Si hay un arte que abre paso a la utopía, ese es el cine. Si hay un cine necesitado de utopías, ese es el colombiano. Si hay una película colombiana que permita soñar con la utopía, esa es La estrategia del caracol.
Como afirmaba su director, Sergio Cabrera, “El cine puede acariciar la utopía”. En la película, un culebrero es el narrador de la historia dándole a ella y al cine ese carácter utópico tan necesario para sobrevivir en una selva urbana y clasista como Bogotá, o como otras muchas ciudades de este mundo supuestamente ´desarrollado`.
La representación de esa dignidad y esa utopía permanecen vivas en el centro histórico de Bogotá con la casa cultural “La Estrategia”, espacio en donde se rodó parte de la película y que hoy se puede visitar y recorrer para conocer la historia de este clásico del cine colombiano, incluyendo, previa reserva, la proyección de la cinta acompañada de unas ´onces`[1].
Una noticia del periódico El Tiempo de enero de 1975 titulada ´Se esfuma inquilinato`, sirve de base a una película en la que un grupo de vecinos se juntan para afrontar el desahucio por parte de un casero felón que se aprovecha de una burocracia enredada y una justicia parcializada. Todos ellos representados y enfrentados en una lucha de clases enmarcada en el microcosmos de una casa de comunidad. Tan real y tan ficticio como la vida misma, con todas las contradicciones sociales de un sistema excluyente y explotador.
“La película tiene un fondo filosófico que creo que la hace interesante […]. Habla sobre la solidaridad, que es una virtud sospechosa: la justicia la ve con malos ojos. Mi interés principal era hacer una historia sobre la importancia de ser creativos filosóficamente, ideológicamente, prácticamente, que en vez de afrontar los problemas como se hizo en el pasado, encontremos formas propias de hacerlo”, declaraba Cabrera a ese mismo diario con motivo de los 25 años del estreno oficial de la película.
El filme cuenta con guion del propio director y de Ramón Jimeno y con la revisión de Humberto Dorado, actor también en la cinta, quien caminó el centro de la ciudad para aplicar al texto lo que hacía Valle Inclán con sus piezas teatrales ´dejar que surgieran los personajes, que se metieran en la obra y que hicieran lo que les diera la gana`. El premio Nobel García Márquez la señaló, después de haberla visionado en un pase privado con el director, como “la primera película que veo escrita en colombiano”.
El milagro planteado en la película también lo fue para su rodaje, complejo, largo (inició cinco años antes de su estreno) y lleno de dificultades. Ganó en su día el premio de guiones de la extinta Compañía de Fomento Cinematográfico (Focine) que solamente llegó a aportar el 30 % del importe prometido antes de su desaparición. La obra se terminó rodando ´a ritmo de caracol` y después de numerosas vicisitudes que demoraron la fecha de estreno hasta el 25 de diciembre de 1993. A todo eso se suma que los derechos de la obra están en poder de uno de los productores italianos, Sandro Silvestri, lo que ha llevado a impedir que se pueda distribuir y exhibir libremente en Colombia.
Grandes actrices y actores y numerosos premios respaldan la considerada como una de las mejores películas colombianas de todos los tiempos. Una historia que sigue viva en la casa del centro de Bogotá en la que se rodó. El edificio, patrimonio arquitectónico y de interés cultural, es vecino del Palacio de Nariño, sede de la presidencia de la República, con lo que ello significa para lo bueno, estar en el meollo cultural, político y administrativo de la ciudad, y para lo malo, mantenerse rodeado de vallas de seguridad y de militares que custodian la zona.
Recuperada hoy por sus legítimos herederos, Juan Oreste y sus hermanos, después de un sinfín de pleitos y de plata para desalojar a quienes la usurparon y estropearon durante años, engañando a todo el mundo bajo la figura de una fundación para refugio de desamparados y habitantes de calle y que en realidad era una manera de quedarse con el inmueble y con los pocos recursos de quienes se cobijaban en ella.
Casa La Estrategia ha servido como espacio de rodajes y exposiciones y ha sido protagonista de algunos eventos culturales y de bastantes artículos de prensa. Ahora necesita respaldo para continuar manteniendo viva la memoria de una parte de la historia social y fílmica de Bogotá. Como dice el propio Oreste, el edificio de la estrategia es hoy “una casa de puertas abiertas” a la que nos invita: “Sumercé, pásese por allí”.