Por Malgorzata Stawecka
El concepto de decrecimiento no resulta cómodo en países muy industrializados, como Estados Unidos. Pero muchos sostienen que se necesita un plan de acción para impedir que la mayor economía del mundo crezca aún más, para así preservar los recursos finitos del planeta.
Este reclamo se acrecienta al tomar en cuenta especialmente que se proyecta un aumento de 2.000 millones de habitantes de la Tierra para 2050.
El aumento de la población, así como economías florecientes y un consumo insostenible están presionando en exceso al mundo, alterando los ecosistemas y los medios de sustento de muchos seres humanos.
Global Footprint Network, un grupo internacional de expertos sobre sostenibilidad, estima que los seres humanos usan el equivalente a un planeta y medio para obtener los recursos que consumen. También generan desechos que la Tierra absorbe.
La huella que dejan los seres humanos sobre los sistemas terrestres se duplicó en las últimas décadas, y los expertos advierten que será necesario reducir significativamente la economía, al tiempo de promover la protección ambiental y de disminuir las desigualdades.
«Este cambio social intencional es esencial para un mundo donde 7.000 millones de seres humanos están agotando la biocapacidad de la Tierra y amenazando con el colapso de servicios claves del ecosistema, como la regulación climática, las reservas pesqueras, la polinización y la purificación del agua», dijo Erik Assadourian, del Worldwatch Institute.
«Al no seguir proactivamente un sendero de decrecimiento, aceptamos que, en cambio, tendremos una descontrolada contracción mundial que conducirá a una incomodidad y a un sufrimiento humano mucho mayores que el que jamás ocasionaría el decrecimiento», planteó a IPS.
Sin embargo, la ambiciosa aspiración de convencer a los países más ricos de implementar drásticos cambios en su estilo de vida demuestra ser más elusiva que nunca.
Además, la necesidad de decrecimiento llega en un momento en que el tercio más pobre de la humanidad todavía depende de aumentar el consumo para afrontar una creciente demanda de alimentos y garantizarse una calidad de vida decente.
«Un decrecimiento sostenible, en un sentido ambiental y también social, requerirá alguna clase de sociedad ecosocialista», dijo a IPS el profesor Petter Næss, de la danesa Universidad de Aalborg, autor de varios libros sobre el crecimiento económico y la sostenibilidad en el contexto urbano.
«Los principales obstáculos a ese tipo de desarrollo son los fuertes poderes ideológico y discursivo que ostentan los proponentes del régimen de crecimiento dominante, incluidas las influencias a través de los medios de comunicación, la publicidad y el hecho de que a menudo el estatus social de la gente es juzgado a partir de su nivel de consumo y riqueza, como lo es su posibilidad de influir políticamente», agregó.
Pero un decrecimiento económico planeado, lejos de ser inconveniente puede constituir una herramienta útil para promover el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza, al tiempo de promover una mayor igualdad social.
«El principal desafío que conlleva el decrecimiento es obvio: cómo convencemos a los que tienen riqueza y poder de estar dispuestos a redistribuir esto con otros», dijo Assadourian a IPS. «Si se alterara esa dinámica, todos se beneficiarían».
En el informe «La situación del mundo 2012: Hacia una prosperidad sostenible», divulgado en junio por el Worldwatch Institute, Assadourian pone de relieve políticas creativas y nuevos conceptos mediante los cuales el decrecimiento económico puede conducir a una mejora en el desarrollo sostenible, al tiempo de solucionar una serie de problemas sociales.
Por ejemplo, «apoyar esfuerzos por crear oportunidades económicas informales como la pequeña agricultura y los huertos comunitarios, trueques y reparaciones puede ayudar a crear nuevos medios para que las personas se mantengan solas», señala Assadourian en el estudio.
Autoaprovisionarse parcialmente puede mejorar el bienestar general de la gente, reduciendo en simultáneo su dependencia de un sistema alimentario globalizado que está a merced de eventos extremos recurrentes como sequías e inundaciones.
Además, reducir el horario laboral mediante el régimen de empleo compartido y brindar vacaciones y licencias por maternidad y paternidad más prolongadas, podría minimizar el estrés y mejorar la productividad.
«Si la gente trabajara menos, se reducirían sus ingresos y, a su vez, bajaría el consumo de objetos de lujo en general. Menos personas viajarían en avión, comprarían casas más pequeñas y elegirían automóviles de más baja cilindrada o estilos de vida que no implicaran su uso», dijo Assadourian.
«Aunque algunos verían esto negativamente, el nuevo tiempo de ocio y vidas menos estresantes lo compensarían, especialmente si los gobiernos también fortalecieran su rol tradicional de brindar una importante serie de bienes públicos: bibliotecas, tránsito público, agua potable, etcétera», planteó.
«Y estos bienes públicos podrían financiarse aumentando los impuestos a los más ricos, lo que también ayudaría a reducir el consumo de lujos por parte de ese segmento de la sociedad, que tiene el mayor impacto ecológico sobre el planeta», agregó.
Ante la pregunta de si es posible elaborar una estrategia para abordar el crecimiento y el decrecimiento en simultáneo, Assadourian dijo que incluso en países como Estados Unidos, donde la economía tiene que decrecer de modo significativo, ciertos sectores, como el de la energía renovable y la agricultura sostenible, todavía deberían aumentar.
El concepto de decrecimiento concita la atención en países como Italia y Francia. Por ejemplo, actualmente hay 69 ciudades y poblados italianos que adhieren a la red de «Cittaslow», un movimiento fundado en 1999 que en la última década se expandió mucho más allá de fronteras.
Este aspira a mejorar la calidad de vida en los centros urbanos «enlenteciendo su ritmo general», especialmente en lo relativo al uso de los espacios y al flujo del tráfico, garantizando un estilo de vida más saludable, promoviendo la diversidad cultural y la singularidad de la ciudad, además de proteger el ambiente.
En los últimos tiempos, la tercera Conferencia Internacional sobre Desarrollo, Sostenibilidad Ecológica e Igualdad Social, realizada del 19 al 23 de septiembre en Venecia, brindó un ámbito único para compartir y debatir temas, desde la soberanía alimentaria y la transición energética a la crisis de deuda y la política participativa, haciendo especial énfasis en las soluciones y en exhaustivas estrategias de decrecimiento que pueden aplicarse en el Sur en desarrollo.
«Se debería implementar regulaciones para garantizar una distribución gradualmente más justa y equitativa de la riqueza y los ingresos entre los habitantes en los planos local y nacional y, a través de impuestos y mecanismos de distribución internacionales adoptados por la Organización de las Naciones Unidas, entre naciones», dijo Næss a IPS.
También advirtió que, en ausencia de esos poderosos mecanismos de redistribución, se arraigarán más los impactos negativos de una política de decrecimiento, como severas dificultades entre los más pobres, mayores brechas sociales, xenofobia y racismo.