Las sirenas antiaéreas sonaron hoy viernes en Jerusalén por primera vez desde la guerra del Golfo de 1991. Se escucharon momentos antes de que tres cohetes Fajr-5 cayeran sobre una zona poco poblada a las afueras de la ciudad, según ha informado el canal 10 de la televisión israelí. Uno de los proyectiles llegó impactando en la colonia de Gush Etzion, situada al suroeste. Desde Gaza, las Brigadas Azzedin al Kasam de Hamás, reivindicaban entretanto haber alcanzado Jerusalén, que se encuentra a 65 kilómetros de distancia de la Franja. Las Brigadas aseguran también que sus milicianos han derribado en Gaza un avión del Ejército israelí con un misil tierra-aire, respondiendo a las provocaciones de las que fueran objeto esta semana.
El ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, ha ordenado la movilización de nuevos contingentes de reservistas —por encima de los 30.000 inicialmente previstos—, según ha informado su portavoz, un movimiento que podría confirmar la información publicada por el diario estadounidense The New York Times.
A las seis de la tarde hora europea, Netanyahu se reunía con sus ministros para barajar la posibilidad de una ofensiva terrestre sobre Gaza.
El panorama diplomático de Medio Oriente ya no es el mismo: ha cambiado dramáticamente desde la última vez que el conflicto en la región alcanzara su punto de mayor intensidad. Eso hace que sea mucho más difícil predecir cuáles serán las consecuencias políticas de los eventos que están ocurriendo en los últimos días.
Seguramente, Israel tomó en cuenta cómo reaccionaría el mundo árabe y el resto de la comunidad internacional cuando evaluó los riesgos de asesinar al comandante militar del grupo palestino Hamas Ahmed Jabari.
Sin embargo los eventos de la Primavera Árabe, los cambios que se están produciendo en la región y, en particular, la elección en Egipto de un presidente que proviene de la Hermandad Musulmana, la organización islamista más antigua y más grande del país, en la que Hamas tiene sus orígenes, modifica el juego de fuerzas significativamente.