Palabras de Gerardo Femina, a nombre de Europa por la Paz, en el encuentro organizado por el Foro Humanista Mundial del 19 de mayo de 2024

Hola a todos y gracias por la invitación a un debate tan importante.

Creo necesario, antes de abordar la cuestión, dar un vistazo a las dos grandes paradojas que vivimos hoy en día. La primera es que, al tratar de estimular a otras personas para que afronten activamente los problemas del mundo, acabamos reforzando involuntariamente aquello que queremos combatir. Me explico. Hoy estamos inmersos en una campaña mediática que podríamos  definir como del terror. Todos los medios de comunicación nos hablan constantemente de guerras, dolor, odio y venganza. Y toda la informaciones que se nos dan sólo ofrecen soluciones que se basan en más guerras, más odio y más venganza. La mayoría de la población se siente abatida y permanece paralizada o desconectada ante la realidad. La gente prefiere no pensar en estos temas, porque además no se vislumbra solución posible. Incluso, la gente evita hablar de estos temas para eludir posibles conflictos con familiares y amigos, restringiendo la comunicación sólo a cuestiones triviales y secundarias.

No caben dudas de que el poder siempre ha utilizado el terror para controlar mejor a las poblaciones, pero en estas últimas décadas la cuestión se ha tornado compleja y articulada. Seguramente recordamos las terribles imágenes difundidas en todos los medios de comunicación mostrando a miembros del ISIS mientras degollaban a los prisioneros. Parecía que estos terroristas podían llegar a nuestras ciudades en cualquier momento. Luego los medios se concentraron sobre la inmigración, y nuevamente nos sentimos angustiados ante el peligro de una invasión inminente. Este terrorismo mediático continuó con la pandemia. Todos estábamos asustados tanto por el virus como por los tratamientos obligatorios que se nos imponían. Y llegamos a hoy, donde las noticias sobre guerras y tragedias abundan en todos los medios de comunicación.

El objetivo de esta campaña mediática es asustar a las personas, hacerlas sentirse como hormigas impotentes frente a una realidad compleja y peligrosa.

Y, de hecho, ¡así es como se siente la gente! Y cuando los movimientos antibelicistas, con la intención de estimular a la gente a que esté activa, hablan del peligro nuclear, lamentablemente y sin quererlo, refuerzan precisamente la parálisis y la necesidad de desconectar y ocuparse de otra cosa. Nadie quiere oír hablar de problemas tan graves y aparentemente insuperables.

La segunda paradoja es la de la convergencia. Para hacer frente a los problemas que experimentamos, necesitamos unirnos para ser más fuertes, pero cuando intentamos converger, siempre priman las diferencias que en cambio nos dividen. Pongo un ejemplo tomado de Italia. Hay cientos de organizaciones pacifistas y no violentas, formadas por gente fantástica, pero no se logra converger con fuerza en un programa común. Hay algunos partidos que están a favor de una resolución diplomática de los conflictos, pero en vísperas de las elecciones europeas no lograron converger en una lista única. Han prevalecido las diferencias y lo que divide, no lo que complementa y une.

Llegando finalmente a la pregunta: «¿La humanidad corre el riesgo de una posible guerra mundial?», la respuesta es sí. Basta con leer el documento del Pentágono publicado el 11 de junio de 2019, donde se habla del uso de la energía nuclear no sólo como fuerza disuasiva, sino también como arma de ataque para ganar guerras. En el documento se habla de armas de bajo potencial, pero de todos modos más potentes que la bomba atómica de Hiroshima. Pero más allá del uso voluntario de las armas nucleares, existe el grave riesgo de un accidente.

Esta constatación lamentablemente crea más parálisis y polarización: ¿serán los rusos o los norteamericanos quienes utilicen armas nucleares? De este modo, no salimos de lo que hemos llamado la «campaña mediática del terror».

Tolstoi, hace más de un siglo, explicaba con profunda lucidez cómo el poder acusa al «mal», a los enemigos, de culpables por poner en peligro nuestras vidas. Nos mostraba cómo con esta lucha contra el mal se justificaban las guerras, cuando el verdadero interés era sólo defender y consolidar el propio poder.

No es buscando culpables y reforzando los sentimientos de miedo, odio y venganza como saldremos de esta situación y avanzaremos hacia la realización del ideal de un mundo mejor.

Para salir de estas paradojas, es necesario comprender profundamente las raíces de la crisis que estamos viviendo y salir de la visión del ser humano como hormiga. Esto requiere un profundo despertar de las conciencias, de lo que hablaremos en nuestra próxima intervención…

Necesitamos una nueva visión del ser humano, mirar hacia el futuro. Debemos hacer como Galileo, que tomó el telescopio que los holandeses usaban para mirar hacia abajo y lo dirigió hacia las estrellas.