Por Allan Astorga*

El pasado 13 de diciembre del 2023 finalizó la Conferencia número 28 de Naciones Unidas sobre Cambio Climático en Dubái, la denominada COP 28. La mayoría de los participantes que representaban a más de 190 países del mundo, la señalan como un “triunfo histórico” por el hecho de que, por primera vez, se habla de la “transición” para dejar de usar los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) con meta al 2050.

Aunque esto parece ser una buena noticia, la verdad es que llega muy tarde y con el grave problema que implica su implementación efectiva y su costo para los países más pobres. En España se estima que, para cumplir ese objetivo, se requiere hacer, desde ahora, una inversión cercana a los 40 mil millones de euros por año. Es claro que, para los países de renta media y baja, la inversión necesaria para dejar los combustibles fósiles podría ser casi imposible de cumplir.

Por eso decimos que nuevamente se trata de una serie de conversaciones mayoritariamente infructuosas y sumamente burocráticas y que, a todas luces, están encaminadas al fracaso. Las razones de esto, lo argumentamos aquí.

Desenfoque: como hemos señalado en artículos previos (ver: www.allan-astorga.com) desde que se firmó el Acuerdo de París en el 2015 el enfoque establecido fue erróneo. La agenda que se estableció para descarbonizar la economía abarcaba todo el siglo XXI. Totalmente emparejada con el fin de las reservas de combustibles fósiles: petróleo (2070) y gas natural (2090).
Se estableció como meta evitar llegar a los 1,5 °C por encima de la temperatura de referencia (inicio del Antropoceno, aproximadamente en el año 1.800 DC). Esto, para el 2050 y no más de 2°C para el 2.100. Sin embargo, la realidad es totalmente diferente.

Dado el incremento continuo y sostenido de CO2 en la atmósfera estamos muy cerca de alcanzar los 1,5 °C en esta misma década. Este valor se ha considerado como un umbral de no retorno, es decir, donde los efectos del Cambio Climático se harán cada vez más irreversibles y con mayor daño sobre la Ecosfera terrestre y las actividades humanas que en ella se desarrollan.

Se trata de un tema muy serio, pues con lo acordado en la reciente COP 28, el quemado de combustibles fósiles va a continuar al menos hasta el 2050 y es muy probable que la temperatura de la atmósfera se siga incrementando a un ritmo acelerado, como ha sucedió en los últimos años.

En este escenario, parece claro que los países del primer mundo podrían realizar las transformaciones necesarias, empero, los países con menos recursos la tienen más difícil, en particular si ellos mismos son productores de combustibles fósiles. Bajo estas condiciones la meta planteada no parece tener una perspectiva correcta.

Decimos que existe un desenfoque en el objetivo mundial contra el Cambio Climático, pues solo se ha planteado como objetivo principal, dejar de quemar combustibles fósiles, sin plantear nada concreto, para disminuir o secuestrar el CO2 de la atmósfera planetaria, algo que debería ser la verdadera prioridad.

Alternativa complementaria: hemos señalado insistentemente que la clave para ralentizar los efectos del Cambio Climático y, también, atender los otros límites planetarios que tienen el equilibrio de la Ecosfera terrestre en crisis, es la regeneración de suelos y ecosistemas de bosque en las zonas tropicales, así como el desarrollo de agricultura y ganadería regenerativos, entre otros cambios estratégicos clave, como el efectivo control de la contaminación de suelos, aguas y mares.

Se requiere desarrollar una regeneración de al menos 250 millones de hectáreas para bajar de forma significativa la cantidad de CO2 que hay en la atmósfera. Esto, de forma paralela a un proceso de disminución del quemado de combustibles fósiles conforme las reservas de estos recursos de agotan y financian el proceso de secuestro de carbono de la atmósfera. Incluyendo, claro está, el uso de energías sostenibles, de forma complementaria.

El cumplimiento de ese objetivo requiere de una inversión de 800 mil millones dólares anuales que es el equivalente al presupuesto militar que tienen los Estados Unidos de América. De allí que planteáramos que, para financiar este monto, se requiere establecer un impuesto ambiental de $ 20 por barril de petróleo que se extraiga en el mundo.

Para lo que consideren que esto es una posible utopía, en realidad no lo es. El costo promedio de extracción de petróleo en el mundo es de $ 25 por barril. El resto del monto que incrementa el costo de un barril de petróleo tiene que ver con temas económicos y geopolíticos.

Todos conocemos de esos ciclos que hacen que el costo del barril, llegue a precios de $ 70, $ 80 y hasta $ 100. Desde esta perspectiva el financiamiento de un Super fondo ambiental contra el Cambio Climático y la restauración del Equilibrio de la Ecosfera terrestre si es posible si realmente llegamos a un acuerdo efectivo por salvar la vida de nuestro planeta Tierra.

A nuestro criterio este es el tema principal que debería ser discutido en las COP o, en su defecto, a un nivel más alto, como el Consejo de Seguridad de la ONU.

Dada la situación de Crisis Climática en que nos encontramos, con un escenario de aumento de gravedad de la misma en los años próximos se requieren acciones concretas y rápidas. Las extensas, burocráticas y casi siempre inconclusas conversaciones que se llevan a cabo en las COP son, como diría nuestro pueblo, un verdadero “plato de babas” que termina en acuerdos poco efectivos y laxos que solo sirven para justificar más reuniones y discusiones.

Por otro lado, mantener gran parte de las negociaciones en el hecho de que los países pobres soliciten a los países ricos que les paguen los costos de los desastres producidos por Cambio Climático, aunque justo y necesario, resulta en una perturbación que impide atender las tareas más prioritarias. El Cambio Climático y la restauración del equilibrio de la Ecosfera terrestre no se resuelve por esa vía. Se requieren desarrollar alternativas más viables y efectivas en los países mayormente afectados por los efectos del Cambio Climático.

Acciones como el ordenamiento y la planificación territorial de escala detallada, la gestión preventiva del riesgo, el aumento de la Resiliencia humana y de infraestructura, el desarrollo de seguros paramétricos, seguros y reaseguros contra desastres y otras acciones similares son de gran relevancia que se empiecen a implementar lo antes posible.

Cada país, cada estado, cada municipio o gobierno local y sus comunidades deben hacer lo propio. No es posible que los desastres se sigan sucediendo y que los países pobres sigan pidiendo, como principal alternativa, que los países ricos paguen por esos daños. Por este camino poco se va a poder hacer.

Revisando las estadísticas de la situación ambiental mundial observamos que el escenario para el año 2023, la situación no ha cambiado casi nada, respecto a los años anteriores. Más bien, la situación sigue en una tendencia de desmejora.

Veamos algunos números críticos tomados con fecha del 30 de diciembre 2023, al medio día (según datos de worldmeters.info): a) población mundial: 8.082.135.030 habitantes, b) hectáreas de bosque deforestadas en el 2023: 5.180.000; c) toneladas de CO2 emitidas en el 2023: 36.452.720.000, d) hectáreas de desertificación en el 2023: 11.952.340, e) toneladas de sustancias tóxicas liberadas al ambiente en el 2023: 9.753.490. Mientras estas cifras no bajen de forma significativa, no podemos decir que hemos progresado, todo lo contrario, seguimos en un proceso franco y de rápido deterioro del equilibrio de la Ecosfera terrestre.

Como hemos dicho, se trata de un problema muy grave que atañe a toda la población humana y la vida del planeta. Por eso, ante reuniones globales con resultados tan superficiales y exiguos como los de la COP 28 y otras COP anteriores, debemos manifestar nuestra inconformidad y ser vehementes en señalar que ya basta de tanta discusión infructuosa.

Necesitamos acciones concretas y urgentes. Basta ya de tanta burocracia ambiental que cree que tenemos todo el tiempo del mundo para resolver nuestros problemas planetarios. Basta ya.

 

(*) El autor es Geólogo Ambiental, Sedimentólogo, Doctor en Ciencias Naturales, especialista en Ordenamiento y Planificación del Territorio así como de Gestión Preventiva del Riesgo. Dirección electrónica: a.astorga.g@gmail.com, www:allan-astorga.com

El artículo original se puede leer aquí