Cada 11 de julio se han enterrado allí todas las víctimas identificadas, que este año ascienden a 6.377 con las 136 que forman parte del entierro.
Han pasado 20 años desde que tuviese lugar en la localidad bosnia de Srebrenica la mayor masacre ocurrida en Europa tras la II Guerra Mundial.
«Perdí a mi marido, Ramo, y a mi hijo, Nermin. Esperé en el campo de refugiados a que volviesen, pero nunca lo hicieron», dice una mujer que entierra este año a uno de sus hijos.
Por César Dezfuli para Desalambre
Han pasado 20 años desde que tuviese lugar en la localidad bosnia de Srebrenica la mayor masacre ocurrida en Europa tras la II Guerra Mundial. A pesar de que era una zona protegida por la ONU, las tropas serbobosnias tomaron el lugar y se estima que mataron a 8.100 varones musulmanes. La nave industrial que entonces funcionó como un fallido centro de refugiados, es hoy el lugar donde se albergan los féretros antes de celebrar cada 11 de julio un entierro multitudinario/ Fotografía: César Dezfuli
Jóvenes voluntarios de la organización “Post Conflict Research Center”, con base en Sarajevo, se han desplazado hasta el memorial de Potoçari para instalar allí el proyecto “One Million Bones” (Un Millón de Huesos), un movimiento artístico de escala global que, mediante instalaciones públicas con recreaciones de restos humanos, busca concienciar sobre genocidios o graves crímenes cometidos/ Fotografía: César Dezfuli
Los familiares de las víctimas que serán enterradas este año se desplazan hasta Srebrenica unas horas antes de la llegada de los cuerpos. Indira Osmanovic entierra este año a uno de sus hijos, mientras que su marido sigue desaparecido: “Perdí a mi marido, Ramo, y a mi hijo, Nermin. Fueron capturados y asesinados mientras huían al territorio libre de Tuzla. Yo, junto con miles de otras mujeres, esperé en el campo de refugiados a que mi marido e hijo en volviesen, pero nunca lo hicieron. El día que huyeron los vi por última vez”. Fotografía: César Dezfuli
Las víctimas que se entierran cada año son trasladadas desde Tuzla, donde se encuentra el centro de análisis de ADN, hasta Visoko, donde se introducen en los ataúdes verdes. Desde allí se transportan en camión hasta Srebrenica Potoçari, pasando por Sarajevo. Sus familiares ayudan a sacarlas del camión tras su llegada al memorial el día 9 de julio. / César Dezfuli
Los familiares desplazados hasta el lugar se reencuentran entonces por primera vez con el féretro de sus familiares y los hombres ayudan a sacar del camión los ataúdes para colocarlos en el suelo de la antigua fábrica donde los cascos azules holandeses tuvieron la misión de proteger a los refugiados musulmanes que se desplazaron al lugar durante el conflicto. Se estima que unas 20.000 refugiados musulmanes se instalaron en los alrededores de Srebrenica antes de producirse la masacre/ Fotografía: César Dezfuli
Autoridades religiosas musulmanas presencian el proceso y acompañan a los familiares. La ceremonia tiene un marcado carácter religioso dado que la masacre de Srebrenica tuvo como objetivo acabar con la población musulmana del lugar. Este es uno de los argumentos llevados a la ONU para declarar esta masacre como Genocidio, cuestión que debía votarse el pasado 8 de julio, pero que finalmente no salió adelante debido al veto por parte de Rusia y la presión del Gobierno serbio. Estos últimos han llegado a reconocer la masacre llevada a cabo en Srebrenica, pero no aceptan que sea declarada como genocidio por la carga que esta palabra conlleva/ C. D.
Cada víctima se encuentra numerada para facilitar su localización por parte de sus familiares. Los ataúdes, todos ellos cubiertos con una tela verde, símbolo de la religión islámica, se diferencian únicamente por ese número y por una pequeña insignia donde aparecen datos sobre la persona. Esto permitirá a su vez identificar su sepultura en el cementerio/ C. D.