El documento de Médicos Sin Fronteras recoge los impactos de las políticas migratorias en la salud y el bienestar de las personas en movilidad, y denuncia la apuesta de la Unión Europea de normalizar a través de su pacto migratorio la violencia en la frontera.
Por Redacción El Salto/El Dalto diario
Las políticas migratorias de la UE matan. También llevan a miles de personas a la desesperación y el desamparo. Así lo ha comprobado Médicos Sin Fronteras (MSF) en su experiencia en las fronteras del espacio Schengen y en las externalizadas. Los Balcanes, Polonia, Grecia, Italia o Libia, explica la organización, “se han convertido en laboratorios y bancos de pruebas de políticas y prácticas cada vez más dañinas”.
En un informe presentado el 21 de febrero por la organización humanitaria, con el nombre ‘Muerte, desesperación y desamparo: el coste humano de las políticas migratorias de la UE’, ofrece una retrospectiva de lo registrado durante su trabajo en 12 países de Europa y África. Para documentar los efectos de una crisis política que afecta cotidianamente la vida de cientos de miles, MSF se sirve tanto de datos médicos recopilados en su labor, como de los testimonios de pacientes y personal sanitario.
El periodo en el que se basa su informe inicia en agosto de 2021 y concluye en septiembre de 2023, dos años en los que la organización ha comprobado “cómo, en cada paso del viaje migratorio de las personas hacia la UE y dentro de ella, su salud, bienestar y dignidad se han visto sistemáticamente socavados por la interrelación de políticas y prácticas violentas arraigadas en las políticas de la UE y de sus Estados miembros”.
Para empezar, el informe se centra en las consecuencias de la apuesta por la disuasión violenta de la movilidad humana. Una disuasión que empieza atrapando a las personas en su camino a Europa en terceros países, a través de los acuerdos de externalización de las fronteras.
MSF señala Libia, Níger, Túnez y Serbia como espacios donde las personas migrantes quedan atrapadas sin acceso a asistencia sanitaria, y expuestas a “niveles alarmantes de violencia y coacción”, con las fuerzas de seguridad cazándolas, a través de redadas, o agrediéndolas sistemáticamente. Unas circunstancias que derivan, entro otras situaciones, en problemáticas de salud consistentes en afecciones prevenibles, que incluyen “enfermedades de la piel, infecciones respiratorias y trastornos gastrointestinales”.
El informe hace especial incidencia en las personas devueltas a Libia una vez interceptadas en el mar, donde son expuestas a violencia y abusos en los centros de detención, un escenario que provoca a sus víctimas “ansiedad, depresión, autolesiones e intentos de suicidio”. Las intercepciones en el mar, también por parte de Túnez, exponen a los sujetos a episodios de gran crueldad, implicando su traslado a países como la propia Libia, Níger o Argelia.
Del bloqueo de las personas migrantes en las fronteras, se derivan situaciones de deshidratación e hipotermia, prosigue MSF con su informe, siendo frecuentes las heridas infringidas al intentar escapar de la persecución de las fuerzas de frontera. Por no hablar de las miles de personas que pierden la vida en el mar sin que nadie acuda a rescatarlas o directamente como efecto de las tácticas de los guardacostas.
28.000 personas heridas por las fronteras
La falta de vías legales y seguras está detrás de que MSF haya tenido que atender en el periodo de tiempo comprendido en el informe, a 28.000 personas víctimas de los muros, la ausencia de medios para el rescate y el salvamento y la securitización de la frontera. Mientras 8.000 fueron rescatadas en el mar, 20.000 recibieron asistencia médica y apoyo en salud mental.
Los propios muros están construidos para dañar, es el caso en la frontera polaca, donde cuatro de cada diez personas atendidas habían sido heridas al intentar superarlos. Junto a las infraestructuras, la violencia de los agentes de fronteras en la expulsión de las personas hizo necesaria la atención médica tanto en Polonia como en Grecia, Hungría y Bulgaria.
Ya una vez arribados a la frontera comunitaria, la salud y bienestar de las personas migrantes sigue sufriendo como resultado de las medidas europeas. La detención ejerce un rol importante en el perjuicio de las personas, MSF señala a los Centros Cerrados de Acceso Controlado, presentes en Grecia y financiados por la UE, estructuras de tipo carcelario que tienen duras consecuencias en la salud mental de las personas internadas en los mismos. Ansiedad, estrés postraumático, depresión, están entre los cuadros que los trabajadores de la organización han encontrado en sus pacientes estos últimos años. Los niños no han quedado exentos de este deterioro de la salud. Los problemas de higiene y la insalubridad generan asimismo afecciones cutáneas de carácter contagioso, alertan.
Además de los Centros Cerrados, las personas que migran se encuentran en su camino los llamados hotspots, Centros de Identificación y Recepción donde se juegan su futuro. MSF señala que los procedimientos administrativos que tienen lugar en estos espacios fronterizos generan ansiedad entre personas que al mismo tiempo se encuentran desamparadas, debido al “desmantelamiento de las salvaguardias”.
Esta falta de garantías que protejan los derechos de las personas migrantes, se traduce, una vez en el territorio comunitario, en lo que MSF llama “seguridad denegada”. Las políticas de disuasión características de la Unión Europa impiden a las personas sanar, establecerse y acceder a una vida digna. Cuando el asilo es denegado, las personas se ven condenadas a vivir en la calle o buscar soluciones habitacionales fuera del mercado. El informe recoge las consecuencias de esta exclusión de la acogida en la salud de las personas, en países como Países Bajos y Bélgica. Vivir en la calle, recuerdan desde MSF, es extremadamente negativo para la salud mental, trastorno psicótico, estrés postraumático y depresión tienen una amplia incidencia entre las personas que se quedan sin techo. Todas estas circunstancias se ven agravadas en el caso de los menores, abandonados por las administraciones, MSF recuerda en este sentido su trabajo con niños en Francia.
Tras exponer lo que ha podido observar durante estos dos años en las fronteras, MSF alerta de que la misma violencia a la que ha tenido que dar respuesta, sigue marcando la hoja de ruta de las políticas migratorias estatales y comunitarias. En este sentido, afirman: “Las actuales reformas presentadas en el Pacto de Migración y Asilo de la UE incorporan aún más una red de violencia que pretende disuadir y excluir a quienes buscan seguridad”.
Para la organización, la posibilidad de financiar las externalizaciones a terceros países, presentada como una forma de “solidaridad” entre los estados miembros, la propuesta de mantener a las personas en movimiento bloqueadas en la frontera, supone afianzar “un sistema basado en la detención (…) desmantelando mecanismos de protección”, una aproximación a las migraciones que ya ha legado numerosas vulneraciones de los derechos humanos en países como Italia o Grecia.
Por otro lado, con su énfasis en detener los movimientos secundarios (es decir aquellos que se dan entre países una vez dentro del territorio comunitario) la UE condena a las personas en movimiento a la exclusión, pues utiliza el abandono como forma de disuasión. Francia y Bélgica, explica MSF son claramente dos estados donde se aprecian estas situaciones de solicitantes de asilo sin ningún apoyo por no encontrarse en el país de entrada.
La organización lamenta que se haya desaprovechado una oportunidad como el Pacto de Migración y Asilo, apostando, al contrario, por la normalización de la violencia. MSF impugna un modelo basado solo en la seguridad, y reclama un giro de timón que acabe con el gran coste humano de unas políticas que “han provocado muertes sin sentido, lesiones y traumas a largo plazo entre las personas que buscan protección en las fronteras de la UE”.