Xi Jinping: «El planeta Tierra es lo bastante grande para que nuestros dos países tengan éxito. No es realista que una parte quiera cambiar a la otra»
Joe Biden: «No dejemos nuestro futuro vulnerable a los caprichos de quienes no comparten nuestra visión»
por Roger D. Harris (*)
En su última declaración, Nicholas Burns dijo claramente: «No me siento optimista sobre la relación entre Estados Unidos y China». Burns sabe de lo que habla, pues es embajador de Washington en Pekín.
Según Burns, la postura de Estados Unidos en la relación bilateral con China es de «competencia estratégica durante las próximas décadas… competencia por el poder tanto global como regional». De hecho, EEUU se está preparando para la guerra con China. Mike Minihan, un general de alto rango de las Fuerzas Aéreas estadounidenses, predice una guerra ya en 2025.
Esto contrasta con el planteamiento chino de cooperar en beneficio mutuo y resolver los problemas mundiales más acuciantes. En resumen, los líderes de estos dos países favorecen paradigmas diferentes para sus relaciones: La estrategia china es compatible con el modelo socialista de colaboración y sociedad; la estadounidense refleja un capitalismo fundamentalista con relaciones sociales basadas en la competencia.
A continuación se analiza qué paradigma podría prevalecer algún día, basándose en las observaciones realizadas en China por una delegación del Consejo de Paz de EEUU, que se reunió recientemente con su homólogo, la Asociación Popular China para la Paz y el Desarme.
La visión de Pekín
La opinión china, basada en lo que ellos denominan «los pensamientos de Xi Jinping», es que la relación entre China y Estados Unidos es la relación bilateral más importante del mundo. Como ha explicado el Presidente chino Xi Jinping: «La forma en que Estados Unidos y China convivan determinará el futuro de la humanidad». Su visión se basa en la aceptación de un alto grado de integración entre las economías de ambos países. Consideran que este «entrelazamiento» es algo que hay que promover, ya que ambos países pueden beneficiarse del desarrollo del otro.
Desde la perspectiva china, las relaciones bilaterales se caracterizan por una cooperación amistosa. Creen que una «prosperidad común» puede construirse sobre tres principios. El primero es el respeto mutuo. Un aspecto crítico de este pilar es no traspasar las líneas rojas de ninguna de las dos potencias mundiales. El segundo es la coexistencia pacífica. Esto implica el compromiso de gestionar las diferencias mediante la comunicación y el diálogo. El tercero es la cooperación beneficiosa para todos. Por ejemplo, el aumento del comercio con China ha impulsado el poder adquisitivo de los hogares estadounidenses.
El hecho de que Estados Unidos y China ocupen posiciones tan dominantes en el mundo implica sus responsabilidades concomitantes. Según los chinos, los grandes países tienen una mayor responsabilidad hacia la humanidad. Señalan que problemas globales como el cambio climático no pueden resolverse sin la cooperación entre EEUU y China. De hecho, EE.UU. y China juntos son actualmente responsables del 40% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero del planeta.
Pekín contrapone su propia postura a la de la administración estadounidense de Biden con una «mentalidad de suma cero». En un juego de suma cero, la ganancia de un jugador siempre corresponde a una pérdida equivalente por parte del otro. Esto contrasta con la visión china de «ganar-ganar», es decir, relaciones basadas en la cooperación para el beneficio mutuo. Los chinos se oponen a la definición estadounidense de las relaciones bilaterales como una competencia antagónica «estratégica».
Enfrentamiento Biden-Xi
Estos paradigmas opuestos se presentaron en la cumbre de la APEC (Cooperación Económica Asia-Pacífico) celebrada en San Francisco el 15 de noviembre, donde los dos líderes mundiales se encontraron cara a cara por primera vez en dos años. No sabemos qué se discutió en esa reunión a puertas cerradas. Pero en la rueda de prensa posterior, el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se refirió a la persona con la que acababa de pasar cuatro horas en estos términos: «Bueno, miren, es un dictador, y es un tipo que dirige un país comunista basado en una forma de gobierno totalmente diferente a la nuestra».
Incluso el secretario de Estado neoconservador estadounidense Antony Blinken, presente en la misma rueda de prensa, mostró su malestar e indignación al oír esa frase, captada en un vídeo que se hizo viral.
Más tarde, ese mismo día, el Presidente Xi se refirió con calma al incidente de Biden y replicó: «No es realista que una parte quiera remodelar a la otra». Para los chinos, la coexistencia pacífica exige tolerancia y aceptación de diferentes modelos sociales y formas de vida. Xi también comentó: «El planeta Tierra es lo suficientemente grande para que ambos países tengan éxito»
Fortune [una revista de negocios estadounidense] reconoció que Xi ofrecía una visión diferente a la de Biden, basada en la mentalidad de «el ganador se lo lleva todo». La revista señalaba que Biden mantenía los aranceles comerciales de Trump sobre algunos productos chinos, al tiempo que endurecía los controles sobre las exportaciones y las inversiones en áreas de alta tecnología, como los chips más sofisticados.
Pensar lo impensable
No es casualidad geográfica que China esté rodeada por un anillo de 400 bases militares estadounidenses. Además, Biden ha reforzado (1) la alianza militar QUAD con India, Australia y Japón, iniciada originalmente en 2007, (2) el pacto de seguridad AUKUS fundado en 2001 por el Reino Unido y Australia, y (3) el intercambio de inteligencia de los «cinco ojos» con el Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá, que se remonta al comienzo de la primera guerra fría, al tiempo que forjaba (4) una nueva mini-alianza de la OTAN con Japón y Corea del Sur el pasado agosto.
Aunque los chinos no tienen ninguna base militar en Norteamérica, un supuesto «globo espía» chino que se desvió hacia los «cielos americanos» hace un año representó un «desafío sin precedentes» para Estados Unidos, según el Pentágono. Un estudio de la corporación semigubernamental RAND proporciona más información sobre la postura oficial estadounidense. Encargado por el ejército estadounidense, el título del estudio lo dice todo: «Guerra con China, pensando lo impensable»: Las mejores mentes que el dinero puede comprar, pagadas por los contribuyentes estadounidenses para jugar al Armagedón.
Basándose en la doctrina oficial de seguridad estadounidense, denominada «dominio de espectro completo», los analistas de la RAND Corporation simularon varios escenarios con China. El resultado, fuera cual fuera, siempre sería desastroso para ambas partes. Sin embargo, basándome en la moraleja de una pegatina para el parachoques que vi el otro día en mi barrio, «el que acaba con más juguetes es el que gana»: así que Estados Unidos ganaría.
Sí, según la RAND Corporation, Estados Unidos se impondría. Pero el informe también contiene una advertencia…: ¡Si la guerra fuera limitada! Y sólo podría ser limitada si otros países no se unieran a la lucha y si la guerra no se volviera nuclear…
Los estrategas militares advierten, sin embargo, que las posibilidades de contener un conflicto son cada vez más efímeras cuanto más dure. Una vez iniciado, dicho conflicto, con el tiempo, está cada vez más sujeto a consecuencias indeseables para sus protagonistas. Además, los estrategas han señalado que siempre habrá una enorme ventaja militar para el bando que ataque primero.
La contienda por el futuro de nuestro mundo
En su estrategia oficial de seguridad nacional, Joe Biden describe «la contienda por el futuro de nuestro mundo». Según el presidente estadounidense, «nuestro mundo se encuentra en un punto de inflexión» y «mi administración aprovechará esta década decisiva para superar a nuestros competidores geopolíticos», concretamente China.
Biden advirtió que «no dejaremos nuestro futuro vulnerable a los caprichos de quienes no comparten nuestra visión», en un tono casi imperial, como de «es a mi manera o al diablo con ella».
Biden prometió entonces imponer el «liderazgo estadounidense», que significa «dominio estadounidense» en todo el mundo, porque nadie le eligió como soberano de nuestro planeta. El liderazgo mundial de Estados Unidos ya es evidente en varios campos, como el hecho de que es el país con más tiroteos masivos, la deuda nacional más alta y el mayor porcentaje de población encarcelada. En la actualidad, EEUU también lidera el mundo en la venta de equipamiento militar, el gasto en armamento y el número de bases militares en el extranjero.
Silbando en la oscuridad, Biden concluye que «nuestra economía es dinámica». De hecho, la economía estadounidense está dominada por los sectores no productivos FIRE (finanzas, seguros e inmobiliario), mientras que China se ha convertido en el «taller del mundo». Statista estima que China superará a Estados Unidos como la mayor economía del mundo en 2030.
En contraste, tenemos la Iniciativa china Belt and Road (BRI), un programa global de desarrollo de infraestructuras que ya ha realizado inversiones en más de 150 países. Sin duda, Biden teme que la alternativa china pueda «decantar la partida a su favor».
La alternativa presentada por China
A diferencia de Occidente, cuya riqueza se basa en relaciones coloniales, China ha sacado de la pobreza a 800 millones de personas sin recurrir a guerras imperiales. Pero, ¿es China, guiada por el «socialismo de carácter chino» de Xi Jinping, realmente un país socialista? Existe una amplia gama de opiniones al respecto, incluso dentro de la autoproclamada izquierda socialista, dependiendo de los criterios de evaluación utilizados.
Para algunos, el socialismo no existe ni ha existido nunca en China ni en ningún otro lugar, ni en el pasado ni en el presente. Para ellos, el socialismo es un ideal aún por realizar. Otros defienden la China de Mao Zedong, pero no la revisión posterior de Deng Xiaoping. En el otro extremo del espectro están quienes sostienen que China ya ha alcanzado el socialismo. En medio, reflejando la economía mixta de China con la coexistencia de empresas estatales y privadas, hay matices que ven a China en una transición entre socialismo y capitalismo: para unos la transición avanza, para otros retrocede.
La opinión de los dirigentes chinos es que aún se están creando las condiciones materiales necesarias para la plena realización del socialismo.
Este modesto artículo no resolverá la cuestión de si China es socialista o no. En última instancia, corresponderá a la historia decidirlo. Sin embargo, es cierto que el paradigma de la cooperación mundial china contrasta con la competencia de suma cero de Estados Unidos. Aunque no sea verdaderamente socialista, China ofrece al menos un paradigma que no se opone a un futuro socialista. Es importante señalar que, en el controvertido clima geopolítico actual, China -y por extensión el Sur Global- representa una alternativa a la hegemonía imperial estadounidense.
Los chinos parecen ser conscientes de la actitud yanqui de «haz la guerra, no hagas el amor», pero la civilización china, con más de 4000 años de antigüedad, parece confiar en que la racionalidad del desarrollo pacífico «en el que todos ganan» prevalecerá algún día. Por lo que vi durante mi visita, no sólo destilan la confianza de una paciencia madura, sino también la vitalidad de una juventud vigorosa.
(*) Roger d. Harris colabora con la organización de derechos humanos Task Force on the Americas y forma parte del comité ejecutivo del US Peace Council.