Con motivo de la celebración de los 500 años del nacimiento de Teresa de Jesús, en marzo del 2015, se están realizando numerosas actividades en diferentes ciudades: como la cantata para el primer fin de semana de agosto en la catedral de Cuenca sobre el conocido poema de Teresa “Muero porque no muero”, o la exposición pedagógica sobre el libro “Camino de perfección” en la iglesia de las carmelitas de Argüelles, o el concierto con 500 velas en el convento dominico de Sant Esteban en Salamanca, o el concierto de guitarra en Alcalá ofrecido por Amancio Prada acompañando versos de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Se han publicado libros como “Malas palabras”, estrenado obras de teatro como “The Interior Castle” o “El cielo que me tienes prometido” y se esta gravando la tv movie “Teresa”.
¿Pero quien era esta mujer tan célebre? Se trata de Teresa de Cepeda y Ahumada, que cambió su nombre por el de Teresa de Jesús, mística española del siglo de oro, escritora, reformadora de la orden de las carmelitas, fundadora de 16 conventos, estudiosa y divulgadora de sus experiencias místicas en libros como “Castillo interior”. Tareas difíciles todas ellas para una mujer del siglo XVI.
Vivió en una época de transición en la que se produjeron numerosos cambios en Europa: reformas religiosas, conquista de las Indias, procesos de la inquisición. Fue también un momento de gran ebullición mística, en el cual diversos personajes y grupos buscaron una vía de acceso a lo profundo, una conexión con la divinidad, más allá de los abusos y el control que imponía la iglesia católica.
En la década de 1550 empezó a tener experiencias místicas, sus visiones se sucedieron durante varios años, aunque sus superiores le prohibieron que continuase con estas prácticas y la inquisición la investigó en varias ocasiones. Sus biógrafos opinan que pudo haber tenido contacto con grupos de alumbrados, con seguidores de Juan Valdés y de Erasmo de Rotterdam; corrientes que priorizaban la religiosidad interior sobre la exterior y denunciaban los abusos clericales.
Teresa tuvo una cultura superior al resto de las mujeres de su época. Entre sus libros de lectura figuraban: “las Confesiones” de San Agustín”, «Alfabeto espiritual» de Francisco de Osuna, “Cartas” de San Jerónimo, “la Subida del monte Sión” de Bernardino de Laredo, “el Arte de servir a Dios” de Alonso de Madrid, “Tratado de la oración y meditación” de San Pedro de Alcántara, “Ejercicios espirituales” de San Ignacio de Loyola y otros. Siguiendo las instrucciones de “Alfabeto espiritual” empezó a practicar la oración mental y a meditar y las confesiones de San Agustín inspiraron su obra “Libro de la vida”.
Sus escritos, publicados después de su muerte, constituyen una importante contribución a la literatura mística y son obras maestras de la prosa española. Destacan su autobiografía el “Libro de la vida” de 1562, el “Libro de las fundaciones”, documento sobre los conventos que fundó entre 1573 y 1582, “Castillo interior” de 1577, un libro sobre sus prácticas espirituales para enseñar a las monjas de su orden, y “Camino de perfección” escrito en el año 1583, su biografía espiritual.
En un intento de retomar el espíritu de los primeros eremitas del monte Carmelo, propuso una reforma de la orden carmelita basada en la pobreza y la espiritualidad, creando las Carmelitas descalzas, orden con la que fundó hasta 16 casas religiosas.
En el libro “Castillo interior” describe como parando el dialogo interior, el ruido mental, abandonándose, consigue entrar en su mundo interno y mediante una oración repetida logra avanzar en la interiorización hasta alcanzar el vacío. El procedimiento es similar al que utilizan los budistas con la repetición de mantras o los yoghis con la visualización de yantras.
En un momento de fuerte crisis personal y social, un mundo en creciente cambio e inestabilidad y una vida a menudo desorientada y externalizada, la propuesta espiritual de Teresa de entrar en nuestro castillo interior, calmar el ruido interno y tomar contacto con lo mas profundo de nosotros, tiene ahora una gran vigencia independientemente de las creencias religiosas.