El maestro de la acuarela, Luis Palao Berastain, falleció a los 81 años, dejando un enorme legado de cultura e identidad para las nuevas generaciones.
Criado en Cusco, de madre limeña y padre arequipeño, Palao piensa que debe haber nacido en la hacienda Humaya, en Huacho, en la provincia de Huaura, en Lima.
Pintor de acrílicos y acuarelas, Luis Palao se especializó en el dibujo y la pintura realista, trabajados en especial con carboncillo y acuarela que usaba magistralmente para retratar la realidad social peruana del siglo XX en sus obras.
Su mérito es haber creado un realismo muy personal, pero completo en lo académico contemporáneo. Además usó un estilo innegable para recrear la vida de la gente de su tierra.
Palao fue un eterno buscador de nuevas formas de expresión, nunca se repite. Su amor por la gente humilde, en especial por el autóctono puro, lo lleva a ser parte de la lucha de su pueblo en el sueño utópico del retorno natural a la tierra.
Acercamiento al dibujo
Su primer acercamiento al dibujo fue en una excursión del Colegio Nacional Independencia Americana.
En su última entrevista, para el portal periodístico Lima Gris, recordó que su profesor lo llevó a las cuevas de Sumbay, donde encontró pinturas rupestres:
“Por supuesto yo hacía esos dibujos mientras que otros escribían y otros buscaban en la arena a ver si se encontraba algún vestigio cerámico para llevarlo al museo del colegio”.
El hombre de Sumbay tenía miles de años y ya dibujaba. El profesor lo dijo claramente, que una de las primeras expresiones del ser humano era dibujar y que después evolucionó mucho y entonces pudo escribir y hasta ahí no he llegado, explica Palao.
“Por eso es que nunca en mi vida he comprado un periódico o un libro porque no evolucioné. Solo quedé en las cuevas de Sumbay con un poco de tiza que yo mismo preparé creando mis colores y dibujé en cualquier superficie sea porosa o lisa porque soy de los Andes” prosigue Palao
Inspiración y visión de Palao
“He pintado solo a la gente que he admirado y no sé hacia dónde va la vida. Solo sé que hay muchísimas personas que me gustaría verlas dibujadas porque son admirables, me refiero a esos campesinos que no tienen tierras, mis hermanos los mendigos, los enfermos mentales, las casas que se caen, las obras de los albañiles que pusieron los adobes y ahora se caen”, dijo en su última entrevista.
Se autodenominaba como un resentido social. Pero el resentimiento que experimentó no fue tanto por lo que le hicieron a él personalmente, sino por lo que la sociedad hacía con la naturaleza y los animales, con las chacras y los sembríos.
Cada vez que iba por cualquier camino y se encontraba con personas como una señora campesina, quien le contaba cómo su chacra había sido vendida y convertida en una urbanización, entonces sentía un resentimiento justificado.
Encontró a menudo a personas en situaciones similares en sus caminos, lo cual aumentó su resentimiento hacia estas prácticas.
A pesar y a raíz de este sentimiento se centró en su trabajo de pintar y dibujar. Reconoció que su labor no era ser un resentido social, sino expresar sus sentimientos a través de su arte.
Optó por canalizar su resentimiento de manera creativa en lugar de permitir que lo consumiera.
Yo no estoy geográficamente en un lugar, yo soy un vagamundo. Estoy con los hombres que no tienen tierra y eso es mi libertad. Estoy donde están los mendigos, los enfermos mentales, con los que huyeron de su casa, con aquellos que no aceptaron a la sociedad aunque sea por un día. Me interesan los desamparados, no quienes están en sus casas con su televisor y su cuenta bancaria. No hay nada que admirar ahí, desde mi punto de vista, desde el camino”.
Luis Palao
Nunca compró materiales
Luis Palao nunca compró materiales de pintura por que prefería hacer sus propios pigmentos. Y es que desde que tenía siete años, tuvo la suerte de conocer al profesor don Víctor Torres Cruz, de la escuela Muñoz Najar.
Al principio, adquirió algunos libritos para dibujar, pero cuando dicho profesor le enseñó a hacer tiza con agua, y esto cernido, con cola de reses de animales y cachos hervidos, decidió que nunca más gastaría un centavo en materiales.
Optó por buscar un maestro, y Víctor Torres también lo instruyó en la elaboración de acuarelas y óleos.
Iban al camal a recoger pelos de vaca de las orejas, los introducían en plumas de pato y ganso, y los amarraban en un palo para obtener brochas.
Dado su apego a formas más primitivas, se quedó en el dibujo, rememorando la época en que el hombre apenas intentaba representar animales u otras figuras, quizás como los hombres en las cuevas de Sumbay.