Esta mañana se sumaron por lo menos 1.800 ‘boat people’ que huían de Myanmar y Bangladés, a los casi 600 que desembarcaron ayer en las costas de la provincia indonesia de Aceh.
Las embarcaciones en las que habían partido desde hacía por lo menos una semana de las costas de Tailandia iban a la deriva en el mar hacia las costas del noroeste de Sumatra cuando fueron localizadas y escoltadas hacia la costa. En los últimos casos, cuatro barcas con unas mil personas a bordo fueron llevadas a encallar en los bajos frente a la isla malasia de Langkawi.
Para las autoridades indonesias, que enfrentan un flujo creciente de migrantes, se trataría de Rohingyas, una etnia de religión musulmana que habita mayormente en Myanmar pero a la que el gobierno birmano no reconoce la ciudadanía.
Steve Hamilton, subjefe de la sede indonesia de la Organización Internacional de Migraciones, los 573 refugiados que desembarcaron al alba de ayer, se encontraban en dos embarcaciones, separados hombres de mujeres. Algunos necesitaron atención médica y todos estaban agotados por la travesía y la falta de alimentos. Para ellos, como para los recién llegados hoy, resulta difícil la atención, tanto por las dificultades para llegar con ayudas adecuadas a la zona de desembarque, como por el hecho de que ninguno de los migrantes habla indonesio o inglés.
Se prevén nuevos desembarcos, incluso en la jornada de hoy, y en el patrullaje del mar entre Sumatra y Malasia participan tanto naves militares como pesqueros.
La situación de los Rohingyas, en parte provenientes de los campos de Bangladés en los que viven en condiciones desesperantes, se está volviendo cada vez más difícil. Su éxodo, impulsado por la violencia sufrida en Myanmar en los últimos tres años, es manejado actualmente por bandas de traficantes de seres humanos. La creciente atención internacional –luego del descubrimiento de fosas comunes en Tailandia cerca de la frontera con Malasia, y la realidad que supera todo lo sabido antes en cuanto a violencia, explotación y muerte, los pone en peligro de ser abandonados o de sufrir represalias.
Por lo menos cien mil, pero tal vez incluso hasta un millón, son los Rohingyas que han intentado huir por mar para tratar de llegar a países musulmanes como Malasia o Indonesia, con frecuencia con intenciones de intentar llegar a Australia. Los observadores de su éxodo estiman que actualmente los traficantes mantienen entre siete y ocho mil Rohingyas alejados de las costas en el estrecho de Malaca, a la espera de que disminuya la atención sobre su suerte.