Cuando un país miembro de la ONU decide realizar una conferencia del foro mundial en su territorio, no solo tiene el privilegio de presidir el encuentro, sino también de ser el primer orador.
Pero desde la creación de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) hace 67 años, Brasil siempre inauguró las sesiones de la Asamblea General en Nueva York, una prerrogativa que en realidad le corresponde a Estados Unidos, el país anfitrión, que participa en segundo lugar.
Gracias a esta tradición, sin explicación lógica incluso dentro de la ONU, la presidenta brasileña Dilma Rousseff se convirtió en la primera mujer desde la fundación del foro mundial en abrir el periodo ordinario de sesiones en septiembre pasado.
Fue seguida inmediatamente por el presidente estadounidense Barack Obama.
En la última década, durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), Brasil participó en nueve misiones de paz de la ONU, fue anfitrión de importantes conferencias multilaterales (en particular la cumbre Río+20 en junio) y contribuyó activamente con discusiones sobre reformas al foro mundial.
También trabajó para fortalecer el Consejo Económico y Social (Ecosoc) y fomentó un mayor protagonismo de la ONU en la promoción del desarrollo.
Brasil es también miembro fundador del Grupo de los 77 (G-77), la mayor coalición de países en desarrollo dentro del sistema de las Naciones Unidas, y es el décimo mayor contribuyente del presupuesto regular del foro mundial, con 38 millones de dólares en el último año fiscal.
Considerado una de las nuevas potencias emergentes, Brasil juega un papel clave en dos de las más poderosas coaliciones internacionales: IBSA (junto a India y Sudáfrica) y BRICS (con Rusia, India, China y Sudáfrica).
El presidente del Foro de Rectores de Río de Janeiro, Candido Antonio Mendes de Almeida, dijo a IPS que el papel de Brasil en la comunidad internacional está estrechamente vinculado a la emergencia del BRICS, «fuera de las clásicas periferias y con una creciente influencia en África, especialmente en los países de habla portuguesa».
«El asiento permanente en el Consejo de Seguridad será una consecuencia inevitable» para Brasil, sostuvo Mendes de Almeida, autor de más de 30 libros, delegado brasileño en varias conferencias internacionales y secretario general de la Academia de Latinidad.
Junto a Alemania, India y Japón, Brasil es parte del Grupo de los Cuatro (G-4), y uno de los favoritos para ocupar un puesto permanente en el Consejo de Seguridad, opacando a Argentina, otro potencial competidor de América Latina.
«Al mismo tiempo, el nuevo enfoque brasileño en América Latina incluyó una fuente condena al golpe de Estado en Paraguay, una alternativa a la escalada antiestadounidense de los estados bolivarianos y un comercio bilateral en expansión con Argentina», agregó.
El G-4 ha seguido trabajando estrechamente para alcanzar la meta de «un Consejo de Seguridad más representativo, democrático y transparente, en línea con las actuales realidades geopolíticas».
El grupo cree que la reforma es una cuenta pendiente, y que una mayor demora podría afectar la capacidad del Consejo de Seguridad para afrontar los nuevos desafíos y socavar la efectividad y legitimidad de sus decisiones.
«Brasil confía en que la reforma del Consejo de Seguridad es perfectamente realizable y en que se puede obtener un resultado positivo en el futuro cercano», dijo a IPS un portavoz de la misión brasileña en la ONU.
«Es nuestra esperanza que las negociaciones intergubernamentales en la Asamblea General (actualmente en marcha) ganen impulso en los próximos meses, y que eso pueda tener resultados concretos en los principales aspectos de la reforma», agregó.
Como miembro no permanente, Brasil integró 10 veces el Consejo de Seguridad.
Hasta el mes pasado, Brasil había aportado 2.200 soldados y policías para nueve misiones de mantenimiento de la paz de la ONU en Chipre, Costa de Marfil, Haití, Líbano, Liberia, Sahara Occidental, Sudán, Sudán del Sur y Timor Oriental.
Las mayores contribuciones fueron a las misiones en Haití (con 1.894 soldados) y Líbano (268).
Aunque IBSA siempre ha procurado impulsar la cooperación Sur-Sur y fortalecer las relaciones económicas y comerciales entre las naciones en desarrollo, logró una mayor influencia cuando los tres países, por coincidencia, ocuparon asientos no permanentes en el Consejo de Seguridad, en 2011.
Frente a los desafíos sin precedentes de la Primavera Árabe y en el contexto de la crisis económica global, los miembros de IBSA mantuvieron un diálogo muy estrecho en ese órgano de la ONU.
Los tres países también articularon una posición común fuerte en el proceso de paz palestino-israelí.
Esta postura quedó expresada en la Declaración Tshwane, de 2011, y en el primer comunicado conjunto de IBSA en un debate de la Asamblea General ese mismo año sobre la cuestión palestina.
Mientras, el Fondo IBSA para el alivio de la pobreza y el hambre apoya proyectos en Guinea-Bissau, Laos, Palestina, Sierra Leona, Sudán, Sudán del Sur, Timor Oriental y Vietnam.
En relación con la crisis en Siria, IBSA adoptó una postura común en julio-agosto de 2011, transmitiendo una propuesta al régimen en Damasco basada en una clara condena a la violencia contra civiles, en un llamado al fin de las hostilidades y en un verdadero compromiso con un diálogo político para el pleno respeto de los derechos humanos y de las libertades básicas.
Como dijo Rousseff a la Asamblea General: «No hay solución militar a la crisis siria. La diplomacia y el diálogo no son solo nuestra mejor opción, sino la única opción».
Cuando Brasil avanzó hacia algunos de los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio, incluyendo el alivio del hambre y la pobreza, la educación primaria universal, el combate al VIH/sida y la sostenibilidad ambiental, quedó rezagado en uno clave: el empoderamiento de género.
Como recordó un diplomático brasileño a delegados en la ONU el mes pasado: por primera vez en la historia una mujer asumió la Presidencia de su país. Sin embargo, las mujeres siguen teniendo escasa representación en los puestos de toma de decisiones en Brasil.
Aunque representan alrededor de 52 por ciento de todos los votantes brasileños, las mujeres solo tienen una representación de 10 por ciento en el Poder Legislativo. Y solo 10 de los 38 ministerios están encabezados por mujeres.
Pero el diplomático aseguró que Rousseff había reconocido como una prioridad «fortalecer la participación de las mujeres en altos niveles de toma de decisiones».