Grave sospecha vuelve a manchar a las Fuerzas Armadas, acusadas de crimen contra la humanidad
Por Leo Moreira Sá, especial para Jornalistas Livres
Este sábado 7 de noviembre, día de la Marcha del Orgullo LGBT de Buenos Aires, será recordado una vez más el asesinato homofóbico del joven oficial de la Marina argentina Octavio Romero, 33 años, muerto el 11 de junio de 2011.
La grave sospecha que pesa sobre las Fuerzas Armadas argentinas es que Octavio habría sido asesinado porque pretendía ser el primer oficial en casarse con otro hombre dentro de su corporación.
Acusadas de decenas de miles de asesinatos de opositores políticos durante la Dictadura Militar que se instaló en el país a partir de 1976, las Fuerzas Armadas argentinas tienen una gruesa historia de crímenes contra la humanidad y de atentados a los derechos humanos.
Un nuevo juez, Jorge Anselmo De Santo, está encargado del caso y una carpeta con detalles sobre la muerte del oficial acaba de llegar a las manos del jefe de policía que investiga el crimen. La militancia LGBT exige el inmediato esclarecimiento del homicidio, a fin de que ese tipo de ataque homofóbico no vuelva a repetirse.
Octavio planeaba casarse con su compañero Gabriel Gersbach con quien estaba viviendo desde hacía 12 años. El casamiento igualitario había sido aprobado y Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en sancionar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Infelizmente el sueño de Octavio fue interrumpido de forma trágica y enigmática: él desapareció el 11 de junio de 2011 cuando se preparaba para celebrar el cumpleaños de una amiga. Su cuerpo fue encontrado seis días después por un navegante, flotando en el Río de La Plata, desnudo y con marcas de haber sido golpeado.
Gabriel, que es conductor de taxi en Buenos Aires, estaba trabajando la noche en que su compañero Octavio desapareció.
“Tavo desapareció el sábado a la noche y las amigas con quien pensaba encontrarse me llamaron diciendo que no había ido a la fiesta. Lo llamé pero no me respondió. En casa encontré la puerta abierta, las luces encendidas y la TV funcionando. El abrigo que debiera haberse puesto para salir todavía estaba ahí, y las botellas de vino que iba a llevar a la fiesta de cumpleaños de su amiga estaban en la heladera. Parecía como si hubiera dado una salida rápida y volviera enseguida, pero ya eran las 2 de la mañana y no había vuelto. Yo creo que alguien fue a casa o le hizo una llamada”.
Gabriel describe a su compañero como una persona “extraordinaria”, amado por los amigos, envidiado por los compañeros de trabajo y admirado por los jefes de su corporación: “Él era una estrella en la Prefectura Naval. Hacía gimnasia acrobática, siempre con una sonrisa, de buen humor, una persona ejemplar. Sus máximos jefes lo querían. Sus colegas de la misma edad le tenían mucha envidia”.
Luiza Rotbart, la madrasta de Gabriel que vive en Brasil y conocía a Octavio, lo describe como alguien muy requerido: “Siempre lo llamaban para las actividades más importantes de la corporación, para ser maestro de ceremonias. Era esa clase de personas muy diplomática. En aquel año 2011 lo llamaron para ser maestro de ceremonia en varios eventos”.
Octavio era oficial de la PNA (Prefectura Naval Argentina), que se ocupa de todas las vías navegables internas y externas del país, y su jurisdicción era justamente la región del Río de la Plata donde su cuerpo fue encontrado. En cuanto se reconoció públicamente homosexual, aparecieron las pintadas homofóbicas en el espejo del baño de su corporación y las amenazas empezaron a llegar vía SMS e Internet.
Gabriel cree que fue un crimen homofóbico cometido dentro de la propia Prefectura y que el cuerpo fue dejado como mensaje en el río. Se trata de una amenaza para quien se atreva a usar el uniforme para un casamiento gay. “Yo creo que el crimen sucedió dentro de las fuerzas navales porque Octavio apareció en el río, en el sector que la Prefectura cuida… y apareció desnudo. Fue un mensaje para que otros homosexuales piensen muy bien antes de querer casarse”.
Gabriel describe el día en que el cuerpo de Octavio apareció flotando en el Río de La Plata como un momento muy difícil porque los policías lo buscaron y no le informaron que ya conocían la muerte de su compañero. “Para tener una idea, el día que apareció el cuerpo de Octavio, por la mañana, vinieron a mi casa dos policías de civil y me llevaron al departamento de investigaciones de la policía, muy lejos. Me interrogaron durante 3 horas y después me llevaron a una sala de espera. La TV estaba encendida y de pronto apareció la imagen del cuerpo de Octavio en el río. Desesperado, le pregunté al tipo que me estaba entrevistando pero él me dijo: tranquilo que no es él. El jefe de policía me pidió que esperara a que me atendiera una sicóloga. Me quedé esperando más de una hora para que finalmente ella sólo me preguntara cómo estaba. Nadie me decía si era o no era Octavio. Llegué a casa y llamé a uno de los jefes de Tavo, y él me lo confirmó”.
Argentina fue el primer país de América Latina en instituir el casamiento igualitario en 2010 y en 2012 sancionó la Ley de Identidad de Género más avanzada del mundo, pero no tiene una legislación específica contra la homotransfobia.
“Cuando sucede una cosa como la que pasó conmigo, queda todo parado, el sistema no ayuda a las víctimas. Conseguí entrar en el proceso y descubrí que era tratado como sospechoso y estuvieron atrás mío durante 2 años. Investigaron mis cuentas, mi coche, fotografías. Vinieron oficiales de la policía a mi casa con orden judicial para buscar el arma”.
Gabriel habla de Estela Andrades de Segura, la jefe de policía encargada del caso que él cree presionada por oficiales de la marina para que no avance en la investigación que puede revelar un asesinato homofóbico, cometido dentro de las fuerzas navales.
“La jefe de policía Estela Andrades De Segura me recibió y le hablé de las amenazas que él había sufrido. Tavo nunca dio nombres, pero habló de las cosas que hicieron. Desesperado, yo lloraba y ella me mandaba parar la declaración y volver otro día. “Si va a llorar, paramos por aquí”, decía. “La víctima no puede llorar”.
Ahora las leyes cambiaron y gays y lesbianas ya no necesitan pedir permiso a las Fuerzas Armadas para contraer matrimonio, pero Gabriel nunca más podrá realizar su sueño de casarse y vivir con su amor. Le fue negado inclusive el derecho de saber quién fue el asesino y en qué condiciones perdió la vida su compañero. Pero él sigue firme en busca de justicia para “Tavo”.
“Yo conocí al hombre con quien pensé casarme y llegar a viejo. Doce años de relación. Planeábamos una pila de cosas. Me sacaron un brazo, una pierna… Hasta ahora trato de seguir adelante y hacer que el sistema cambie. Agradezco mucho a la comunidad LGBT argentina que me ayudó mucho denunciando el asesinato como un crimen homofóbico. Y trato de movilizar a todo el mundo para que se haga justicia”.