En el recorrido por la ruta de la seda, que se conoce así desde el siglo XIX porque algunos escritores comentaristas empezaron a hablar de este modo, en realidad los viajeros (Christophe, Toni, Adan y Eduardo) han visto que son rutas de comunicación humana desde hace muchos miles de años donde Oriente y Occidente hacían sus intercambios comerciales usando estas vías de comunicación.

Las que se usaban eran las más fáciles a fin de sortear los escollos geográficos yendo por ríos, valles, por zonas donde se podía transitar y así se iban estableciendo lugares de paso que luego dieron origen a concentraciones de comercio, lugares de descanso en los largos caminos y se fueron conformando en muchos miles de años distintos espacios con una gran concentración humana que transitó por esta ruta.

Con la idea aprovechar aquellas por las que se difundió la cultura, el comercio, la espiritualidad y siguiendo los pasos de los antepasados, estos mensajeros salieron desde Roma e İstanbul, para ir hasta la China, siguiendo por estos lugares significativos que acumulan memoria histórica.

Buscan el intercambio de puntos de vista, algo tan necesario hoy en día, dado el momento de cambio mundial en el que las creencias se tambalean y nuevos mitos están por aparecer. En esos intercambios, poder aportar la mirada siloísta.

Al llegar a Samarcanda, lugar simbólico, se pudo apreciar algo de la expresión de los momentos cumbre de su cultura, arte y espiritualidad.

Samarcanda es una ciudad de Uzbekistán ubicada en el centro del Asia. Hace 2.300 años llegó acá Alejandro Magno después de hacerse con el área correspondiente al Imperio persa y egipcio y fue aquí, en esta ciudad capital de la entonces Sogdiana, donde Alejandro conquistó la antigua Afrosiad (actual Samarcanda) casándose con la hija del sátrapa de Afrosiad.

En estos lugares crecieron distintas culturas y la más desarrollada, más conocida, es la de un gran renacimiento artístico y cultural desde el siglo XIV al XVI de nuestra era, cuando en la época de Timur o Tamerlán (siglo XIV) inició toda una dinastía, la dinastía timurica, ya que los descendientes de Timur iniciaron un gran proyecto artístico, científico, cultural trayendo al lugar y permitiendo la confluencia de artistas, científicos, astrónomos, matemáticos, de distintas partes de su gran imperio que se desplegaba desde la China hasta Anatolia, desde Rusia hasta la India.

Este imperio hereda el linaje del Gengis Kan. Timur se casó con una de las descendientes de la familia de Gengis Kan y adquirió así la continuación dinástica.

Este emperador estableció la capital en Samarkanda, donde creó un centro cultural de una gran belleza, de una gran fuerza y con una importante expresión artística.

La técnica de la cerámica esmaltada es muy antigua y podemos verla ya en la antigua Mesopotamia.

Las expresiones de contenidos han ido variando con el tiempo, pero su modo de expresión estética y espiritual es a través de la geometría, en base a principios matemáticos que no tienen representación alegórica. Este desarrollo artístico espiritual profundo y conmovedor sigue llegando a mucha gente que concurre por razones de turismo, pero se asemejan a peregrinaciones para ver estos lugares de una gran belleza y una extraordinaria sensibilidad.

La influencia de esta expresión artística persa va a llegar hasta la India y al imperio Mongol, que sigue esta línea artística.

Tomar contacto con la gente de estos lugares, que tiene estas co-presencias e intercambiar con ellos la propuesta del Siloísmo, produce una experiencia singular que resulta inspiradora, encajando muy bien con estas formas de expresión estética.

Todas las fotografías son de Gulnaz Jadigerova Tashkent