Enric Duran trabaja con una nueva moneda electrónica que pretende contribuir a la creación de un ecosistema global cooperativo capaz de competir con el capitalismo. La divisa se basa en valores de cooperación, solidaridad e igualdad y deja a un lado el individualismo que, según el activista, define a Bitcoin.
Por Lucía El Asri
Nació a principios de marzo 2014 de la mano de un desarrollador anónimo que después la abandonó sin dejar rastro. Se crearon 50 millones de monedas, distribuidas entre los días 6 y 8 de aquel mes, a razón de 1.000 unidades cada hora que se dieron como obsequio a las personas que se sumaban a la iniciativa. Se convirtió en la primera moneda virtual que no había que minar (al principio), y que se repartiría de forma equitativa con el objetivo de promover la igualdad entre los participantes.
La divisa estuvo huérfana hasta mediados del pasado año. Entre abril y mayo, Enric Duran, el famoso Robin Hood catalán, la rescató con la ayuda de Thomas König, un desarrollador de ‘software’ con más de veinte años de experiencia.
Hablamos de Faircoin, una criptomoneda cuyo nombre hace referencia a la justicia económica y al comercio justo, y que se corresponde con los valores que Duran siempre ha defendido. Un activista que se dio a conocer tras defraudar a los bancos, entre 2006 y 2008, alrededor de 492.000 euros en créditos. Aseguraba que quería reformar su piso o comprar un coche, presentaba nóminas y otros documentos falsos e incluso a crear empresas ficticias para respaldar su estafa.
Su intención fue siempre destinar ese dinero a financiar movimientos sociales para dar una lección al sistema financiero y demostrar su debilidad. Por eso empezó a ser conocido como el Robin Hood de los bancos, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres. Sus actividades han supuesto su paso por prisión y un largo tiempo en la clandestinidad. Conserva la esperanza de volver a ser completamente libre, aunque admite que el camino aún será largo. A pesar de los obstáculos y de estar en busca y captura, sigue con su lucha de siempre: construir alternativas al sistema financiero, esta vez de la mano de Faircoin.
König se ha convertido en el encargado de controlar los aspectos técnicos de la criptodivisa, de garantizar su seguridad (corrigiendo sus vulnerabilidades) y de adaptarla a las exigencias que desde un primer momento rondaban la cabeza de Duran. «Cuando nadie le hacía caso y no valía nada, yo y otras personas nos dedicamos a ir comprando los faircoines», explica el catalán a HojaDeRouter.com. Cuando habían adquirido una parte bastante relevante, lanzaron el proyecto de forma pública.
Así convirtieron Faircoin en la moneda oficial de FairCoop, una cooperativa abierta, de alcance mundial, que nació a mediados de septiembre de 2014 y funciona «como cooperativa de cooperativas y de distintas iniciativas sociales y colaborativas». Ahora el número de monedas supera los 50 millones, cada una con valor alrededor de los 0,0184 euros ( 0,0201 dólares), son cerca de 10.000 los usuarios que las utilizan y su capitalización en el mercado supera los 950.000 euros ( algo más de un millón de dólares). Desde comienzos de 2015 es posible comprar faircoines con tarjeta o adquirirlos mediante transferencia bancaria, así como cambiarlos por dinero en efectivo en 10.000 cajeros de España gracias a los servicios de Getfaircoin y Fairtoearth.
De forma conjunta, FairCoop y Faircoin tratan de impulsar un nuevo sistema global de «economía postcapitalista», basado en la colaboración y en el ‘software’ libre. La criptodivisa se ha convertido en uno de sus principales ejes, en su » sistema de base monetaria y de depósito de valor». König explica que Faircoin fomentará la solidaridad al permitir que cualquiera pueda transferir valor a otras personas de manera rápida, segura y barata, sin depender de poderes gubernamentales o financieros. Además, «una moneda puede ser una buena excusa para generar un movimiento social y redes de apoyo mutuo alrededor de ella, y para llevar el virus de la cooperación» a los mercados monetarios, afirma Duran.
¿Cómo funciona Faircoin?
Con Bitcoin, los usuarios ceden parte de los recursos de sus ordenadores para que puedan realizarse ciertas tareas (como controlar las transacciones de forma descentralizada). Es parte de lo que se conoce como «mineria», un proceso por el que se asignan las monedas que va liberando el algoritmo: si eres usuario y minas, puede que te toque alguna. Cuantos más recursos informáticos destines, mayores son las posibilidades.
Con Faircoin, los usuarios también ceden sus recursos, pero en este caso la minería es mínima (un 0,01% del proceso). Al cederlos, llevan a cabo una tarea en favor de la comunidad por lo que reciben una pequeña recompensa directa. El objetivo, en este caso, no es que los usuarios compitan entre sí para obtener más y más monedas, sino que cooperen. Es una filosofía muy distinta.
En sus inicios, los faircoines se repartieron de forma equitativa para evitar, precisamente, que solo las personas con capital o recursos (grandes servidores) pudieran acceder a las monedas. Aquí lo que interesa es que las monedas que hay y las que vayan generándose sirvan para dar seguridad a la comunidad, para que todos los usuarios puedan beneficiarse de ellas.
El funcionamiento de Faircoin se basa en el ahorro de todos los miembros de su comunidad. Los «ahorradores» consiguen más monedas cuando guardan cierta cantidad de ellas durante un tiempo determinado, haciendo así que el valor de esos faircoines aumente. Es un proceso voluntario que promueve la solidaridad en red. Por eso en el caso de Faircoin no tiene mucho sentido dedicar grandes servidores a la minería, lo que, según Duran, hace que se reduzca el coste ecológico «que en el caso de Bitcoin es muy alto».
Explica el activista que Faircoin, aunque nace como una copia de Bitcoin y conserva su esencia como medio de pago, se diferencia de la moneda virtual por excelencia en su filosofía, «lo que hay detrás». En el caso de Faircoin se trata de una comunidad de gente que colabora y que cree en el ser humano, en la confianza entre personas y proyectos, y que quiere utilizar Faircoin para el bien común, para generar una visión de colectivo y para mejorar la sociedad. «En cambio, en Bitcoin predomina el individualismo, el mirar por el bien personal, lucrarse de forma individual».
«A medida que va creciendo el valor de la criptomoneda es mayor nuestra capacidad de acción para destinar los faircoines a proyectos afines a nuestros valores», señala Durán. Eso hará posible llevar el «virus de la cooperación» al mercado monetario para desplazar el lucro personal y la especulación mediante dinámicas colaborativas que beneficien a cuanta más gente mejor y que contribuyan «a todo el sistema que estamos desarrollando».
El catalán nos pone un ejemplo: en los inicios de Faircoop, la cooperativa recibió el 20% de la oferta monetaria de Faircoin (unos 10 millones de faircoines), para echar una mano a distintos proyectos alrededor del mundo. Esos faircoines fueron distribuidos en tres fondos: el fondo para el Sur Global, para ayudar a proyectos locales, al que fueron destinados 5 millones; un fondo para los Comunes, para crear y difundir herramientas pensadas para el bien común, al que fueron destinados 2,5 millones; y el fondo de Infraestructuras Tecnológicas al que se destinaron 1,5 millones. Otro millón se invirió en el propio desarrollo de Faircoop.
No es el actor definitivo
König explica que actualmente trabajan en una segunda versión de Faircoin que introduce varios cambios significativos. Por un lado la cooperación será más completa y ya no se generará ninguna recompensa; por otro, se eliminarán los privilegios que hasta el momento la criptomoneda otorga a quienes más faircoines consiguen por medio del ahorro. «Así Faircoin estará aún más alineado con nuestros valores y se convertirá en una criptomoneda más humana», opina Duran.
Tanto Duran como König sostienen que Faircoin, aunque es importante dentro de Faircoop, » no deja de ser un instrumento dentro de un marco global». De forma progresiva irán apareciendo otras herramientas que «completarán el ámbito monetario y económico de Faircoop», anuncia Duran. Según explica, un sistema monetario justo necesita también que el acceso al crédito sea democrático, que sea accesible «a todas las personas que tengan capacidad de producción» y que en un momento dado pueda cubrir necesidades básicas.
Esto será posible en el futuro con otra moneda descentralizada que se llamara Faircredit, encargada de fomentar el modelo de crédito mutuo. Los préstamos serán sin intereses, las deudas de unos se convertirán en ingresos para otros y la suma total de todos los saldos del sistema será igual a cero, de tal forma que el crédito ya no dependa de bancos centralizados sino del bien común. La aparición de Faircredit no conllevará la desaparición de Faircoin, sino que se utilizarán conjuntamente.
¿Un nuevo sistema económico, social y financiero?
Duran explica que la iniciativa de crear un ecosistema global cooperativo no pretende hacer desaparecer el capitalismo directamente, ni siquiera implica que el capitalismo pueda desaparecer. «Implica que queremos tener un espacio en el que, voluntariamente, las cooperativas, personas individuales o colectivos que quieran participar en ello puedan generar un entorno que pueda ser lo suficientemente autónomo e independiente del sistema capitalista actual». Es decir, que pueda convivir con él para que los ciudadanos escojan en cuál de los dos quieren participar. Está convencidos de que, a la larga, quedará demostrado que funciona mucho mejor que el sistema capitalista.
¿Y qué pasará con aquellas personas que no entiendan de criptomonedas? ¿Cómo se conseguirá que confien en ellas? Duran sabe que es un reto el ir facilitando la comprensión de este sector, y que deben hacerlo accesible a la gente, pero antes deben » construir un sistema sólido y robusto» que después puedan acercar a aquellos para los que la tecnología sea algo más lejano. De momento trabajan para que los colectivos sociales acepten Faircoin como método para hacer donaciones y en mayo comenzarán a trabajar para que comercios, autónomos y cooperativas lo utilicen.
Durán afirma que uno de los principales errores de la mayor parte de las criptomonedas es que han focalizado mucho su desarrollo en «un ámbito puramente tecnológico y no tanto en su función social dentro de la economía real», algo que Faircoin y quienes lo hacen posible tratan de cambiar. Puede que los resultados no se aprecien a corto plazo, pero el activista estima que los próximos seis meses serán determinantes para la consolidación del proyecto.
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Las imágenes utilizadas en este artículo son propiedad de Enric Duran y Fair-coin.org