Según lo expresado en este seminario los líderes progresistas con cargos presidenciales y ministeriales, están empeñados en cuidar los excesos y funcionamientos negativos del sector privado, potenciar las medidas regulatorias de los gobiernos y diferenciarse con las políticas y alineamientos de las derechas en el mundo. La presidenta chilena expresó que «debe ser un imperativo ético para los progresistas poner a la gente primero en los planes de recuperación de la crisis». En este sentido, expresó “se trata de un cambio de mirada de abandonar el dogma neoliberal y de tener la fortaleza política para resistir presiones de gasto en épocas de bonanza (…)” -agregó- “Si algo ha quedado claro con la crisis financiera, es que la opacidad de los mercados y la desregulación pueden acarrear serios trastornos en la salud del sistema bancario, pero además estragos que se propagan con rapidez en todo el mundo”.
Por su parte el primer ministro Gordon Brown, propuso «rehacer las reglas que regulan los Estados y los mercados», también enfatizó en los cambios al modelo «Tenemos que empezar nuevamente y rehacer nuestras instituciones; necesitamos nuevas reglas para este orden global, porque un mundo sin reglas no funciona, y tenemos que hacerlo con los valores progresistas». Le parece imperativo crear una institución global que responda a los problemas financieros que permita transferir recursos de los países más ricos a los más pobres en pro del desarrollo. Por ello, pidió «un nuevo Fondo Monetario Internacional» que sea capaz de lidiar con esta nueva realidad. Aclaró que la propuesta no es «más Estado y menos mercado», sino «Estado y mercado», insistió Gordon Brown, quien denunció que «las instituciones globales creadas en los años cuarenta son absolutamente incapaces de resolver los problemas de hoy».
Sin embargo, es bueno recordar y no quedarse sólo en los discursos el origen de esta instancia, cuando en la década del 90, Clinton en USA y Blair en Inglaterra y las ideas de Giddens eran los protagonistas que se levantaban como contrapeso a la fuerte globalización que ya para ese entonces prometía máxima concentración y fuerte crecimiento de la especulación. Se denominaron la Tercera Vía, luego de la caída de los Socialismos reales.
Aún cuando pretendían imprimirle a la globalización un cariz más social, terminaron pavimentando el camino para la llegada de la derecha en la mayor parte de los países miembros de la llamada Tercera Vía, con pocos resultados, por cuanto nada o muy poco hicieron de lo que se habían comprometido. Los niveles de endeudamiento de los países y de las personas alcanzaron niveles nunca vistos en la historia. Hoy ya no se llaman la Tercera Vía, sino que Líderes Progresistas. No está ya la guerra de los Balcanes, pero si Irak, Afganistán, Bin Laden y los terrorismos globales. No está la crisis asiática pero si la mayor crisis económica y social desde la Gran Depresión.
La gran pregunta es que si serán capaces de producir un cambio ahora. ¿Será que a través de estas cumbres declamativas, de reuniones intelectuales firmando documentos lograrán el bienestar de los pueblos? Lo más probable es que terminen ayudando a las grandes corporaciones para que la debacle y el desempleo tengan un menor impacto, para que los desbordes sociales por demandas no sobrepasen el control estatal. Todas serán excusas “comprensibles” para no llegar finalmente el cambio más profundo donde se ponga al ser humano como valor central.