Con la experiencia de más de una década de trabajo comunitario, Zulema Hidalgo piensa que hay una preocupación ciudadana en Cuba por la violencia, pero que cualquier acción para contrarrestarla debe pasar por la promoción de cambios de estilos de vida.
Coordinadora del Programa de Género y Violencia del no gubernamental Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR), Hidalgo ha trabajado junto a otros colaboradores de esa organización en varias comunidades habaneras, donde se acumulan problemas sociales y diferentes grados de vulnerabilidad.
Grupos de hombres contra la violencia, formación de educadores populares y líderes comunitarios, talleres básicos sobre género para organizaciones sociales y debates sobre temas como raza o masculinidades, son entre otras las acciones promovidas por el OAR, siempre con el eje transversal de la participación ciudadana.
Articulador por cuarto año consecutivo en la Jornada por la No violencia, que este año comenzó el 4 de noviembre y se extenderá hasta el 17 de este mes, el grupo OAR pretende contribuir a la sensibilización de la sociedad cubana hacia el reconocimiento, prevención y rechazo social de la violencia de género.
La propuesta del grupo OAR
El Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero se define a sí mismo como una organización de la sociedad civil cubana, de inspiración cristiana y orientación macroecuménica, sin ánimo de lucro ni proselitismo religioso, integrada por hombres y mujeres de múltiples sectores sociales, que profesan expresiones plurales de fe o variadas concepciones filosóficas.
Surgido en 1985 como un grupo de reflexión sobre el papel del cristianismo en la sociedad, se planteó a comienzos de la pasada década la necesidad de contribuir al desarrollo de la comunidad nacional, desde su especificidad de fe como integrante del Consejo de Iglesias de Cuba y a partir del reconocimiento de la diversidad y el respeto «al otro».
Desde entonces, «visualizar los tipos de agresiones, las diferentes negligencias, omisiones, las ‘normas’ aprendidas y trasmitidas, el daño moral y físico, entre otros presupuestos, ha sido una constante en el actuar de la organización, que tiene entre sus objetivos facilitar la capacitación sobre desafíos socioculturales actuales, en el ámbito comunitario, religioso y civil», según fuentes del OAR.
En este camino, Hidalgo asegura, en entrevista para IPS, que la comunidad tiene un papel fundamental que cumplir.
IPS: ¿Cree que la comunidad pude jugar un papel protagónico en la lucha contra la violencia de género y la violencia en general?
ZULEMA HIDALGO: En la comunidad es donde la gente convive el día a día, lo bueno y lo malo, lo que acontece fuera de su hogar.
Pero, la comunidad también tiene que ver con su familia, las relaciones de vecinos y el desarrollo de los ciudadanos. Por lo tanto, en ella se concentra, visibiliza y manifiesta, en toda su magnitud, esa violencia, que está dada por múltiples causas.
En estos espacios comunitarios es dónde se deben gestar iniciativas y procesos que involucren a toda la sociedad para la solución del problema. A ella deben tributar las instituciones y las organizaciones sociales.
Hay comunidades que necesitan la compañía de instituciones y especialistas, que puedan asistir los procesos, pero respetando el protagonismo de la comunidad para resolver sus problemas y asumir responsabilidades.
IPS: El OAR ha trabajado durante años en comunidades habaneras identificadas como vulnerables por la concentración de problemas sociales. ¿Cómo evalúa la situación en esas comunidades? ¿Cuáles son las manifestaciones más usuales de violencia?
ZH: La violencia es reflejada de múltiples maneras en las comunidades cubanas: urbanas, semiurbanas o rurales. Todas tienen su manera de manifestar su violencia. Lo importante es que encontremos los caminos para identificar y minimizar ese tipo de comportamiento.
La agresión física es la que más detectan y padecen las personas, pero Cuba tiene un gran problema con la violencia psicológica, que es la más enmascarada, porque la gente ha aprendido a defender y justificar sus comportamientos.
Esa violencia psicológica es más agresiva y más vista en muchas de las comunidades. Además, la violencia de género atraviesa a todos las otras tipologías registradas.
Trabajo desde hace años en comunidades muy específicas de Ciudad de La Habana y, en los inicios, hablar de violencia era un asunto particular del ámbito científico, donde se realizaban esfuerzos para plantear y solucionar este problema que Cuba padecía hacía mucho tiempo. En los últimos tiempos se nota una mayor preocupación de diversas organizaciones e instituciones.
Hay una preocupación ciudadana porque Cuba no se convierta, como otros países, en un lugar donde se vive el pandillismo y otros tipos de violencia más agresivas. Pero, no basta con identificar la violencia y mencionarla: hay que profundizar en el proceso y no verlo sólo como un activismo, sino como un cambio de vida.
IPS: ¿Qué se está haciendo para contrarrestar la violencia en todas sus manifestaciones?
ZH: Mi organización ha ido trabajando en la filosofía de lograr junto a la comunidad un proceso de sensibilización, donde las personas reconozcan y comprendan los diversos mitos y creencias que están alrededor de ellas, y que tienen que ver con la construcción cultural, y dentro de ella, de lo femenino y lo masculino.
Tratamos de crear determinados compromisos en la comunidad para perpetuar el trabajo.
Después, hacemos un proceso de capacitación para articular las iniciativas innovadoras que esa comunidad está proponiendo para resolver el problema de la violencia. De esta manera, nosotros queremos que se comprenda que es un problema de todos y de todas. Que no es específico de una organización ni de determinadas instituciones de salud.
Estamos trabajando con la ciudadanía para que comprenda que entre sus deberes está hacer cosas por el bien de su sociedad, desde la introducción de una manera de vivir diferente, de una cultura de paz.
La cultura de paz debe ser interiorizada en el comportamiento, la actitud y desde los propios derechos como ciudadanos.
IPS: ¿Qué estaría faltando?
ZH: Faltaría introducir el tema en los planes estratégicos institucionales. Las escuelas deberían incluirlo como un elemento básico en su quehacer y misión de enseñar.
Si se forman profesionales, la categoría de género puede ser una asignatura que serviría para reconocer las inequidades sociales que tenemos. Si estamos asociados a organizaciones de masas, estos aspectos deben formar parte de su quehacer político.
Asimismo, hay que avanzar en la introducción de estas preocupaciones en los medios de comunicación. Se habla del tema sólo cuando se realizan campañas y no todo lo que quisiéramos.
Ahora hay una apertura en el canal local de La Habana, pero pudiéramos hacer mucho más porque los medios masivos como la televisión tienen un gran impacto. También falta hacer un mejor uso de las áreas públicas, donde pueden colocarse mensajes por la no violencia.
Cuando vamos a las comunidades, la gente nos pregunta: ¿dónde estaban ustedes?, como si fuera la primera vez que están viendo un producto comunicativo con el tema.
Nosotros estamos conscientes de que los únicos productos comunicativos que se lanzan a la sociedad no son los nuestros: hay otras organizaciones que lo hacen y su trabajo no llega a las personas.
IPS: Generalmente, cuando se habla de violencia de género se piensa en las mujeres y suele trabajarse con ellas. ¿Puede avanzarse en este camino sin trabajar con los hombres? ¿Cuál ha sido la experiencia del OAR?
En el OAR trabajamos con las dos partes. Los grupos deben ser mixtos, trabajarse de la forma adecuada para no perder la esencia del debate y usar metodologías que contribuyan a la comprensión de esas relaciones.
También hay que hacer trabajos independientes con las mujeres y los hombres, para ayudar a estos últimos a socializar sus problemas pues no tienen cultura de verbalizar sus inquietudes en el grupo.
Si ambos son parte del problema, deben buscar los dos la solución a esa cultura hegemónica. La cultura patriarcal no es un asunto de hombres solamente: las mujeres también la han sostenido.
Hay que evitar victimizar a la mujer o que ella misma se victimice, porque esa historia ya pasó. Hay que plantearse nuevas formas de cómo trabajar para desmontar esa actitud.
Las mujeres, cuando estamos en un grupo de trabajo, siempre entregamos ese poder a los hombres, para mayor comodidad, o porque es más fácil. Debemos repartir ese poder que tradicionalmente se le ha ido entregando al hombre.
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Fuentes: Un-Mundo.org, Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero (OAR)