En la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo) 2024, que se está llevando a cabo en la capital colombiana entre el 17 de abril y el 2 de mayo, el libro del autor huilense ocupa un lugar preeminente.
Si Don Quijote es la obra cumbre de la literatura universal en castellano, dicen que La vorágine lo es de la literatura colombiana. Una novela realista que relata la violenta realidad de un país que, un siglo después, sigue buscando esa paz que no encuentra.
En un evento multitudinario celebrado en el auditorio José Asunción Silva de Corferias, el presidente de la República de Colombia, que compartió mesa con, entre otras personalidades, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, o el alcalde de la capital, Carlos Fernando Galán, hizo de la obra el argumento principal de su discurso.
En su intervención durante la inauguración oficial de la feria, Gustavo Petro se agarró a la realidad imperecedera de La vorágine para dar cuenta de la situación actual del país. La realidad colombiana no ha cambiado mucho en estos cien años transcurridos: la violencia sigue acampando por sus territorios y la paz sigue siendo esquiva para quienes la buscan, como si se hubiera escondido en la frondosidad de esa selva que Rivera detalla en su libro.
“Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la Violencia” (sic). Esta frase abre la primera parte de una novela que, para bien y para mal, no envejece y cuya historia sigue marcando la vida de un país en el que el odio y el crimen hacen enmudecer las palabras. El autor lo reafirma: “A tal punto cundía la matazón, que hasta los asesinos se asesinaron”.
Como escribe Antonio Caballero en la presentación de la edición de 2015 publicada por el Ministerio de Cultura y la Biblioteca Nacional de Colombia, “la Colombia que pinta sigue siendo igual. Sólo ha cambiado la selva devoradora, que hoy es urbana porque hemos talado la otra […] Porque lo que sigue intacto, como en los tiempos de La vorágine o en los más viejos de la Conquista, es la pasión de la violencia”.
Para el presidente de Colombia el corazón del país sigue llenándose de odio y de violencia. Por eso afirmó que hacen falta palabras rebeldes y por eso propuso darle la vuelta a la frase más citada de La vorágine para abrir una línea de fuga a la esperanza: “Antes de conocer la violencia, jugué mi corazón al azar y me lo ganó el amor”.
Un amor extensible a los seres humanos y a la naturaleza para poner en marcha una revolución contra la codicia y la violencia, para establecer una filosofía política del amor conectada con todas sus caras: la solidaridad, la fraternidad, la igualdad y la libertad.
Hacen falta libros como La vorágine de Rivera, como Cien años de soledad de García Márquez, como muchas otras obras colombianas que relatan este país lleno de contradicciones y lleno de violencias, pero también rebosante de vida, de esperanza y de luchas por la paz.
Es importante no enmudecer las palabras escritas para la rebeldía, para la revolución del amor, para la defensa de la humanidad y de la naturaleza. Palabras necesarias para que no nos devore la selva.