Poco después de llegar, nuestra delegación, compuesta por cinco activistas, entre los que se contaban algunas personas destacadas del movimiento por la democracia y la paz de Corea del Sur, fue llevada a las oficinas de Solidaridad de Jeju para el Autogobierno Participativo y la Conservación del Medio Ambiente. Allí nos mostraron un impactante vídeo de 50 minutos sobre la lucha que se libra en la isla para detener los planes del gobierno federal para construir una base naval en la zona sur de la isla. Jeju se autodenomina la «Isla de la Paz» y los activistas se preguntan cómo esto podría ser compatible con una base naval que alberga destructores Aegis equipados con sistemas de defensa antimisil.
Tres pueblos han sido tanteados para albergar la sede de la base y los dos primeros han rechazado la propuesta del gobierno. Cuando se planteó la cuestión al tercer pueblo, el gobierno había decidido ofrecer sobornos de 100.000 dólares a cada una de las respetadas mujeres buceadores que se ganan la vida buscando en el fondo del océano erizos de mar que luego venden. El tercer pueblo, Gangjung, se opone en su mayoría a la base, pero los sobornos han causado tal división que el gobierno dice que construirá la base en este pueblo.
Gangjung, como el resto de la isla de Jeju, es muy famoso por el cultivo de mandarinas en este clima tropical. El turismo es la segunda industria ya que gente de todo el mundo viene a disfrutar de las maravillas de esta exuberante isla volcánica. Un largo sendero permite que la gente cruce la isla a pie y, recientemente, el gobierno ha eliminado Gangjung de los mapas de rutas de senderismo para limitar el número de personas que vean los signos activos de resistencia en medio de un litoral rocoso de espléndida belleza donde se pretende construir la base naval.
Cuando pregunté a los activistas para protegerse de quién decía el gobierno que necesitaban la base, a esa respuesta siguieron muchas risas: piratas, me dijeron. La verdad es que Estados Unidos utilizará la base naval conjuntamente con la Marina de Corea del Sur como puerto para desplegar los buques Aegis que se utilizarán para ayudar a bordear la costa de China y para proporcionar a Estados Unidos la posibilidad de cortar la capacidad de China para importar el 80% de su petróleo a través del estrecho de Malaka que fluye junto a la isla de Jeju.
Los habitantes de Gangjung no creen que la base naval tenga mucho que ofrecerles. La economía local es próspera gracias a las plantaciones de mandarinas que están por toda la ciudad y de los numerosos turistas que acuden allí para disfrutar del frente marítimo. De hecho, la base naval ocupará una parte significativa de las tierras del pueblo que ahora se utilizan para el cultivo y destruirá el medio ambiente. El litoral rocoso quedaría cubierto de cemento y el muelle de la base proyectada se extendería hasta el límite donde el agua dulce del río Gangjung desemboca en el mar.
Kang, Dong Kyun, el alcalde del pueblo y líder clave de la protesta, me dijo que el 70% del agua potable de la comunidad proviene del río y que el impacto de la base naval sería negativo. Llévese el agua, dijo, y destruirá la ciudad.
Por todo el pueblo se ven muchos postes de bambú con banderas amarillas en las que puede leerse: «Nos oponemos desesperadamente a la base naval”. Pero nadie del gobierno quiere escucharlos. Han intentado todos los pasos habituales como reunirse con funcionarios del gobierno, organizar protestas, y recientemente intentaron retirar a su gobernador provincial mediante una elección especial, pero el porcentaje de votantes no fue lo suficientemente alto para que la votación fuera oficial.
Ahora han montado un campamento a lo largo del litoral rocoso, donde algunos hacen vigilia las veinticuatro horas. Las próximas semanas se levantarán más tiendas ya que está previsto que la construcción empiece a finales de este año. Cuando hablamos con la gente del pueblo en su centro social la pasada noche había activistas venidos de otras partes de Corea del Sur para ayudar.
La buena gente de Jeju me emocionó profundamente. El alcalde Kang me dijo: *»Ésta es la tierra de nuestros antepasados que debemos transmitir a las futuras generaciones. Este pueblo no debe ser utilizado como «base estratégica», sino que debe ser conservado. El gobierno está dividiendo a la gente y eso es lo peor de todo. La gente perdurable será la que gane en última instancia»*.
Le dije al alcalde y la gente del pueblo que, debido a que la base proyectada tendría destructores Aegis con sistemas de defensa de misiles a bordo, la Red Mundial tenía que hacer todo lo posible para ayudarlos en su valiente acción. Del mismo modo que hicimos lo que pudimos el año pasado para apoyar al pueblo de la República Checa en su esfuerzo por resistir el despliegue de misiles de defensa de Estados Unidos, debemos hacer lo mismo por la isla de Jeju. Eso es solidaridad.
¿Quién hablará en nombre de los peces, los corales, las rocas o el agua, pregunté? Todos tenemos que hacerlo.
El viaje a Corea del Sur ha sido extraordinario y me siento orgulloso de haberlo realizado. He conocido gente espléndida que está haciendo cuanto puede por resistir a la destrucción de su democracia a causa de los intereses corporativos, la destrucción de sus tierras de cultivo y la expansión del militarismo. En el mundo se están librando muchas luchas que nos incumben, más de las que podamos acometer, pero de vez en cuando surge una en la que confluyen todas estas luchas importantes. Es la isla de Jeju.
Espero que cuando tengamos el vídeo de la isla de Jeju, dentro de unas semanas, todos ustedes consigan una copia y la muestren a su comunidad. Prometo que todo el que lo vea quedará conmovido hasta las lágrimas por la belleza y las maravillas de la isla de la paz. Debemos contribuir a que la lucha en la Isla de Jeju sea la del mundo.
*Bruce K. Gagnon es el Coordinador de la Red Mundial contra las Armas y la Energía Nuclear en el Espacio*
Traducción: Carmen Soler Rodríguez