A lo largo del día 6 de mayo se ha llevado a cabo en Bogotá el Congreso Internacional Paz y Desarrollo cuyo propósito fue, como lo han planteado los organizadores: «exponer, analizar, compartir y consensuar propuestas válidas e innovadoras que nos permitan prepararnos cómo sociedad para el postconflicto y la construcción de Paz, al final de un largo conflicto que nos ha herido a todos como pueblo.»
A continuación, compartimos con los lectores de Pressenza un artículo de David Alejandro Toro, co-organizador de este evento.
No hemos vivido en Colombia, hemos estado en un país inventado por otros, para ser soportado porsus habitantes, hemos encontrado la forma de sobrevivir, de adaptarnos a la adversidad, al desarraigo, a la falta de oportunidades, a la corrupción, al temor, a la salud hecha negocio, a la educación sin cupos, a la política de puertas cerradas, al campo sin caminos y a la comunicación manipulada.
La Colombia soñada no se ha construido, la paz essolo la puerta de la esperanza pues los cambios comienzan desde las propuestas que se trabajan en frentes amplios donde la unidad dentro de la pluralidad tejen caminos comunes de poder popular para las transformaciones estructurales.
La Colombia soñada no es solamente un deseo de país, sino el engranaje regional de una Latinoamérica que sufre por la sangre del hermano derramada, por las masacres, los genocidios y las generaciones desarraigadas que terminaron como mareas de tristeza en las calles de Quito, Caracas, Madrid y Buenos Aires, añorando el regreso a la Colombia que soñaron pero que nunca vivieron.
El Congreso Internacional de Propuesta Para La Paz y el Desarrollo es un intento más de los miles de intentos por rescatar de la memoria el sufrimiento para volverlo oportunidad y esperanza, es un llamado al silencio de los fusiles como inicio de una bases sólida para superar la guerra en el que la idea de la justicia social sea un argumento sin aristas que comprometa a los actores del conflicto a la dejación de las hostilidades mutuas en las que sufrimos los campesinos, los indígenas, las comunidades afrodescendientes y los habitantes de las periferias la peor parte.
Nuestro Congreso es un clamor desde el frío de la América Austral de Neruda, desde las alturas de Machu Pichu, es un grito guaraní, mapuche, azteca, mulato, un susurro aimara, Inca y cimarrón que pide paz en un irrefrenable eco de los muertos de 60 años que no volvieron a abrazar sus hijos en una Colombia que soñamos y que está aferrada entre cordillera y ríos a la madre tierra americana.
Propuestas para tiempos de paz que generen desarrollo de base, desarrollo social, desarrollo sostenible rural y urbano, propuestas para recuperar la dignidad de la política, para devolverle la palabra al pueblo y la esperanza a lasgeneraciones venideras que podrán contar con la semilla de los acuerdos construidos como su
verdadero tesoro.
Nuestro encuentro es un círculo de voces que pidecompromisos concretos de paz que generen un ambiente propicio para que los cambios necesarios puedan arraigarse y el mañana pueda iluminar verdaderamente lo que cien años hemos esperado.