Por Rafael Poch para La Vanguardia (vía rebelion.org)
Los señores de Bruselas y Berlín no contaban con Don Quijote. Aquel personaje que huyó de España, malherido y derrotado, en 1939 no aparecía, por lo visto, en los ordenadores del Banco Central Europeo y del eurogrupo, tan atentos a los índices de las agencias de calificación y a las encuestas de una opinión convenientemente arrullada. Algunos historiadores, manifiestamente pasados de moda, recordaban, sin embargo, haberlo visto veinte años después en las calles de La Habana. Fue asesinado luego en las selvas de Bolivia, revivió mucho después en insólitas albas latinoamericanas, inmediatamente vilipendiadas desde España con el característico encono del iluso nuevo rico que no quiere saber nada del hermano díscolo.
En Europa asomó un 25 de abril en Portugal, pero ya en los años noventa la incompatibilidad del personaje con los asfaltados nuevos senderos de la España hijoputecada era manifiesta. No había nada más “tercermundista” que el espíritu quijotesco. La lucha por la verdad y la justicia era ilusión. La solidaridad “buenismo”, un concepto canalla acuñado por Joseph Goebbels en los años treinta. Se hablaba incluso de su completa extinción, pero eh aquí que en la nueva Europa sin fronteras, el espíritu de aquel caballero se mudó a Grecia. ¿Cómo pudo ocurrir?
Para comprender la mudanza, algunos estudiosos recordaron que ya un año después de aquella primigenia e histórica derrota ibérica de 1939, sellada ya la derrota de Francia, un 28 de octubre de 1940, el “no” de los griegos al ultimátum de Mussolini puso un punto de dignidad quijotesca en Europa, precisamente cuando las hordas pardas marcaban su triunfal paso de la oca en el continente. Setenta y cinco años después, de nuevo la dignidad crucificada, y recordando aquello que los griegos convirtieron en su fiesta nacional, reaparece aquel mismo “no”. Don Quijote en Syntagma.
De nada sirvieron el facineroso chantaje que ha rodeado a este referéndum. Al revés, la conciencia de ese abuso se volvió contra los ordenadores de Bruselas y Berlín. Presiones a las empresas griegas, contubernios con la derecha griega para reinstaurar al Presidente del Banco Central Heleno en el gobierno de Atenas, como ya hicieron antes en Italia y con la propia Grecia, una intoxicación mediática impresionante con su especificidad nacional en cada uno de los Estados europeos, pero particularmente vomitiva en Alemania. Y como guinda: una crisis financiera, un corralito, especialmente organizada y diseñada por el Banco Central Europeo, para enloquecer al elector. Sin precedentes en la historia financiera.
Con todos esos datos en su memoria, el ordenador de Bruselas/Berlín, los cálculos de todos esos grises personajes y de su bien pagado ejército de periodistas y expertos del Atlántico Norte, deducía una inexorable victoria del “si”. No podía ser de otra manera. Olvidaron que Don Quijote se mudó a Atenas.
Se ha disparado la primera salva soberanista en Europa. ¿Habrá continuidad? Recuerden que sin soberanía no hay democracia, ni siquiera los resquicios de democracia de baja intensidad de los que gozábamos. Tampoco Estado social. Sin soberanía regreso al XIX, bajo el imperio de una nueva oligarquía. El espectáculo continúa. Dirán que “si” o “no”, en el fondo poco importa. Importa mucho, aunque no aparezca en sus pantallas.
Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/?p=123