Hace un año y medio, en un contexto de incertidumbre y desazón ante la debacle que se vivía en esta histórica empresa láctea rosarina, lxs trabajadorxs se organizaron para recuperar la fábrica y ponerla a funcionar de forma cooperativa. Con 128 socios activos, La Nueva COTAR actualmente procesa en promedio 30.000 litros de leche por día. En un recorrido por la planta, el Presidente de la cooperativa, Cristian Esquivel, cuenta: “Somos una cooperativa joven pero grande en dimensiones y en cantidad de socios. Estamos haciendo experiencia al caminar”.

Por Tomás Viú, enredando.org.ar | Fotos: Jorgelina Tomasin

En 1935 se fundó la Sociedad Cooperativa de Tamberos de la Zona de Rosario —luego sintetizada en la marca COTAR— con la intención de unirse en pos de mejorar las condiciones laborales de quienes trabajaban en el rubro lácteo. “Era una gran sociedad entre tamberos y la parte productiva, es decir, los compañeros que trabajaban en planta, para mejorar las condiciones de trabajo en general, el rendimiento o el pago de la materia prima”. Quien habla casi un siglo después de aquellos sucesos es Cristian Esquivel, Presidente de ´Nueva Cotar de la gente´, nombre que lleva la empresa hoy recuperada por sus trabajadorxs. “Todos sabemos que en los tambos no siempre es bien paga la remuneración, no sólo del trabajo sino de la materia prima propiamente dicha”.

Parado en esta línea temporal, Cristian mira por el espejo retrovisor y luego enfoca en el presente: “Para mal o para bien pasaron los años, muchos años, casi cien. Nosotros hemos formado una cooperativa para sostener y respetar las condiciones y derechos de los trabajadores, pero no estando bajo relación de dependencia como fue la Sociedad Cooperativa de Tamberos sino conformando una cooperativa de trabajo en la cual todos somos socios y dueños en partes iguales”.

Cuando Cristian dice al pasar “para mal o para bien” probablemente incluya la época dorada de la marca COTAR que supo ganarse un lugar de confianza en el mercado local y en los hogares rosarinos, como también los años en que la empresa estuvo a la baja producto de las decisiones que fueron tomando las gestiones anteriores hasta llegar a tocar fondo, momento en el cual lxs trabajadorxs decidieron tomar el toro por las astas. Pero antes de eso, pasaron cosas.

Foto: Jorgelina Tomasin

Con el cambio de siglo, la Sociedad Cooperativa de Tamberos entró en concurso preventivo de acreedores. La posible quiebra de la Sociedad se podía hacer extensiva a SanCor por tener acuerdos comerciales. Entonces, para evitar eso, SanCor pasó a administrar los recursos de COTAR. Para eso, se fusionó en una SRL que seguía siendo de SanCor pero que al ser privada podía administrar los recursos de la Sociedad Cooperativa. Así fue hasta 2017, cuando se terminó el contrato con SanCor. En 2018 ingresó un fideicomiso llamado Lácteo Santafesino. Con una pata política y otra privada, ese esquema no duró más que un año. Mientras, la empresa seguía con poca producción, poca materia prima, falta de pago a proveedores y servicios. En el medio, lxs trabajadorxs sin cobrar el sueldo.

Después fue el turno de la SRL Coma —el nombre provenía de la fusión de los apellidos de los dos socios gerentes Cosentino y Marmirolli— que alquiló la marca para comercializarla. Estuvieron desde 2019 hasta 2021, y en el medio ocurrió una pandemia. Cristian recuerda que el primer año anduvieron bastante bien, habían retomado la producción y si bien no cobraban los sueldos completos había algunas mejoras. Sin embargo, no se hicieron las inversiones necesarias y en el último tramo de la gestión Coma ya no ingresaba materia prima ni insumos, no se le pagaba a los proveedores y tampoco a los trabajadores. Hasta que un día los socios desaparecieron. Era marzo del 2022 y el contrato era hasta junio. Así lo resume Cristian, con avances y retrocesos como en el juego de la oca: “Del 2000 al 2017, estando SanCor, se acomodó bastante pero en 2018 volvimos al mismo lugar en el que estábamos en el 2000”.

Cuando arrancaron sus tareas como Presidente, Cristian tenía treinta y nueve años. “El día anterior a cumplir cuarenta ya tenía toda la responsabilidad encima”. Su cumpleaños número cuarenta fue muy particular. Seguramente nunca lo olvide. “No tenía un mango partido al medio. Ese viernes me quedé hasta las ocho de la noche tratando de conseguir leche, intentando destrabar insumos llamando a un cliente y al otro, pidiendo que nos adelantaran plata de una futura entrega que ni sabía si la íbamos a hacer o no”. Algunos compañeros trabajan en la fábrica hace cuarenta años y otros hace cinco. Cristian había ingresado en 2015 como administrativo y operativo en la parte de expedición y logística de planta. Después tuvo la posibilidad de ser encargado y luego jefe. Finalmente sus compañeros lo eligieron para ser el Presidente de la cooperativa. “Por el trabajo que yo desempañaba tenía contactos de clientes y de tamberos”.

Un año y medio después de aquel cumpleaños, Cristian recuerda muy bien aquellos días de angustia. El nivel de incertidumbre era mayúsculo. “Nos unimos entre todos los compañeros, cada uno en su puesto con lo que sabía hacer. Nos pusimos en campaña para tomar el timón del barco”. Cristian también cuenta lo que implicó la decisión de conformarse como cooperativa de trabajo. “Es un camino totalmente distinto a estar bajo relación de dependencia en donde tenés un patrón, hacés lo que tenés que hacer, te vas a tu casa y te pagan. Acá todos tenemos que hacer todo. No es fácil, somos muchos”.

Cuando empezaron con la idea de formar la cooperativa eran 142; hoy son 128 socios activos. “Algunos no compartieron la idea, otros eligieron otras opciones y algunos fallecieron”, enumera Cristian, mientras describe algunos de los obstáculos que debieron gambetear. “En este año y medio que llevamos de cooperativa supimos sortear algunas cuestiones que nos han pasado por falta de inversiones de los dueños anteriores. Arrancamos de cero, no teníamos leche, no teníamos insumos, corría riesgo de que nos cortaran los servicios y las máquinas no funcionaban”. En dos palabras, Cristian pinta el escenario de cuerpo entero: “Tocamos fondo”.

Foto: Jorgelina Tomasin

Todo fondo tiene encima una superficie y hacia ahí fueron subiendo. “Se pudo conseguir materia prima haciendo algunas llamadas y tocando algunos contactos. Esos mismos contactos nos ayudaron a surfear un poco la ola y conseguir insumos o pequeñas reparaciones en las máquinas como para arrancar”.

Los malos manejos fueron horadando un elemento fundamental en cualquier rubro que depende de la comercialización: la confianza. “Teníamos la calidad de la marca desgastada”, dice Cristian al respecto. “Perdimos mercado y confianza, no sólo en nuestros clientes sino en los proveedores de insumos, servicios y materia prima”. En marzo de 2022 comenzaron a administrar la planta de hecho y en mayo hicieron la asamblea constitutiva de la Cooperativa en la que estuvo presente el INAES.

El portfolio actual de la ´Nueva COTAR´ incluye leche en sachet (entera y descremada), leche en polvo (entera y descremada en bolsa de 25 kilos y fraccionada de 400 y 800 gramos), yogures bebibles, flan, gelatina, postres, colchones de fruta, crema, yogur con cereal, chocolatada, queso rallado, manteca, dulce de leche.

El grueso de la actividad en la planta arranca de madrugada porque deben tener la producción lista para subir a los camiones que empiezan a repartir ante las 7 de la mañana. Después quedan varias horas más de producción y a la tarde hay otro turno de trabajo que se dedica a la producción de los yogures. De todas maneras, los horarios varían de acuerdo a la demanda y a la cantidad de leche que se procesa diariamente. Por esta época, baja la cantidad y por ende la intensidad es menor. Cristian explica que están entre un 50 y un 60 por ciento de la capacidad productiva total. “Cuando empezamos fuimos incrementando hasta llegar a este número. La idea es alcanzar al menos un 80 u 85 por ciento de la capacidad productiva”. Los números: actualmente procesan en promedio 30.000 litros diarios entre la leche en sachet y todos los subproductos. Entre 500 mil y 600 mil litros mensuales.

Para poder empezar a enderezar el barco tuvieron que hacer muchas inversiones para arreglar las máquinas. De a poco fueron recuperando la credibilidad con los proveedores. La recuperación del mercado en Rosario tuvo que ver, según cuenta Cristian, “con la ayuda de los clientes y de los rosarinos”. Su explicación: “COTAR es una marca muy impregnada en cada uno de los hogares, o sea, es muy propia de la ciudad”.

Hasta ahora la cooperativa se focaliza en el mercado interno, comprendido por el Gran Rosario y alrededores. Aún les falta avanzar en esa recuperación porque fueron perdiendo terreno durante muchos años. “Se perdió mercado y vinieron muchas marcas de afuera”, dice Cristian, mientras cuenta que están tramitando la habilitación municipal que constituye “la primera puerta para exportar porque te da acceso a la habilitación de SENASA”, el ente que controla y autoriza la exportación. Si bien la exportación no sucedería en el corto plazo, es algo que está en el horizonte. “La posibilidad está pero hay que trabajar para ello”.

Foto: Jorgelina Tomasin

Cuando finalizó el concurso preventivo, fue la Cooperativa de Tamberos la que presentó su propia disolución de hecho. Cristian cuenta que “gracias a la jueza de la quiebra” tienen la continuidad y que con los créditos laborales podrán hacerse de las máquinas, no así del predio ni de la instalación porque la están alquilando. “Tenemos la continuidad porque estamos explotando los recursos de la fallida. Somos los depositarios fiscales de las máquinas, nosotros velamos por su cuidado”, explica.

Cristian se refiere a aquello de aprender haciendo. “Somos una cooperativa joven pero grande en dimensiones y en cantidad de socios. Estamos haciendo experiencia al caminar”. También menciona el hecho de que a veces se minimiza y estigmatiza a las cooperativas de trabajo, algo que según él sucede “porque las llevan adelante los ex empleados, los abandonados, los dejados”. Cuando responde sobre cómo lo hicieron, las palabras fluyen: “Lo hicimos desde el trabajo, desde el orgullo, desde los principios. De una empresa que estuvo a punto de cerrar, siendo trabajadores y desde la inexperiencia, en un año y medio estamos sostenidos en el mercado y con proyectos. La clave del éxito es trabajar y hacer las cosas con criterio y con sinceridad”.

Foto: Jorgelina Tomasin

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