La movilización del 8 de marzo, día internacional de la mujer en Buenos Aires fue un “efecto demostración”¹ de diálogos y acuerdos previos.
Durante las semanas anteriores, cientos de organizaciones barriales, movimientos feministas, asociaciones gremiales, partidos políticos, agrupaciones de mujeres, feministas y el colectivo lgbtiq+ de todo el país, nos fuimos reuniendo en distintos ámbitos: escuelas, clubes de barrio, asociaciones y sindicatos, para conversar y organizar el encuentro. Además, redactamos un documento.
Pretendíamos que fuera multitudinario y diverso; necesitábamos dar una señal de que hay un sector de este país que no está dormido ni anestesiado. Esta señal se fue transmitiendo a lo largo de esas semanas, donde lo importante era que no nos fragmentaran: íbamos a estar juntas en la calle y en el acto.
—Jajaja, ¡qué tupé las feministas!
—Fuimos marea, seremos tsunami.
Y así fue: mientras avanzaba con amigas por las calles y veredas me encontraba con esta marea de cientos de mujeres y disidencias, cantando, danzando, con carteles, disfrazadas, bailando, musicalizando con sus bandas; pasaban las madres, abuelas, las de pañuelo verde, las rojas, las humanistas, las maestras, científicas, las infaltables del Ni Una Menos con sus pañuelos violetas, las que no fueron tapa, una fiesta de resistencia, protesta y reivindicaciones.
En este país, todas las organizaciones verticalistas deberían comenzar a preguntarse cómo hacemos, porque ninguna convocatoria realizada hasta el momento para dialogar, organizar y movilizar muestra lo que mostramos nosotras. Una lección para el patriarcado que no tuvo otro accionar que censurar las imágenes en los medios de comunicación durante todo el día. Mientras, mostraban reuniones de machirulos políticos con el gobierno, para “resolver temas del país”.
“ (…) El peronismo y los progresismos se muestran antagónicos entre ellos y, conjuntamente, contra la extrema derecha, pero se parecen en el machismo resucitado para que sean hombres los que ocupen espacios de poder o de alternancia de poder, o pocas mujeres, o funcionales al machismo, las que queden o surjan en este escenario que busca borrar la ampliación de derechos para las feministas, las personas trans y el colectivo LGBTIQ+ (…)”, escribe Luciana Peker en el portal web de La diaria feminismos.
Es que cuando ponemos todo lo que tenemos para luchar por nuestros derechos, no le tenemos miedo a nada, ni siquiera al siniestro protocolo de seguridad instaurado en Argentina por una perversa ministra de Seguridad.
¹ Diccionario del Nuevo Humanismo. Magenta Ediciones 1996. Pag.28
Fotos de Corinne Figueroa
Documento completo del 8M en Buenos Aires