera y artista. Serpiente y fuego. El cuerpo de Celeste es el cuerpo de una mujer mapuche sometida al hostigamiento y el movimiento coercitivo constante. Celeste vive encorsetada, aprisionada. A Celeste se le impide andar por la calle con un pañuelo en la cabeza, no se le permite hablar su lengua materna (mapudungun) en público. Se la amonesta o lincha si intenta defender los espacios ceremoniales vitales para la supervivencia de la vida y la espiritualidad mapuche. Su lugar, para la sociedad argentina racista actual (como la de ayer), es el destierro, el exilio, la exclusión, la cárcel o la muerte. Celeste representa el pasado de sus antepasadas, en todas sus formas: es identidad y tortura, dignidad y olvido. Ternura y ultrajes. Celeste sabe, cómo supieron sus abuelas mapuche, que mientras más pública se haga su voz y más lugares ocupe su cuerpo en una sociedad monocultural como la nuestra, más posibilidades tiene de comprimir su existencia dentro de un ámbito de crueldad. ¿Qué relación existirá en todo esto, para que Celeste desarrolle, todos los días, como un fogón de resistencia y resguardo, el trabajo (kvzaw) del teatro?
La serpiente se convierte en lana, la tela es tierra fecunda, que antes fue fuego y agua. Celeste posa la serpiente (o la cuerda) en sus manos, mientras se mantiene arrodillada. La escena cambia y se ve a Celeste correr, corre asustada. Celeste es una niña que vuelve. Asustada, pero convencida Celeste vuelve hacia su pasado más lejano que le habla como un susurro de viento. ¿O es el pasado que vuelve a ella? La luz se mantiene igual. La escena cambia. Celeste es una abuela. La abuela se queja, habla del pasado, pronuncia un gvlam (consejo). Quizás el mismo consejo que hoy Celeste como mujer mapuche quiere transmitir, replicar. El rol de la actriz se traspola al de la activista mapuche. Celeste es una, aunque también se multiplica. El mapuche se multiplica.
Las vidas que nos habitan como mapuche son diversas, inabarcables, impronunciables. Por eso se nos intenta detener, encerrar, encauzar: la dimensión y extensión del mundo espiritual mapuche se emplaza en territorio capitalista y neoextractivista. Eso ya lo sabemos. Pero no hay que perder de vista que los cuatro asesinatos recientes por despojo territoriales, aún continúan impunes: Lucinda Quintupurray, Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y Elías Garay.
“Es complejo lo que hoy estamos viviendo. No es nada nuevo. Para nada. Creo que hay que estar con más fuerza, más consciente, cuidando, sobre todo, los espacios ganados. Acompañar a las comunidades, a esos lamngen que están en procesos judiciales o futuros desalojos. ¡Que siga el acompañamiento! ¡Que siga la solidaridad! ¡Que sigan las redes! Porque es la única forma de hacerle frente; el frente que le venimos haciendo hace siglos. Ésto no es nada nuevo. Es duro, triste, nos pega en lo sensible. ¡Te bajonea! Esa es la idea del winca: entristecernos, lograr el avasallamiento, ir contra todo sin importar las vidas; la vida de los territorios. Por eso, con más razón, hay que estar con firmeza, sobre todo hablando, no silenciar. Ya pasamos por ese proceso de silencio. Creo que eso ya es parte del pasado. Y hay que seguir con eso que estamos recuperando, con esos derechos recuperados. Dentro de los pueblos originarios, siempre han sido a medias esos procesos de derechos porque si no muchas de las cosas que están pasando en Latinoamérica y en el mundo, no la estaríamos viviendo ¿O es qué es así este sistema capitalista? Muy opresor. Es muy dañino, muy maldito”.
Develar, dilucidar, quitar el velo y el pañuelo blanco que el militar aún mantiene puesto sobre los ojos de nuestro pueblo para que no pueda reconocer ni siquiera un indicio del ser indígena que lo habita. Esa pareciera ser la misión de Celeste y la de muchos jóvenes mapuche que transitan la urbanidad con resistencia y rebeldía.
El campo semántico se repite una y otra vez: la serpiente significa la creación; la abuela la sabiduría; la niña, la continuidad del legado cultural e identitario. La imagen del kultrun, el agua, el inicio de la vida, la necesidad del equilibrio. La presencia del azul sagrado.
¿Cómo puede hacer una persona, que se ha criado en la ciudad, hablando español, para concretar sus primeros pasos y reconocimientos dentro del mundo preexistente al Estado, si justamente son el Estado y la iglesia, los que le han quitado todo y lo ha convertido, evangelizado, bautizado con un nuevo nombre para borrar su pasado?
Celeste sabe que Argentina es un país esquivo para problematizar el genocidio fundante del Estado. Si no se reconoce el genocidio (o se lo niega o no se quiere hablar del mismo), más distante será la posibilidad de problematizar la identidad de las personas que transitan este territorio. Celeste lo sabe, por eso se calza en el cuerpo la responsabilidad de contar su historia, que es como la de otras, pero que no se relatan, por lo tanto (pareciera que) no existen. Celeste sabe que la lucha es discursiva.
El terror consiste en desinformar.
La perversión y el cinismo de los gobiernos neoliberales, totalitarios y deshumanizados, se demuestra con la elocuencia de los nombres y las fechas que eligen para hostigar a sus víctimas, la población en su totalidad. Celeste, como el resto de sus hermanas mapuche imputadas, deberán presentarse en el inicio de un nuevo proceso judicial, el día 24 de junio próximo, juicio en el que se decidirá su continuidad en libertad. Esta no es cualquier fecha, resulta simbólica para el pueblo mapuche. Representa el cambio de ciclo, la llegada del invierno y la renovación de las fuerzas espirituales. Un momento para resguardarse, estar calmado, en sintonía con la cautela de la naturaleza. Sin embargo, el poder judicial y el Ministerio de Seguridad de la Argentina proponen incertidumbre y angustia, desequilibrio y estigmatización. ¡El opresor dispara contra la espiritualidad mapuche! Es por esto que intenta separar a la machi de su rewe. Sin embargo, mientras el “nuevo enemigo” invoca a las fuerzas del cielo. Celeste sabe, como sabe la machi, que no están solas. Que otras formas de vidas murmuran el sendero que las resguarda. El ciclo del agua pasando entre bardas y montañas, volcanes y ríos, advirtiendo al unísono: cada vez que alguien intenta ser negado y silenciado, otros diez se pronuncian. Se proclaman. Se alzan prominentes contra las garras de hierro de la muerte extractiva. Por supuesto, la batalla es también espiritual. La desventaja del enemigo, osar en atacar la virtud milenaria e invencible del pueblo mapuche.
“¡No hay que darles el gusto! ¡No tener miedo! Porque es lo que quieren generar con la violencia, con la represión, con esto que nos están haciendo. Quieren mantenernos entumecidos, en estado de no reacción.”
“En los hijos de mis hijos me levantaré”. Ya lo hemos dicho, el tiempo que un día predijo Kalfukura es hoy.